La producción de alimentos, dados los avances en la obtención de variedades vegetales seleccionadas con caracteres específicos –color, aspecto, tamaño, etc–, no se sujeta a ... los patrones de comportamiento estacional. Por si fuera poco, el comercio internacional coloca cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier fecha del calendario. Por tanto, disponemos de cualquier cosa en cualquier momento y lugar. Otro asunto es que responda a las expectativas de lo que hemos disfrutado de otros tiempos en que las producciones eran estacionales y cuando se daban hacían gala de todo el vigor, sabor, color y demás caracteres organolépticos propios de cada producto.
En todo caso, en el recuerdo de muchos todavía queda colgado el rasgo peculiar de cada tiempo. El escenario veraniego connota una gastronomía segura y saludable, dado que el organismo está configurado en un entorno de altas temperaturas y humedades distintas a las habituales, y todo contribuye a generar una necesidad de una alimentación ligera, en la que la hidratación es realmente la protagonista. El calor condiciona nuestra apetencia y delinea los perfiles de los productos para ser aceptables; impulsa el cuidado por la inocuidad, dada la facilidad de crecimiento de los microorganismos patógenos o la aceleración de la descomposición de los alimentos. Y conlleva cuidado e higiene en la adquisición, conservación, elaboración e incluso, consumo, de los preparados culinarios.
El verano no es propicio para guisos, potajes o, en general, platos con elevada aportación energética, al igual que no apetecen las bebidas calientes. Sopas frías, bebidas frescas de frutas, zumos, ensaladas, hierbas aromáticas saporizantes, cocciones ligeras, salteados... encaminados a preservar el contenido nutritivo y no aportar componentes calóricos adicionales. Y frutas frescas, postres directos y no procesados. En suma, garantizar la hidratación manteniendo vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes.
Afortunadamente, vivimos en una Región que ofrece garantías de sostenibilidad en el suministro de alimentos de calidad primorosa. No cabe duda alguna de que dispone de la oportunidad de un turismo gastronómico auténticamente certificado como patrimonio cultural. La gastronomía estacional murciana conjuga disfrute y alimentación saludable, garantizando bienestar y acreditando seguridad nutricional. Se promueven buenos hábitos y estilos de vida que cabalgan sobre los valores y paradigmas que defienden la identidad sociocultural de una Región que quiere aportar salud y bienestar a propios y visitantes.
En suma, pese a no habernos percatado de ello, la gastronomía de verano es una vía de promover hábitos saludables y dar valor a una alimentación que hunde sus raíces en principios éticos de producción y consumo. El objetivo es el bienestar real y saludable de cada persona, mediante vías sostenibles que garanticen una sociedad futura que mejore nuestro disfrute, al ser capaces de vivir en un mundo mejor. No se trata, en modo alguno, de que cualquier tiempo pasado fuera mejor, de ningún modo, sino de que en cada momento se disfrute lo que corresponde, que es una forma de sintonizar con esa naturaleza, que nos ha visto nacer, crecer, etc, y que debe verlo de igual modo para nuestros descendientes, si es posible, mejorándolo.
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