Diego Fructuoso: «He cumplido el sueño por el que he luchado desde niño gracias a Cardona»
El preparador cartagenero se quita la espina de no haber podido ir a unos Juegos como deportista con el bronce olímpico de su pupilo en la clase Finn
Llegó de Tokio el viernes de madrugada. Apenas durmió cuatro horas y ya estaba montado en su coche para poner rumbo a Galicia, donde descansará ... unos días antes de embarcarse en nuevos retos. Le apetecía seguir viajando, a pesar de que poco antes había volado desde Japón a Alemania (10.000 kilómetros) y, de ahí, a España (otros 2.000). Pero Diego Fructuoso (Cartagena, 39 años) es así, un trotamundos que no puede parar por su casa. Vive en Madrid desde hace ocho años, pero nunca está allí más de una semana seguida. Casi siempre sale de la capital por obligaciones del trabajo. Él, además, es el rostro que se esconde tras el éxito de su pupilo, Joan Cardona, regatista balear que firmó hace unos días el bronce olímpico en la clase Finn de vela. «Una locura», dice 'Pechu', como le llaman sus amigos del colegio, a quienes sigue muy unido.
Está feliz, exultante. El logro conseguido por su discípulo no entraba en los planes. Pero él y un «animal competitivo», como define el técnico a Cardona, hicieron historia, colocando sobre sus cabezas la coronas de laurel, obsequio que solo portan los que alcanzan la gloria subiendo al podio.
«El Finn desaparece como modalidad olímpica y tenemos que ver cómo lo hacemos ahora»
EL FUTURO
–¿Ha asimilado ya el bronce logrado por su regatista en Tokio?
–La verdad es que no sé cómo explicar qué es lo que siento. Ha pasado todo muy rápido, a toda leche. Piensa que veníamos de un ciclo olímpico donde la vela no consiguió ninguna medalla. Es más, salimos al agua con dos resultados en otras clases donde tampoco se logró el metal. Y si arrancas así piensas que todo puede ir mal. Pero no. Fue bien. Y estoy muy contento.
–¿Cómo es tener una medalla olímpica en las manos?
–Un sueño de vida. Pesa muchísimo. Es como una metáfora del trabajo que cuesta ganar una. Es una locura. Esto va a quedar ahí para siempre.
–¿Qué hay tras ese bronce?
–La medalla es como la última parte del proceso. Desde que tengo uso de razón, cuando empecé a navegar en el Mar Menor, llevo luchando por este momento. Todo lo que me he esforzado, estudiado y trabajado ha sido para esto. Al igual que Cardona, que es un animal competitivo. Tiene ambición, curra mucho y fue sin miedo. Trabajamos muy duro para, primero, clasificar a España para los Juegos y, luego, para hacer el mejor resultado posible.
–¿Y compensa?
–En ese momento merece la pena todo. La experiencia es única. No pude dormir nada la noche de antes porque había mucha emoción contenida. Tampoco el día de después, por la adrenalina. Si te digo la verdad, ocurrió hace unos días pero ahora que he vuelto parece que ha pasado un mes.
–Cuéntenos. ¿Cómo vivió la carrera? Pudo pasar de todo.
–Sinceramente, no disfruté mucho. La gente me pregunta si me pongo nervioso. Solo lo hago cuando las cosas no están en mi mano. Una vez se dio la salida, yo ya no podía hacer nada. Antes de competir, estuve trabajando, midiendo el viento y ultimando ajustes. Esto no es como en el fútbol, que el entrenador puede gritar. Nosotros estamos en un barco, limitado por unas boyas. Mi visibilidad era reducida. Cuando se acercaban a donde estábamos era el único momento en el que podía verle. Como bien dices, pasó de todo: al final ganó medalla, pero podía no haberlo hecho. También te digo que si hubiera quedado cuarto tendría la conciencia muy tranquila. No estaría igual de contento pero sí tranquilo. Afortunadamente, el final fue dulce. Casi me da un infarto (risas).
«El Mar Menor es un lugar único en el mundo para la vela ligera, pero aquí las cosas no van bien»
DE LA TIERRA
–Y la experiencia olímpica marcada por la Covid, ¿qué tal?
–Han sido mis primeros Juegos. Ir a unos era mi sueño. Es verdad que la gente que ha acudido más veces me decía que no eran normales. Ya de por sí la vela estaba en una subsede. Es decir, ambiente poco. No podías vivir la ciudad, hacer turismo. Pero es lo que toca. Ha sido una experiencia bonita pero descafeinada por culpa del virus.
–Entonces, ¿se ha quitado ya la espinita que tenía? Intentó varias veces meterse como regatista pero no llegó a conseguirlo.
–Y tanto. Mucha gente lucha muy duro para llegar a unos Juegos. Nosotros, encima, hemos sacado medalla. La espina me la he quitado, pero bien. Prueba superada. En vela se habla siempre de los tres hitos con los que se sueña. Son los Juegos, la Vuelta al Mundo y la Copa América. En mi caso di la vuelta al mundo y he ganado una medalla en Japón. Solo puedo estar muy feliz.
–Estar en Tokio le habrá dejado alguna anécdota...
–Bueno, como te decía, hemos estado muy aislados, en una subsede. Antes de viajar tuve que operarme de una hernia. En el hotel, estábamos en un séptimo piso y teníamos que subir andando porque no podíamos meternos juntos en el ascensor. Entonces, le eché un poco de morro y yo pedía subir en el ascensor por mis problemas de la espalda. Era curioso ver a grandes deportistas por las escaleras y yo con ese privilegio (risas). También nos pasó que, en el vuelo de vuelta, coincidimos con una búlgara que había ganado la medalla de oro. Y ahí iba, con ella colgada. En el avión también estaba Ana Peleteiro. Esa convivencia es una pasada.
–Desde el 2019 lleva entrenando en el equipo nacional de vela. ¿Qué va a hacer ahora?
–Tenemos que pensar en cómo hacerlo. El Finn desaparece como modalidad olímpica. Es una pena para España porque con Cardona había medallista para muchos años. Tanto él como yo tenemos que ver cómo encauzamos la situación. Tengo dos semanas de vacaciones y luego empezaré a competir en la Copa del Rey de barcos clásicos. Y después me voy a un reto con chicas que han padecido cáncer.
–Háblenos de esa aventura.
–Bueno, será en septiembre. Se llama Reto Pelayo Vida. Se trata de ir desde Galicia al Círculo Polar Ártico con cinco mujeres que han superado un cáncer. Es bonito porque normalmente siempre pensamos en competir, pero te das cuenta de que hay otras cosas mucho más importantes.
-¿Cuántas horas le dedica al día a la vela?
–Mi mujer me dice que muchas (risas). Siempre estoy estudiando sobre el tema y voy con el ordenador a todas partes.
–¿Cómo está la vela en la Región?
–Llevo ocho años viviendo fuera de Cartagena, pero creo que la vela no está muy bien en nuestra zona. En Santander no tienen nuestro clima, pero los niños y niñas salen del colegio y se van al barco. Y en Cartagena eso no pasa. No existe la cultura de salir a navegar. El por qué, no lo sé. Y por cierto, yo que siempre estoy viajando, te digo que el Mar Menor es un lugar único en el mundo para la vela ligera.
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