El Cartagena roza la proeza en Las Palmas

El ejército de Las Palmas tiene todas las armas para ascender a Primera de carrerilla. Hay chisteras (Jonathan Viera), aviones (Pejiño y Cardona), escopetas (Sandro) y muros de hormigón (Mfulu) en un equipo cinco estrellas. El sargento es García Pimienta, entrenador ADN Barcelona, que pone el hilo musical del toque y la posesión. Una rica salsa canaria. Así abruma y desborda a sus rivales desde hace 23 jornadas, récord de imbatibilidad inédito en Segunda División. En circunstancias normales deberían dar el chupinazo a la élite.

A base de posesión (72%), remates (13) y saques de esquina (9) presionaba y atropellaba el juego del Cartagena, sin migajas para proyectarse al ataque. Pocas veces protagonizaron estiradas los albinegros, algún arranque sin peligro de Calero y Jairo en la primera parte. Se sintió exigido y presionado el Efesé, en un escenario al que rara vez se había enfrentado esta temporada. También dañado por Pejiño, un sacamuelas en la derecha; a pie cambiado rompió caderas a Datkovic y también a Musto. Un tipo bastante eléctrico.

A ese monopolio local se sumó Cardona, quien con mucho espacio soltó un zurdazo desde la otra orilla. Ojo avizor Escandell, lúcido hasta para regatear con la bola en los pies. Faltaba por apuntarse Sandro Ramírez, que agitó la noche con encontronazos que hicieron saltar chispas. A la media hora ya consiguió torpedear dos posiciones claves en el Cartagena, al ver amarillas Musto y Pablo Vázquez.

Capítulo aparte merece el central gandiense, tristemente lejos de ser ese futbolista aseado, dominante, de pundonor y que se ganó a pulso la renovación pasando de cuarto zaguero a titular indiscutible, la temporada pasada. Anda mal Vázquez, que en nueve minutos llegó tarde y mal a dos acciones para ser expulsado en el minuto 42. Mal Vázquez, sí. Y peor el árbitro De la Fuente Ramos, con el gatillo fácil para ensañarse a tarjetas. Nivel más que mejorable el del colegiado castellanoleonés, erre que erre, empeñado en buscar penaltis en el área albinegra. Ninguna casualidad con el polémico Vicandi Garrido en el VAR.

Una verdadera faena la expulsión. Sobre todo para el bueno de Carrión, obligado a cambiar de planes sobre la marcha. El fiable dibujo de cinco defensas cambió a una línea de cuatro, con Jairo amarrado al lateral, Datkovic de centinela y Musto, muy expuesto a otra amarilla, mantenido como pivote defensivo. Tampoco hay muchas más alternativas en el banquillo, en la enfermería Kiko Olivas, en el taller Delmás y con la chavalería del filial (Farru y Carlos Sánchez) para cualquier urgencia.

Llegar al descuento con 0-0 fue la mejor noticia para este condicionado Cartagena, con la portería de Vallés en Júpiter, obviamente limitado a remangarse en su rancho. Se apretaron bien los machos los albinegros, algo impensable la temporada pasada y que ha cambiado (para bien) en esta. Uno de los principales culpables es Escandell, que es mosquetero, recogepelotas y candado a la misma vez. Negó el gol a Pejiño, Loiodice y Viera en tres latigazos, este último con la ayuda de Calero en el rechace.

Como Las Palmas seguía sin descorchar el partido, García Pimienta echó la vista al banquillo y llamó a filas al resto de la pólvora. Suplentes de oro los de este equipo canario. Dentro la perla Moleiro, el rumano Andone, el madridista Marvin y el internacional Vitolo. Cuando es Carrión el que mira atrás, las balas de fogueo se limitan a tres futbolistas válidos (Isak, Ortuño y Sangalli) y a otros (Lee, Tejera, Franchu y Romero) apagados o fuera de cobertura.

Con todo, hizo lo imposible el Cartagena para aguantar. Acabó cediendo ya casi entrado el minuto 92 (de los 4 añadidos), cuando ya veía la orilla tras tanto oleaje de Las Palmas. Así, dos jugadores frescos de ideas (Vitolo y Benito) protagonizaron la última embestida local, servida en bandeja a un Jonathan Viera que solo tuvo que empujarla dentro. El más listo de la clase se adelantó a la jugada antes que el incorporado Arribas, recién aterrizado en el partido. Granada, Málaga y Lugo esperan ahora en ocho días de vértigo. En juego: seguir en los puestos de 'play-off'.