«Siempre que vuelves a casa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina y con las manos en la masa». Esto cantaban Joaquín Sabina ... y Vainica Doble para el programa de televisión y, ¡créanme, eso es exactamente lo que van a ver aquí! Hace poco los llevé de paseo por algunos rincones de Cartagena, pero mi amigo me ha convencido de que profundice en mi faceta de ama de casa. Así que prepárense para leer algunas de mis anécdotas culinarias.
Con los años he mejorado bastante mis habilidades, aunque debo admitir que los postres nunca han sido mi fuerte. Por eso, ni siquiera lo intento. Mi especialidad está en los guisos y las ollas de toda la vida.
Atrás quedaron las 'Palomadas' de mis inicios. Como aquella vez en la que añadí al estofado el primer vino que pillé y, cuando llegó a casa mi entonces marido, ¡casi me mata! Yo ni siquiera sabía que era un Muga de esos gran reserva. Decía que lo guardaba para una ocasión especial, pero pensé: ¿Pues qué ocasión más especial que disfrutar de un buen estofado a la cartagenera? Gracias a Dios, ahora entiendo un poco más sobre vinos.
O aquel día en que se rompió la malla que solía usar para meter los garbanzos y terminé cortando unas medias de rejilla negras de Massimo Dutti que ni siquiera había estrenado. Las puñeteras medias destiñeron, y eso que eran buenas, y el cocido se tiñó de negro azabache, garbanzos, carne, verdura y caldo incluido. Mis hijos lloraban y juraban que no se lo comían, pero tengo que admitir que me salió un cocido buenísimo, con permiso de Massimo Dutti. De hecho, lo preparo incluso en agosto; se ha convertido en uno de mis platos estrella.
Todos tenemos ese plato predilecto que nos hace recordar a nuestros padres y abuelas. Esa receta que se pasa de generación en generación. Si le preguntan a mis hijos, seguro que mencionan mi cocido, estofado, calamares en salsa, arroces o el pollo a la ciruela como 'los platos de la mamma'. Los recuerdos se reducen a olores, sabores y platos que nos transportan a momentos especiales.
Y, si me preguntan por mi secreto, les revelaré que en la cocina, al igual que en asuntos más... emocionales, la clave está en cocinar al amor de la lumbre, que no es otra cosa que el fuego lento.
Los guisos, las relaciones y la vida misma se disfrutan mejor cuando les damos tiempo para desarrollarse, cuando los dejamos cocinar lentamente. Claro, un encuentro apasionado, una noche de locura, tienen su encanto, al igual que una vuelta y vuelta a fuego fuerte. Pero, como decía Rosana en su canción, «a fuego lento me haces agua, contigo tengo el alma enamorada». Así que, ya saben, disfruten de cada momento... ¡a fuego lento!
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