Cuelgan un cartel pidiendo a una trabajadora de un supermercado de Cartagena que se vaya de su edificio
Ella ha respondido dejando claro que es gracias a su trabajo por lo que los vecinos pueden comer todos los días, y pide «empatía» con los ciudadanos que siguen trabajando durante el confinamiento
La crisis sanitaria del coronavirus saca el lado más solidario de los españoles. Sirve como ejemplo los aplausos que cada tarde reciben, desde los balcones de todos los rincones del país, esos trabajadores que siguen al pie del cañón, expuestos, en pleno estado de alarma. Algunas situaciones tienen excepciones y a la cartagenera Míriam Armero le ha tocado sufrir el otro lado de la moneda. Hace dos días, vecinos de su comunidad la invitaron a abandonar su casa, en la que vive de alquiler con sus dos hijos, por el hecho del «riesgo» de contagio que supone para los demás inquilinos que ella trabaje como cajera en un supermercado del polígono Cabezo Beaza. Su indignación en las redes sociales se ha traducido en un aluvión de mensajes de apoyo, también de su empresa, Aldi. Comisiones Obreras pidió «empatía» y condenó las actitudes «de insolidaridad e histeria».
«Somos tus vecinos y queremos pedirte por el bien de todos que te busques otra vivienda mientras dura esto, ya que hemos visto que trabajas en un supermercado y aquí vivimos muchas personas. No queremos más riesgos. Gracias». Eran las 20.30 horas del pasado domingo cuando el pequeño Alejandro, de 10 años, encontró esta carta junto a la puerta. No pudo evitar echarse a llorar, antes de entregársela a su madre. «Por desgracia, esta crisis del coronavirus también saca lo peor de la gente. Es un gesto de muy mal gusto, de cobardía, que pongan a llorar a un niño creyendo que tiene que abandonar su casa», explica la mujer a LA VERDAD desde su hogar, ubicado en la calle Canigó.
Respaldo masivo en las redes
La reacción de esta cajera no se hizo esperar. «Estaba muy caliente, iba a salir a las escaleras pero no podía ir puerta por puerta», indica. Por eso, y aunque no acostumbra a hacerlo, dada la situación subió un vídeo a su cuenta de Facebook explicando lo ocurrido, en un vídeo compartido por más de 40.000 personas. También respondió a sus vecinos con una misiva que dejó pegada en el portal del edificio.
En ella, Míriam mostró su indignación. Los empleados de los supermercados son esenciales durante el confinamiento para abastecer a la población. «Gracias a nosotros, vosotros coméis cada día», escribió esta madre. Tampoco tolera esas «lecciones de limpieza», pues toma todas las precauciones y antes de abrazar a sus hijos va a la ducha y se cambia de ropa. «No puedo darles un beso a mis hijos [Alejandro y Ainhoa, de 20 años] hasta que no he me limpiado ni desinfectado». También pidió a sus vecinos «un poco más de empatía» antes que «tanto aplauso a las 20.00 horas»; y agradeció, de modo irónico, que hicieran llorar a su pequeño.
El hijo de Miriam, de 10 años, encontró la carta debajo de la puerta: «Lloró pensando en que nos echarían. Es de ser cobardes», recuerda
«Cuando escuché que mi hijo se puso a llorar, pensé que se había dado un golpe. Me dio la nota y nos querían echar de la casa. Fue tremendo. No me considero más que nadie. Me siento una afortunada por seguir trabajando. En los supermercados, llevamos unas semanas muy duras y lo hacemos lo mejor posible para que a la gente no le falte de nada. Tomo todas las medidas y yo soy la primera que no quiere contagiar a nadie, por la salud de mis hijos. Ha sido un gesto de muy mal gusto», explica Armero a este diario.
La inquilina espera una disculpa del responsable, aún desconocido, y no descarta una denuncia
En apenas dos días, la mujer ha recibido un respaldo masivo. «El 95% de los mensajes que he recibido son de apoyo. Mucha gente ha venido a la puerta de mi trabajo para apoyarme, incluso la empresa. No esperaba esta respuesta de la gente. Ha sido un gesto de muy mal gusto», recalca.
«Es un acto de cobardía»
Del responsable de la misiva, de momento, no tiene noticias. «He hablado con los dueños de mi casa, me han dado tranquilidad y me apoyan en todo. También me ha ayudado en todo el presidente de la comunidad, volcado al 100%», añade. Míriam se ha puesto en contacto con su abogado. «En un primer momento, pensé en ir a juicio porque estaba muy cabreada. Él cree que es denunciable. Es un acto de cobardía decir eso en una carta y dejarlo por debajo de la puerta. No son maneras y no me hubiera importando explicarlo cara a cara. Espero que esa persona salga y pida disculpas. Mi hijo ya está más tranquilo».