El pasado 30 de mayo se celebró el Día Internacional de la Papa, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2023. Su ... objetivo es el de concienciar sobre los múltiples valores nutricionales, económicos, ambientales y culturales de la papa y su contribución como incalculable recurso alimentario y generador de ingresos, especialmente para las familias y productores rurales. El 20 de agosto se celebra en todo el mundo el Día Mundial de la Patata Frita, un manjar que ha conquistado paladares durante siglos. Goza de gran popularidad y versatilidad.
La paternidad de las patatas fritas ha sido reivindicada por distintas culturas, entre ellas la belga en el siglo XVII. Según una leyenda popular, los habitantes de la región de Namur –conocidos por freír peces– se vieron obligados a freír rodajas de patata en invierno cuando el río se congelaba y la pesca se hacía imposible. Las patatas fritas son, sin duda, un plato universal. Su crujiente textura por fuera y suavidad por dentro las convierten en un placer irresistible para muchos. Desde las clásicas patatas fritas cortadas en bastones, las crujientes chips, las voladoras recién fritas o las innovadoras 'gourmets' de mil y un sabores demuestran que son infinitas sus variedades en el mercado.
Dicen de la patata que es la monda: «Sana, suculenta y muy barata». Se puede comer muy bien y a precio razonable. Los hidratos de carbono son menos caros que las proteínas, aunque existen comensales que no conciben una buena comida sin incluir pescados, carnes o mariscos. Sin embargo, también hay quienes piden una cocina de casa sin despilfarros frente a los platos de gran diseño o los de comida rápida. Me comentaba un buen chef regional que la tortilla de patatas –que tiene como base a nuestro tubérculo estrella– es comparable gastronómicamente con la sopa de trufas de su época del gran chef Paul Boucouse. En la alta gastronomía puede pasar como pasó con la construcción años atrás con la burbuja inmobiliaria, los cocineros tienen que dar de comer bien y a un precio lógico y asumible. La Asociación de Pueblos Productores de Patatas, donde participa Cartagena y entre los que destaca La Rinconada de Sevilla, trabajan unidos para defender el cultivo de nuestra patata y aumentar la cultura gastronómica ante el incremento de las importaciones procedentes de Egipto.
Se dice que, de media, cada belga consume unos 300 kilos de patatas al año. Por lo cual no es raro entender por qué en Brujas existe un museo dedicado a la patata. Era el único en el mundo hasta que se abrió otro en Bruselas: el Frietmuseum Brussels, situado a dos pasos de la Grand-Place y dedicado a las patatas fritas. Un espacio inmersivo e interactivo que aúna información y diversión, con más de 1600 objetos expuestos a través de la historia y las tradiciones que rodean a este icónico plato. Termino con esta reflexión: «Los nobles son como las patatas: todo lo bueno lo tienen bajo tierra».
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