Mala Mía by Agus, un buen cambio

Pero el destino, que es caprichoso, le puso dos carros del Pryca en las vías del camino profesional. Uno, en forma de pandemia mundial, y otro que respondía al nombre de Odiseo, el cual, le arrebató parte del protagonismo que deseaba y, vaya por delante, merecía, al abrir las puertas de su centro de ocio, juego y gastronomía casi a la misma vez.

En la carta, en la sala y la experiencia global, de las más divertidas y de calidad del centro de la capital. Después de comer muy bien, la música hacía subir cinco grados la temperatura y la fiesta hacía que terminaras bailando alrededor de la mesa.

El tiempo ha pasado y, aunque el local no terminaba de despegar como su primo de Orihuela, los propietarios se han vuelto a remangar para darle otro impulso al local. Según el camarero que me atiende, Mala Mía es el nuevo nombre «porque los dueños saben de la importancia de cambiarlo todo a los cuatro años de tener un negocio, porque está muerto y hay que hacerlo todo casi de nuevo», asegura. De ahí que, además de cambiar el nombre, se ha hecho una reforma de cierta envergadura con la finalidad de decirle al mundo que el local es otro, que vayamos y que lo volvamos a probar.

La cocina no ha perdido ni un ápice de calidad y, la sala continúa siendo de las más acertadas para este tipo de ambientes festeros. Delicioso el tartar de atún, los niguiris de atún, sushi, la alcachofa con trufa y velo de panceta ibérica -llega a la mesa con una campana de humo que el camarero descubre ante el comensal- y de gran nivel la carne en todos sus cortes. Aperitivo de sobrasada de bienvenida, magnífico pan y una serie de mensajes en los platos en forma de leyendas del tipo «No me dejes con las ganas» y cosas así que, sin duda, hacen sonreir a cualquiera.

Genial el tiramisú, hecho al momento, y algunos detalles como la entrega de la cuenta en un soporte gigante de chupachús. Buena iluminación, insonorización y decoración si lo que buscas es algo que no te aburra en el centro.

Cóctel bar, música en directo, cocina ininterrumpidamente desde la apertura hasta el cierre, vermú, ostras, lomo ibérico, huevo a 65º C, ensalada de burrata, salmón a la brasa, exquisita parpatana de atún a la brasa, rodaballo asado con aceite de humo, gallo frito con ajos tiernos, carnes, arroces, pastas, bocadillos callejeros y postres completan la carta. Como veis, una carta amplísima con las brasas como principal método de cocción y donde el sushi está muy presente.

En otros cuatro años volveremos a ver los cambios pensados para abrir las ventanas y dejar entrar el aire fresco a un local que ha aguantado vientos de frente y que, lejos de bajar los brazos, vuelve a tomar impulso con un buen lavado de cara. Agradecidos de que no se rindan y que ofrezcan una experiencia única en la capital del Segura. Larga vida.