Odile Rodríguez de la Fuente: «Mi padre habría sido el primero en defender el Mar Menor»

– En los últimos años ha centrado su labor como divulgadora ambiental en el cambio climático. Qué remedio, supongo.

– En realidad, la ciencia del clima siempre me ha apasionado. Incluso pensé hacer un máster en climatología. Siempre he estudiado los cambios climáticos del pasado, de la historia de la Tierra, porque nos da la oportunidad de entender el planeta como un sistema unificado y vivo.

– En la Región de Murcia hemos tenido un otoño y principio del invierno con tiempo primaveral, y el pasado diciembre ha sido el más cálido de la historia en España. Esto pinta mal, ¿no?

– Sí, totalmente. Siempre que uno lee a científicos especializados en este tema te das cuenta de que la situación es mucho peor de lo que se nos muestra. Y parece mentira que no se hable más de este asunto cuando es el mayor reto que ha afrontado la humanidad en toda su historia, nada comparable a ninguna guerra, a ningún cataclismo. No entiendo que no esté en el centro de todo, en los medios de comunicación, en las noticias, porque realmente nos va la vida en ello.

– ¿Y cómo saldremos de esta?

– Siempre veo la botella medio llena. Soy una persona sumamente optimista, y además creo que las dificultades hay que afrontarlas sin caer en el desánimo. No podemos pararnos en el camino, sino hacernos más fuertes y sacar lo mejor de nosotros mismos.

– ¡Qué bueno escuchar esto!

– Sí, creo que esta crisis es realmente la mayor oportunidad que hemos tenido como especie, porque por fin aprendemos que no podemos vivir de espaldas a la naturaleza, y sobre todo a base de explotarla. Tenemos que vivir de otra manera, reintegrándonos en la biosfera como una especie más, que además pone la conciencia al servicio de la vida. Probablemente, los seres humanos tengamos que tocar fondo para darnos cuenta.

– Supongo que conoce la situación del Mar Menor.

– Sí, por supuesto.

– ¿Y qué le sugiere?

– Pues que hay multitud de ejemplos en la historia de la humanidad en las que algunas civilizaciones acabaron por cargarse todo lo que tenían. El mundo está ahora mismo organizado de tal manera que lo realmente importante es el capital, el dinero, y hasta que nos demos cuenta de que no vamos a poder comernosel dinero, cuando nos hayamos cargado todo, volveremos a poner los valores donde realmente tienen que estar. Crisis como la del Mar Menor tienen mucho que ver con esto, con una cadena tan larga que al final todo el mundo se lava las manos en el proceso.

– ¿Qué diría su padre sobre la catástrofe del Mar Menor?

– Pues imagínate, habría sido el primero en prestar su voz y su imagen para defender el Mar Menor, incluso mucho antes de que esto saliera a la luz, como hizo con otros espacios naturales como las Tablas de Daimiel y Cabrera. Porque mucho de esto tiene que ver con la falta de conciencia y de conocimiento de las cosas que están pasando a nuestro alrededor hasta que ya es demasiado tarde.

– El mensaje de su padre no se apaga después de más de 40 años, ¿le sorprende?

– Me parece maravilloso. Yo además es que soy la fan número uno de mi padre, siempre me ha parecido que fue una persona con una sabiduría extraordinaria, un grandísimo humanista, mucho más que simplemente el amigo de los animales. Creo que fue una persona de una dimensión que estamos comenzando a valorar ahora. Quizá porque tenemos una mayor madurez, quizá porque podemos entender mejor sus mensajes.

– ¿Qué recuerdos tiene de él?

– Lo recuerdo como una persona superdivertida, estar con él era una aventura porque, si hablaba así en la televisión, imagina cuando salías con él a dar un paseo y te hablaba de una perdiz o de cualquier otra cosa. Hacía que todo fuera apasionante. También era una persona muy generosa y cariñosa, que eso es algo que la gente no sabe. Me acuerdo de pasar toda mi infancia subida encima de él. Y sobre todo, fue una persona realizada que emanaba felicidad, que estaba bien en su piel y que le encantaba lo que hacía y lo disfrutaba. Ha sido una suerte haber tenido un padre así, aunque solamente fuese en los primeros siete años de mi vida.

– ¿Qué le sorprendió más preparando el libro 'Félix. Un hombre en la tierra'?

– Mi padre siempre me sorprende, y mira que me conozco su obra de pe a pa, pero cada vez que lo vuelvo a escuchar encuentro un nuevo matiz, es como una obra de arte. Como un cuadro de Velázquez, que nunca te cansas de verlo y siempre encuentras cosas nuevas. Cada vez que regreso a él encuentro una nueva lectura.

– Hablemos del lobo, quizá el animal más asociado a la figura de su padre. Algunas comunidades autónomas y sectores económicos aún se resisten a su protección total.

– Yo he trabajado mucho con el lobo y el tema es mucho más complejo de lo que puede parecer a un urbanita, porque es la gente del mundo rural, los ganaderos, los que realmente tienen que convivir con esta especie. Tenemos que encontrar fórmulas donde todos salgamos perdiendo un poco, donde nadie salga ganando al 100%, porque al final de eso tratan los pactos, de llegar a un punto de equilibrio. Probablemente haya que ejercer un cierto grado de control en determinados lugares y a determinados especímenes que estén causando problemas de forma reiterada, y sobre todo hay que apoyar mucho más a la ganadería extensiva, que es importantísima en este país y que desafortunadamente también está en riesgo de extinción.

– ¿Cómo le han salido sus hijos?

– Son muy camperos. Van al colegio del pueblo, salimos muchísimo al campo y yo siempre he pensado que eso es un valor increíble para el resto de su vida: tener una relación muy cercana con la naturaleza, entablar un diálogo con el medio ambiente desde que eres pequeño, no romper el vínculo con el entorno. Eso es algo que te dota de mucha confianza en ti mismo y da herramientas para afrontar las dificultades con las que nos encontramos en el día a día, con las enormes incertidumbres, con muchos de los problemas emocionales que aquejan a la sociedad actual. No en vano, el uso de ansiolíticos está en alza porque sufrimos de muchísimo estrés y de un vacío existencial que es consecuencia de la prisa y de la banalización de todo. Y yo creo que el antídoto a muchos de estos problemas que tenemos es la naturaleza.

– Usted vive en la llamada España vacía. Al aislamiento y la falta de servicios se unen ahora otras amenazas, como la proliferación de plantas fotovoltaicas y eólicas...

– Esto a mí me da mucho miedo, que en nombre de una transición ecológica mal entendida nos pongamos a llenar el campo de plantas fotovoltaicas y de molinos de viento de una manera industrial. Es cierto que hay amenazas, pero también grandes oportunidades.