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La campana húmeda, durante la inmersión con dos de sus ocupantes, ayer por la mañana en la terminal de cruceros.

Diez horas sumergidos en la terminal

Diecisiete estudiantes de Cádiz se entrenan como buzos profesionales gracias a Salvamento Marítimo

RUBÉN SERRANO

Viernes, 17 de marzo 2017, 01:05

Son jóvenes, están a las puertas del mundo laboral y tienen un sueño que pronto puede hacerse realidad: ser buceadores profesionales. «Estar aquí es una grandísima oportunidad, esta profesión no está al alcance de todos», coinciden en señalar Pablo Sánchez, Manuel Bejanaro y Moisés Herrera, nacidos en Benalup, Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María, respectivamente. Ellos son tres de los 17 estudiantes del centro de formación profesional Zaporito (Cádiz) que durante esta semana aprenden el oficio a bordo del Clara Campoamor, el buque de Salvamento Marítimo de Cartagena.

Las clases prácticas se imparten en la terminal de cruceros, en un horario intensivo. Desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, los buceadores, acompañados por sus instructores, se sumergen a diez metros de profundidad durante cuarenta minutos, y en el fondo del mar recrean un simulacro de rescate.

«Nos ha encantado, la pena es que el lunes no pudimos ensayar por el temporal que hizo. Aquí la verdad es que se nota que hay profesionalidad, todos te ayudan y el trato de todo el personal es muy cercano, no tenemos ninguna queja», señalaron ayer los tres estudiantes gaditanos, vestidos con escafandra.

Enseñanza dual

Ésta es la segunda ocasión en que Salvamento Marítimo reúne a varios estudiantes en esta embarcación. La experiencia en formación dual ya se inauguró el año pasado gracias a los convenios de colaboración alcanzados con los centros Hespérides y el Zaporito, cuyos alumnos compartieron formación en 2016. En la próxima edición repetirán de nuevo los alumnos cartageneros.

«Esto es un ejemplo de cómo podemos colaborar con la enseñanza. Salvamento Marítimo no solo salva vidas, también enseña a los jóvenes buceadores que en un futuro podrían trabajar aquí», resumió el capitán marítimo de Cartagena, Óscar Villar Serrano, que visitó a los estudiantes por la mañana. «En esta ocasión han venido desde Cádiz, pero esto cada vez va a más, es extensivo a todos los centros que imparten buceo y que dependen del Estado o de la Comunidad Autónoma», añadió.

La campana húmeda

Cada una de las inmersiones se hace dentro de la denominada campana húmeda, un elemento de seguridad subacuática que, a través de un cable, suministra a los buceadores aire comprimido, agua caliente, luz y conexión directa, vía audio y vídeo, con el centro de control que hay en la cubierta, por si ocurre cualquier emergencia.

Sumergible hasta unos 70 metros de profundidad, equipada con cuatro botellas de aire comprimido (de cien kilos cada una) y con un peso de 1.000 kilos, la cámara de Salvamento Marítimo y sus ocupantes son sostenidos gracias a una grúa ligada al buque. Además, conla campana húmeda los buceadores pueden descender al fondo marino con facilidad, ayudar a reflotar embarcaciones hundidas con boyas y soldar piezas deterioradas que desprenden residuos.

Otra de las misiones de Salvamento Marítimo es controlar los niveles de contaminación marina, y para eso resulta de especial utilidad la campana. Gracias a ella, los especialistas pueden descender a varios metros de profundidad y reparar, por ejemplo, pecios que vierten toda la suciedad al mar.

Robots teledirigidos

Al igual que los estudiantes, la tecnología también viaja a bordo del buque estatal Clara Campoamor. La robótica submarina es una de las herramientas que facilita la labor y permite recoger información más detallada, y más certera del estado en el que se encuentra el fondo del mar.

Entre los diferentes instrumentos, que conocieron los alumnos al igual que el resto de dependencias, se encuentra el sonar de barrido lateral; el ROV, un vehículo teledirigido; y los magnemómetros, todos ellos utensilios que permiten captar imágenes del fondo marino, detectar campos magnéticos y acceder a lugares más profundos, o simplemente de difícil acceso, sin desplazar personal.

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