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Alberto Martínez, en la piscina de la Urbanización Mediterráneo. J. M. Rodríguez / AGM
Natación

Un cartagenero en la corte de Mireia

Alberto Martínez, interno en el CAR de San Cugat y esperanza nacional en aguas abiertas, brilla en el equipo de trabajo de la campeona olímpica

Francisco J. Moya

Cartagena.

Domingo, 24 de febrero 2019, 11:52

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Acaba de comenzar la temporada con un vigésimo puesto en Doha, en la primera prueba del circuito FINA Marathon World Series. Irá a más con el paso de las semanas Alberto Martínez (Cartagena, 1998), quien el pasado verano sorprendió a todo el mundo con una meritoria décima plaza en el Europeo de aguas abiertas. Lo consiguió en los 10 kilómetros, la distancia olímpica. Era su debut en una cita de este nivel y fue -de largo- el mejor de la delegación española. Él mira a Tokio.

Es joven todavía, pero tiene garra, actitud y clase este nadador absolutamente desconocido en su tierra. Porque hace 18 meses lo dejó todo y se marchó a Barcelona, donde vive enclaustrado entre las cuatro paredes del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de San Cugat, por y para la natación. Entrena a las órdenes del francés Fred Vergnoux, en el grupo de trabajo de Mireia Belmonte.

LOS PROTAGONISTAS

  • Alberto Martínez

  • Edad 20 años.

  • Disciplina 10 y 25 kilómetros en aguas abiertas.

  • Palmarés Subcampeón de España júnior, subcampeón nacional absoluto y 10º en el último Europeo.

  • Alejandro Puebla

  • Edad 16 años.

  • Disciplina 200, 400, 800 y 1.500 libres.

  • Palmarés Campeón de España en 2015, 2016, 2017 y 2018. Tiene la segunda mejor marca júnior del mundo en 1.500, la quinta en 800 y la sexta en 400.

«Somos cinco nadadores. Ella, otra chica, dos compañeros y yo. Fred [técnico de Mireia y entrenador jefe de la selección española de natación] es un sargento de hierro. No pasa una y no deja que nadie se salte nada. Es estricto e innovador. Detesta las excusas y nos pone las pilas. Yo eso lo llevo bien porque soy un tío trabajador. No le pongo pegas a nada y me gusta la disciplina», cuenta Alberto.

«Fred Vergnoux es un sargento de hierro. No pasa una y detesta las excusas. Yo lo llevo bien»

«He renunciado a todo, a estar con mi familia y con mis amigos. Pero estoy haciendo lo que me gusta»

Vive interno en el CAR de San Cugat. «Me mantiene la Federación. Me pagan la comida y el alojamiento. Yo no tengo que pagar nada ni tampoco cobro nada. Antes estudiaba en el instituto que hay dentro del CAR. Ahora lo hago a distancia, todo online, por las noches. Sé que muy poca gente vive de la natación. Y sé que un día acabará todo esto. Por eso estudio el Grado Superior de Actividades Físicas y Deportivas», indica el nadador salido del CN Áncora y que siempre ha vivido en Ciudad Jardín, «al lado del colegio Vicente Ros».

Seis horas en el agua

Su nueva vida en Barcelona es cualquier cosa menos cómoda. Y Alberto lo deja claro detallando cómo es su rutina. «La alarma suena a las 06.45, voy a la piscina, hago calentamiento en seco media hora y luego dos horas y media en el agua. A las 10.00 desayunamos y a las 10.30 empezamos con una sesión de pesas. Eso los lunes, miércoles y viernes. Martes, jueves y sábado hacemos una hora y media de CrossFit. Comida y descanso. Y a las 16.00, de nuevo trabajamos una hora en seco. A las 17.00 volvemos al agua y salimos a las 20.00. Cena y a la cama. Tenemos libre la tarde de los miércoles y la de los sábados. Y la mañana del domingo. Los domingos por la tarde también hay un entrenamiento en piscina. No hay tiempo para ir a clase y ahora lo hacemos online, por nuestra cuenta», señala.

¿Se ve mucho tiempo así? «Estoy es muy duro, pero es lo que me gusta. En 2017 fui segundo en el Nacional júnior y cuarto en el absoluto, en los 10 kilómetros de aguas abiertas. Y fui yo el que pedí una beca para venirme al CAR de San Cugat y poder entrenar con Fred Vergnoux. Y esto ha sido un 'boom' en mi trayectoria. Llevo un año y medio con él y noto que voy a más, mejorando cada semana. Hablé con Marga [Domínguez, su entrenadora de toda la vida en el Áncora] y me dijo que adelante. Me animó a venir a Barcelona porque en Cartagena ya no había más margen de mejora. Me dijo que ese paso tenía que darlo», responde.

Y, tras un año y medio en el CAR de San Cugat, hace un balance positivo. «Aquí estoy feliz, muy orgulloso de poder entrenar cada día al lado de una campeona olímpica como Mireia [Belmonte]. Noto además que en la Federación valoran mi progresión y están satisfechos, porque mis marcas son cada vez mejores. ¿Hasta cuándo? No pienso en eso. En aguas abiertas vale más la experiencia que el trabajo. La gente gana con 32 años. Y yo tengo 20. Fíjate si tengo recorrido. Pero no pienso en el tiempo que voy a estar nadando ni los años que voy a estar interno en el CAR de San Cugat», añade Alberto.

El último en su debut

Él empezó a nadar porque su hermano mayor lo hacía. Y se enganchó. «He nadado siempre con chicos mayores que yo. Empecé con 5 años. Recuerdo que mi primera competición fue la travesía a nado del Puerto de Cartagena. Tenía 7 años y llegué el último porque todos eran mayores que yo. Pero me dieron el premio al nadador más joven y me fui contento a casa. Con 9 años ya empecé a destacar un poquito y me quedé tercero en la Liga de natación de la Región de Murcia. Y entonces empecé a tomármelo algo más en serio. Ganaba medallas y eso a un niño siempre le mola. Y el día que lo cambió todo fue cuando me quedé cuarto en el Campeonato de España infantil de aguas abiertas. Acabé muy cerca del tercero y a punto de clasificarme para el Europeo de Croacia. Me dio tanta rabia no ir que me piqué y empecé a entrenarme muy duro», recuerda.

Y hace dos temporadas llegó la explosión de un nadador que a sus 20 años, hoy ya se ha convertido en la gran esperanza española en aguas abiertas. «Con 18 años, en mi primer 10 kilómetros, quedé subcampeón de España y 13º en el Europeo. En 2017 fui segundo en el Nacional júnior y cuarto en el absoluto. Esta temporada, en septiembre, en Eslovenia quedé 12º en los 5 kilómetros. No estaba entrenado tras las vacaciones y fue un buen resultado. Luego estuvimos concentrados en Sierra Nevada y fui en noviembre a Abu Dabi, donde terminé 19ª. No me gustó ese resultado, aunque fui el primer español. El objetivo para este 2019 es estar entre los diez primeros del mundo», admite.

«Este verano tenemos el Mundial de Corea del Sur. Primero tenemos que clasificarnos en el campeonato de Francia. Y allí en Corea nos jugamos el pase a las Olimpiadas de Tokio. Si me quedo entre los diez primeros del Mundial entro directamente en los Juegos. Si no es así, en 2020 habrá un Preolímpico y los quince primeros irán a Tokio. Estoy tranquilo y confiado. Tengo fe en el trabajo que hago y sé que mis emociones debo mantenerlas aparte. Quiero quitarme esa presión de tener que acabar entre los diez primeros e ir a los Juegos. Tengo que ser feliz y estar en calma conmigo mismo», se receta Alberto antes de un verano que posiblemente va a marcar toda su carrera deportiva.

Un sacrificio enorme

Alberto no tiene la libertad de sus amigos y está muy lejos de su familia. Solo los ve en Navidad y vacaciones de verano. Tiene poca vida más allá de la piscina y el sacrificio que está haciendo es enorme, sin saber si alguna vez tendrá recompensa. Pero no le importa. «Al final, mi vida aquí es hacer deporte y establecer algún tipo de relación con los compañeros del waterpolo, del taekwondo y las chicas del equipo olímpico de sincronizada, todos internos en el CAR. El primer año lo pasé mal, aquí metido. Siempre tenía ganas de volver a Cartagena. Ahora, lo controlo mejor. Yo he renunciado a todo, a estar con mi familia y con mis amigos. Y ha sido libremente. Lo que peor llevo es no poder comer jamón serrano [se ríe]».

Su relación con Mireia Belmonte es «cordial» y «de respeto». «Si le preguntas, ella te va a responder. Pero tampoco vas a estar todo el día dándole el follón con tus cosas ni ella te va a decir lo que tienes que hacer en tu rutina diaria. Ella es trabajadora y todo lo que ha logrado ha sido a base de currar. Claro que tiene talento, pero ella ha sido campeona olímpica por todo lo que ha trabajado. Es un referente y una fuente de motivación para todos los que entrenamos con ella», apunta.

Por último, se alegra de que «la gente de mi club [el Áncora] me tenga como su referente» y confiesa que «mis amigos me dicen que estoy loco y que esto de entrenar diez horas al día es una locura. Saben que esto es muy sacrificado, pero es la gente que está detrás siempre».

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