El UCAM, cautivado con el último baile de Jordan y sus Bulls

Continúa la resaca producida por 'The Last Dance', el documental de diez episodios de Netflix que viaja hasta la temporada 1997-98, la última de unos Chicago Bulls de leyenda que lograron ganar seis títulos de la NBA en ocho temporadas, años en los que Michael Jordan alcanzó el estatus de mejor jugador de baloncesto de la historia.

Sobre Jordan, cómo no, es sobre quien gira la trama central del documental, que contiene imágenes inéditas de un equipo de cámaras que acompañó en exclusiva a aquellos Bulls en su última temporada juntos, complementadas por una mirada interna al Jordan más personal, su pasado y su tortuoso camino al éxito, así como el de sus cómplices, y un total de 106 entrevistas. Jordan, muy celoso de su intimidad, fue convencido en 1997 por Adam Silver, actual comisionado de la NBA y por entonces presidente de NBA Entertainment, por medio del poder de decisión de que tales imágenes solo pasarían a producción cuando él lo autorizara. El momento llegó en 2016, después de ver a LeBron James ganar su tercer anillo.

Más allá del baloncesto, el exitoso documental pone de relieve las relaciones personales, las intrahistorias de vestuario o las luchas de egos entre equipo y directiva, dando con momentos de plena emoción, como cuando Michael Jordan «se emociona recordando la manera de hacer que sus compañeros sacaran lo mejor de sí mismos», la parte favorita del base del UCAM Rafa Luz.

Y es que el documental no es una loa a la figura de Jordan, también nos destapa episodios sombríos como sus problemas con el juego, el asesinato de su padre o la aspereza con que trataba a sus compañeros, especialmente a los más jóvenes. Marques Townes, que ha debutado este año como profesional, le quita hierro. «Es un trato como el de cualquier otro veterano, quieres que saquen lo mejor de sí mismos porque sabes que necesitarás que estén preparados para afrontar con naturalidad ambientes hostiles», dice. Luz, ya veterano, matiza que «hay que saber con quién ponerse así, pero es mejor perder una batalla en un entrenamiento para ganar la guerra en el partido».

Ese lado oscuro de Jordan es lo que más debate ha generado, el de un obsesivo carácter moldeado tras años previos de quedarse a las puertas. «Afrontaba la adversidad con total perseverancia», comenta Sadiel Rojas. «La mejor característica que puede tener un deportista es su perseverancia, ser capaz de jugar con amor al deporte cada noche pese a los problemas que pueda haber en su vida», destaca el alero dominicano.

Esa perseverancia de la que habla Rojas era ya toda una declaración de intenciones cuando el Jordan novato llegó en 1984 a Chicago, una gran metrópoli estadounidense a la que le faltaba ser respetada deportivamente. Dos décadas después de su último campeonato, Townes da fe de que ese efecto perdura. «Es algo que te empuja a ser mejor, ver cómo unieron a la ciudad alrededor suyo», recuerda el joven del UCAM, residente durante tres años en la 'ciudad del viento'. Townes estuvo en la Universidad de Loyola. «Fue increíble volver a hacer feliz a la gente a través del baloncesto, los mejores años de mi vida», indica.

Aquella época en la que los Bulls hicieron historia con sus seis títulos entre 1991 y 1998 –en 1994 Jordan se había pasado al béisbol y en 1995 regresó cerca de terminar la temporada– era un baloncesto diferente. Menos uso del triple, defensas más cerradas y árbitros más permisivos. ¿El escenario ideal para Rojas? «Posiblemente, pero a día de hoy también hay muchos jugadores que no reciben el mérito que merecen y sin los que sus equipos no funcionarían», alega el capitán del UCAM.