Borja, nos volveremos a ver
Por edad podía ser mi hijo y, sin embargo, debido a su madurez, su temple y su exquisita educación siempre nos tratamos como colegas. Nos ... conocíamos de vista, pero no empezamos a hablar hasta que la vida nos colocó el año pasado en camillas contiguas en la clínica de fisioterapia que regenta en Cartagena el gran Chema Faraco, en Ribera Salud. Yo me rompí el cruzado en una pachanga del fútbol sala y él se destrozó el húmero en Misano. Fuimos coincidiendo y hablando de muchas cosas. Fui sabiendo que las puertas se le iban cerrando y fui también comprobando que no iba a rendirse. Borja era tan bueno y tan rápido como la mayoría de los pilotos que ahora mismo están en el Mundial de motociclismo.
Siempre nos encontrábamos en el mismo sitio, ya que mi rodilla sigue dándome problemas y él necesitaba recomponer su castigado cuerpo prácticamente después de cada gran premio. Y casi siempre hablábamos de motos. Y de su futuro. Y de lo complicado que es hacerse un hueco en la élite de este deporte si no tienes dinero. Con todo, en los últimos meses Borja estaba volando, ganando carreras y liderando los dos campeonatos en los que competía, el Nacional de superbikes y el Europeo de stock.
Aunque era un chico prudente y reservado, consciente de lo retorcidas que a veces son las cosas en el mundo en el que se movía, la última vez que lo vi, hace unas tres semanas, estaba contento y más animado que de costumbre. «Creo que pronto podrás escribir cosas positivas de mí», me soltó antes de despedirse, tras una ronda en la que conversó y se abrazó con todos sus amigos de la clínica.
Se refería a una posible vuelta al Mundial de Moto2 que cada vez era más posible. Se lo merecía y se lo estaba currando mucho en este 2025 en el que todo iba rodado. Este jueves, la llamada de Chema me heló la sangre. No hay consuelo. Nos volveremos a ver, Borja. En alguna camilla de alguna otra vida.
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