Hedy Lamarr, del éxtasis al wifi
Encontré una foto de ella en el Centro Judío de Viena. Tan hermosa: piel translúcida de porcelana, labios de perfecto dibujo sin ácido hialurónico. La ... Blancanieves de carne y hueso que protagonizó el primer orgasmo femenino del cine con apenas 19 años.
Contemplar esas escenas en pantalla grande resulta perturbador en la actualidad. En 1933 imagino que sería un auténtico escándalo. No es por lo que se vea, que también -ella aparece desnuda en esa misma cinta- es otra cosa. Un silencio atronador, el primerísimo plano de la boca entreabierta y la sugerencia de algo más que un cuerpo bonito. Porque el sexo y el erotismo sin inteligencia y sofisticación no conmueve ni emociona y Ektase deslumbra y embriaga.
Hedwig Eva Maria Kiesler, más conocida como Hedy Lamarr, fue una inventora y actriz austriaca, aunque hasta hace poco tiempo, casi todo el mundo la conocía por esto último. Hoy se la reivindica como la creadora del Wifi y, más o menos, es así. En sus ratillos libres, comenzó a colaborar con el compositor musical George Antheil para crear, no una sinfonía, sino un sistema que permitiría las comunicaciones inalámbricas de larga distancia, durante la II Guerra Mundial. Ambos desarrollaron la patente Secret Communication System. Cuenta la leyenda que la armada americana se apropió del invento y casi que no le dieron ni las gracias. No se usó en tiempos de guerra.
Los orígenes de Eva están en Viena. Hija de judíos secularizados, fue una niña bien. Su madre: concertista de piano, el padre era banquero. A los once años ya hablaba cuatro idiomas. Pero que nadie se engañe. Esa abundancia no la benefició. Un fabricante de armas se enamoró al instante de la joven Kiesler y pacta con sus padres un matrimonio de conveniencia. Y la casan con este tipo que intentará, sin conseguirlo, destruir todas las copias de 'Ektase'. Ya saben, la película de los orgasmos y los desnudos.
Eva es una esclava y una prisionera en el hogar. Aprovecha el confinamiento para iniciar estudios de ingeniería. Cuando ya no lo aguanta más, seduce a la criada vigilante. La droga con somníferos y escapa. El siguiente capítulo de su vida sucede en el barco que la lleva rumbo a los Estados Unidos, donde convence al mismísimo Louis B. Meyer para que la contrate por 500 dólares a la semana. Sus compañeras de estudio cobraban cuatro veces menos. De su carrera en el cine, cabe destacar 'Sansón y Dalila', que batió todos los récords en taquilla y, siempre, su deslumbrante belleza.
En la década de los 50 diseña un resort para practicar esquí en Aspen (Colorado) junto al que entonces era su marido. Cuando pasó el tiempo de las rosas, el deleznable sistema de Hollywood la rechaza. ¡Más carne fresca!, gritarían los productores. A esta ya no la queremos.
Lamarr olvida su talento, su brillantez. En un ataque de baja autoestima se somete a una serie de cirugías plásticas que la desfiguran por completo. Con apenas 50 años era una máscara. La sombra de lo que fue.
La inventora aparece en los periódicos por intentos de hurto y por sus seis matrimonios fallidos. No hay gloria. Quizá ella se autoconvence de su inutilidad ahora que su piel ya no es tan tersa. Y todo son polémicas alrededor de su vida. Pacta la publicación de su autobiografía con la Metro pero el resultado le desagrada y los demanda.
Desde el 58 no ha vuelto al cine y no lo hará, a pesar de unas cuantas ofertas que recibió en los 70.
En determinado momento decide su propia reclusión. Nadie la verá nunca más en persona, ni tan siquiera sus hijos. Su vida se reduce a conversaciones de seis y siete horas.
Afortunadamente, en 1997, Lamarr y George Antheil recibieron el Premio Pioneer de la Electronic Frontier Foundation. La actriz fue la primera mujer en recibir el Bulbie; el conocido Oscar de los inventos. Todo esto llegó antes de su fallecimiento en el año 2000, con 85 años, pero la mayoría de los reconocimientos a su genio inventor suceden tras su muerte.
Todos los 8 de marzo, alguna institución o empresa se acuerda de ella. Más vale tarde.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión