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Cuando el rayo se impone al sol

La Región recibió hasta principios de este mes más de cinco mil descargas, la mayor parte concentradas en los tres últimos meses

Guillermo Hermida

Lunes, 5 de octubre 2015, 11:59

Si nota un cosquilleo en el cuerpo y se le eriza el cabello durante un día de tormenta, está usted a punto de observar -o en el peor de los casos, padecer- uno de los fenómenos meteorológicos más impactantes: un rayo. Lo que los meteorólogos denominan descarga atmosférica es capaz de generar temperaturas de hasta 30.000 grados centígrados y tensiones eléctricas de hasta 100 millones de voltios en una milésima de segundo. A lo que se suma un estruendo de hasta 110 decibelios, capaz de reventar cualquier tímpano cercano. Porque no hay rayo sin trueno.

  • Alerta

  • Objetos metálicos brillantes, cosquilleos y pelo erizado son sinónimos de una descarga inminente.

  • Postura

  • La mejor, en cuclillas, lo más agachado posible, con las manos en las rodillas, tocando el suelo solamente con el calzado.

  • En coche

  • Apagar el motor y la radio, bajar las antenas y cerrar tanto las ventanillas como las entradas de aire.

  • Recomendable

  • Apagar el móvil y deshacerse de todo material metálico. Alejarse de rebaños y si se va en grupo, dispersarse.

  • Nunca

  • Echar a correr con la ropa mojada. Protegerse bajo un árbol o permanecer junto a vallas, raíles o elementos metálicos.

A pesar de que la Región no es terreno demasiado abonado para este tipo de meteoro, entre enero y principios de septiembre más de 5.000 rayos han golpeado su territorio, según los datos recogidos por la red de 14 estaciones de detección que la Agencia Española de Meteorología tiene distribuidas por todo el territorio nacional. La de la Región está ubicada en San Javier, en las cercanías del aeropuerto, y es capaz de detectar una descarga en Moratalla y determinar su intensidad y ubicación, con un margen de error de apenas un centenar de metros.

«Los rayos suelen concentrarse en los meses con más actividad tormentosa, que son mayo y septiembre», explica desde la delegación de la Aemet en Guadalupe la jefa de Climatología, María del Mar Valcárcel. Las cifras respaldan sus palabras: desde principios de siglo, más de 35.000 rayos han sido registrados entre ambos meses. El récord absoluto lo tiene agosto de 2002, cuando se produjeron 4.809 descargas. El 30 de agosto de 2012 sigue siendo, desde que se tienen registros fiables, el día en que el cielo más se pareció a una discoteca, con 1.332 rayos registrados, seguido a corta distancia por la jornada del 27 de septiembre de 2009, con 1.179.

Además de por meses, los rayos suelen concentrarse en el tercio norte de la Región, coincidiendo con las zonas en las que más días de tormenta al año se producen. Los habitantes del Noroeste y del Altiplano saben bien de la potencia y belleza de las tormentas eléctricas que, sin embargo, pueden provocar problemas de incendios si el agua no acompaña. Ocurrió el pasado mes, cuando cuatro rayos provocaron otros tantos incendios en Lorca, Totana, Santomera y Murcia en medio de lo que se denomina «tormentas secas».

Tres tipos de descarga

Los rayos, por otra parte, ayudan a estabilizar el campo eléctrico atmosférico, según explica el delegado de Aemet en la Región, Juan Esteban Palenzuela. «Transportan las cargas de la atmósfera a la superficie», añade. Si no hubiera tormentas, el campo eléctrico atmosférico se quedaría sin carga. «Son un fenómeno natural que se produce por la diferencia de potencial entre varias partes de la atmósfera; cuando llega a una intensidad que suele rondar los 10.000 voltios, se produce la descarga», añade Palenzuela.

En el haber de las descargas está también que son grandes generadoras de ozono, el gas que nos protege de la radiación ultravioleta.

Aemet clasifica en tres tipologías este meteoro. Las descargas que alcanzan el suelo se denominan rayos, pero aquéllas que se producen entre nubes son «descargas internas», a pesar de que en muchos lugares son llamados relámpagos. Las que no alcanzan ningún objetivo son descargas atmosféricas, aunque el saber popular las cataloga como culebrinas.

La energía que liberan también se mide. El rayo más intenso caído en la Región desde el año 2000 descargó en la pedanía moratallense de El Sabinar con una intensidad de 300.000 amperios. Traducido a kilovatios, energía suficiente como para abastecer a un hogar medio de la Región durante todo un año.

El problema es que esa energía se tope con una persona en su camino. Aunque hay supervivientes al impacto de un rayo -está documentado el caso de un canadiense que acumula seis-, lo normal es que provoque la muerte, generalmente por paro cardiaco. El rayo también puede matar por traumatismos en los órganos internos, producidos por la onda de choque que generan. Las quemaduras en los puntos de entrada y salida son severas, y las roturas de tímpano y las cataratas son patologías asociadas también al meteoro, por no hablar de las lesiones neurológicas. La mejor forma de protegerse si una tormenta nos sorprende al raso es ponerse en cuclillas y evitar árboles aislados e, incluso, cuevas poco profundas. El coche, con el motor y la radio apagados y las ventanillas subidas es la mejor protección, ya que actúa como una 'jaula de Faraday'.

Las 'puntas de Franklin'

En el caso de las viviendas, el impacto de un rayo puede provocar graves daños, por lo que el Código Técnico de la Edificación establece desde 2006 medidas de protección obligatorias, especialmente para edificios aislados y de una altura relevante. «Las tiene que determinar el arquitecto dependiendo de factores como el tipo de estructura, su ubicación, altura y extensión», explica Pedro Díaz desde el Centro de Asesoramiento Técnico del Colegio de Arquitectos de la Región.

La principal protección es el pararrayos, y el más común es la denominada 'punta Franklin', en honor al que fuera presidente de los Estados Unidos, Benjamin Franklin, autor del famoso experimento con una llave metálica atada a una cometa. «Es una punta de acero que recibe la descarga y la transmite a tierra a través de un circuito externo e independiente», señala Díaz. El coste medio de un aparato de este tipo capaz de proteger un edificio de seis plantas está en el entorno de los 4.000 euros.

Protección eléctrica

La otra opción es arriesgarse a un impacto, que podría provocar un incendio y daños estructurales. Si el rayo impacta sobre el tendido eléctrico «fundiría la instalación», señala Díaz. El decano del colegio, Antonio García Herrero, asegura que la actual normativa «funciona», y pone como prueba que no hay noticias de daños relevantes por rayos en viviendas en los últimos veinte años. Eso sí, también advierte de que un impacto directo sobre una casa vieja «podría partirla en dos».

Además de las viviendas, los tendidos eléctricos deben también protegerse. Desde Iberdrola explican que cada torre de las líneas de alta y media tensión funciona como un pararrayos al estar equipadas con un cable a tierra, que reconduce la energía hacia tierra, evitando descargas y la destrucción o daño en la infraestructura.

Pese a todo, lo mejor de los rayos es evitarlos, y recordar que la creencia de que no caen dos veces en el mismo sitio es errónea. Avisados quedan.

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