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El número 12 simboliza orden y perfección. En diferentes culturas de la historia de la humanidad se repite el número 12: las tribus de Israel, ... los dioses del Monte Olimpo, los apóstoles de Jesús, el horóscopo chino o los meses del año, cuyo origen se debe a los 12 giros que la luna realiza cada año alrededor de la Tierra. Además, coincide con el giro orbital nuestro planeta alrededor del sol, significando cierre de ciclo al completarse el círculo. Esto se interpreta como un nuevo renacer siendo preceptivo quemar las pasiones y desgracias vividas, con el ánimo de que no vuelvan a ocurrir, y alentar la certidumbre de salud, properidad y felicidad. Así, los budistas, haciendo tañir 108 veces las campanas de sus templos, creen combatir los 108 deseos mundanos que causan sufrimiento.
Festejar la magia de la noche de San Silvestre acompañada de ritos particulares es una tradición que se adereza con exquisitas viandas, dulces y bebidas, siempre en buena compañia. Y es que, parafraseando a Cicerón, «el placer de los banquetes debe medirse no solo por la abundancia de manjares, sino por la reunión de amigos y por su conversación».
Las costumbres culinarias con productos exquisitos varian en cada parte del planeta. Además de super ágapes y cotillones regados con vinos de la tierra o de otros lares, los alimentos en cada mesa dependerán de gustos, de disponibilidad y de recursos, recomendándose que sean nutritivos y que se consuman con moderación. Pero, independientemente de la cena, todos los españoles, de cualquier región, además de por la tortilla de patata, estamos unidos por el ritual de preparar las 12 uvas y de comerlas al ritmo de las doce campanadas de medianoche.
Aunque aseguraban que esta tradición provenía del excedente de uva de 1909, ya fue previamente nombrada en prensa el 1 de enero de 1893. Y el 2 de enero de 1894, en 'El Siglo Futuro', se denominaron «uvas bienhechoras». Esto indica que debía celebrarse mucho antes, quizá como tradición snob en las casas de burgueses, regadas con champán, y que, más tarde, los proletarios chulapos madrileños democratizaron en la plaza de la Puerta del Sol. Y que, por ende, fue adoptándose en todo el territorio español. De hecho, las suculentas uvas, que para los romanos simbolizaban riqueza y abundancia, se transformaron en emblema ya que se comen facilmente y son un bien nutritivo y asequible.
Como contraste, el óleo costumbrista 'Niños comiendo uvas y melón' de Bartolomé Esteban Murillo, de 1650, en pleno siglo de oro y aunque fueramos la primera potencia mundial, evidencia la realidad de la arruinada y diezmaba población española que sufría el azote de las plagas. Con realismo sereno, este claroscuro confronta la suciedad de pies descalzos y de pantalones rotos, no por moda sino por miseria, con el disfrute de dos harapientos y simpáticos mendigos al comer deliciosas uvas y melón.
Devoremos alegremente las 12 uvas de la suerte y que, 375 años después, 2025 discurra próspero y cargado de dicha para todos.
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