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Jueves, 18 de enero 2018
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No se puede decir que es una cifra récord, porque en un tiempo no muy lejano el lince estaba presente en casi toda la península ibérica, pero sí es un número simbólico y muy importante: la población de 'Lynx pardinus' alcanzó en 2017 los 547 ejemplares, según el censo provisional anunciado ayer por la Junta de Andalucía. Con los datos cerrados al 90%, el recuento cifra en 402 los felinos en Andalucía y 145 en el resto de territorios donde la especie se está reintroduciendo con éxito gracias a los diferentes proyectos europeos Life: Castilla-La Mancha, Extremadura y sur de Portugal. Un ambicioso y costoso programa ambiental que ha multiplicado por 5,5 la presencia de este amenazado carnívoro desde el año 2002, cuando solo quedaban 94 individuos en dos núcleos desconectados (Doñana y Sierra Morena) y el lince parecía condenado a la extinción.
Estos datos aún pueden afinarse en las próximas semanas, explicó el consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, José Fiscal, porque el censo aún no ha concluido al cien por cien en Andalucía, "tanto por el número de ejemplares que hay que controlar como por la extensión de la superficie en la que viven los linces". Si en 2002 ocupaban una superficie de 125 km2, ahora se distribuyen en áreas que suman 1.500 km2.
Murcia también participa en la recuperación de las poblaciones históricas de lince, aunque de momento su papel se limita a identificar zonas que puedan ser apropiadas para futuras reintroducciones.
Una vez consolidada la expansión del lince, el siguiente paso en la estrategia de conservación de la especie será favorecer la conexión de las zonas en las que tiene presencia, para garantizar una libertad de movimientos que favorezca la diversidad genética y la conquista de nuevos territorios. "Ya existe un intercambio fluido de ejemplares entre Guadalmellato-Cardeña-Andújar-Guarrizas y de esta última zona con Sierra Morena oriental, en Ciudad Real. Además, algunos ejemplares se han movido entre el Valle de Matachel (Badajoz) y Montes de Toledo y Sierra Norte de Sevilla; y entre Doñana y Vale do Guadiana (Mértola, Portugal)", informa Iberlince.
Sin embargo, 2017 ha sido un año agridulce para el lince. La población superó con creces los 500 ejemplares pero también murieron 58 ejemplares, 31 de ellos atropellados. Este repunte es achacado al mayor número de felinos en la naturaleza, según el director de Iberlince, el biólogo Miguel Ángel Simón. Animales que se mueven en busca de nuevas zonas de expansión, que cruzan carreteras y que en ocasiones se acercan a zonas humanizadas. Es un riesgo que siempre va a existir, asegura, aunque otro de los objetivos del futuro es eliminar puntos negros y adecuar infraestructuras que supongan un peligro.
Otro factor que ha ralentizado el crecimiento de las poblaciones de lince es la enfermedad hemorrágico-vírica que ha diezmado a los conejos de monte, la presa principal del 'Lynx pardinus'. Pese a que se están acometiendo repoblaciones, garantizar la buena salud de los conejos precisa de una estrategia de ámbito estatal que excede las posibilidades de Iberlince, se lamenta Miguel Ángel Simón.
Detrás de nueve de las muertes de lince del año pasado se encuentra el furtivismo, una práctica de tiempos pasados que parece estar de vuelta, lamentablemente. Disparos, lazos y venenos se sitúan de nuevo como amenazas para una especie que podría ver rebajado otro escalón en 2023 su nivel oficial de riesgo (a 'vulnerable') si mantiene su progresión (en 2015 bajó de 'en peligro crítico de extinción' a 'en peligro de extinción').
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