Héroes de bata blanca y perpetua cruz verde
Cuando parece que la pandemia suaviza la cifra de contagios y fallecidos, cuando la incertidumbre se ha tornado en ganas de recuperar el tiempo perdido, debemos echar la vista atrás y ver lo que nos hemos dejado en el camino en una epidemia inimaginable con unos efectos terribles.
Entre las miles de personas con rostro, con nombre y apellidos que se volcaron para atender a una población desconcertada y casi paralizada por el miedo a un virus desconocido, quiero destacar la labor de los farmacéuticos. Desde el primer minuto, sin miedo ni temor, dieron lo mejor de sí mismos para responder a las necesidades de los ciudadanos, convirtiendo el mostrador de las farmacias en el rompeolas del sistema sanitario y en un refugio de certidumbre y seguridad para los pacientes.
Con un gran sentido de la responsabilidad, siendo conscientes de su papel esencial, los farmacéuticos fueron mucho más allá del deber de dispensar y garantizar la continuidad de los tratamientos farmacológicos. Ajenos al riesgo, lo importante era proteger la salud. Sus indicaciones, consejos, recomendaciones y palabras de aliento fueron un bálsamo de ayuda y esperanza frente a la angustia y el temor. Ese compromiso inquebrantable se llevó la vida de 24 compañeros que antepusieron el deber a la protección y a quienes recuerdo, especialmente, desde aquí.
No dejaremos de remarcar el trabajo de los farmacéuticos, héroes de bata blanca guiados por los destellos de la perpetua cruz verde, porque antes, ahora y siempre, estaremos al servicio de la salud de los ciudadanos.
