Yo he visto a (Lalo) Maradona
TOQUEN Y VAYAN ·
Se ha ido el mejor jugador de la historia y, con él, un fútbol que ya no volverá, el de las pasiones desenfrenadas y los excesos consentidosDicen que murió solo. Y es paradójico que el mejor jugador de la historia hasta la aparición de Leo Messi, el tipo que trascendió al ... fútbol para convertirse en un icono cultural de los 80 y los 90, acabara en soledad. Diego Armando Maradona tuvo 11 hijos (reconocidos) con 9 mujeres y durante toda su vida lo acompañó un séquito de colaboradores, agentes, ventajistas, chupasangres, sinvergüenzas, vividores y guardaespaldas que nunca fue inferior a la docena de personas. Y, sin embargo, a la hora de la verdad comprobamos que todo era mentira.
Se ha ido el mejor jugador de la historia (hasta que Messi nos hizo replantearnos esta certeza) y, con él, se nos marcha un fútbol que ya no volverá, el de los excesos, las patadas criminales, los campos impracticables y los embustes que nos tragábamos sin rechistar. Sin redes sociales ni un mundo dominado por la dictadura de las pantallas, tenías que ver las cosas con tus propios ojos para validarlas.
Y aunque todos (incluidos los que éramos niños) sabíamos que 'El Diego' iba por el mal camino desde su etapa en el Barça seguimos adorándolo hasta que, muchos años después, admitió en la 'Bombonera' que «la pelota no se mancha» y que «yo me equivoqué y pagué». Cabe preguntarse si Messi, con aquellas entradas salvajes y campos impracticables, hubiera sido «Maradona todos los días», como una vez apuntó el gran Jorge Valdano y, desde entonces, todos repetimos hasta la saciedad.
El hermano del Pelusa vino con el Granada e hizo un gol a Sebastián. En el Municipal de Torre Pacheco no cabía un alfiler aquella tarde
De todo hemos leído estos últimos días. Poco más puedo aportar yo. Maradona puso a Argentina ante el espejo y se descubrieron las dos caras del país: el brillante y el que da vergüenza ajena. Tras su muerte, en la Casa Rosada, volvieron los fantasmas en forma de saqueos y disturbios. Los barras bravas, al mando del velatorio. No llores por mí, Argentina. Los que no saben de fútbol se quejan de que estamos despidiendo a un adicto a la cocaína y al alcohol como si fuera un Dios en la Tierra. No saben de fútbol. Ni lo entienden ni lo quieren entender. Como recordó Pep Guardiola este jueves, no importa lo que Diego hizo con su vida, sino lo que hizo con la nuestra.
Yo era un niño, pero recuerdo lo que hacía y dónde estaba cuando doblegó él solo a los ingleses en el 86. Y cuando en su Nápoles querida respondió con insultos a los italianos que pitaban el himno argentino en el 90. Y cuando salió de la mano de una enfermera en el 94, tras hacer trampas en Estados Unidos, en aquel positivo que por cierto dio en exclusiva en España LA VERDAD, gracias a Juan Antonio Calvo, nuestro enviado especial a aquel Mundial. Otros tiempos.
Su recuerdo pervivirá siempre en los que lo vimos por la tele. Porque hizo lo que nadie antes había hecho: ganar un Mundial él solo. Y luego, aunque sus adicciones jugaban en su contra y él mismo se convirtió en su peor enemigo, con un pequeñito Nápoles le quitó dos ligas al Milan de Sacchi y a la Juventus de Platini en la mejor Serie A de todos los tiempos. Mucha tela.
A Diego no lo vi en directo. Sí a su hermano menor, Lalo Maradona. Fue en Torre Pacheco, jugando con el Granada. Contra el Cartagena. Era noviembre del 87. Le marcó un gol a Sebastián, el portero que nació en Los Mateos y que vivió como si también se hubiera criado en Villa Fiorito. Luego remontó el Efesé con dos tantos de Paco Machín y otro de Brizzola. Pero esa tarde solo había ojos para el hermano pequeño del gran Maradona. Yo tenía 9 años y durante toda la semana soñé con que llegara el domingo. Toda Cartagena lo hizo. Imposible describir los nervios en el estómago de aquel día.
Se desbordó la locura en el Municipal de Torre Pacheco, donde el Efesé jugó entre octubre del 87 y febrero del 88 porque el Almarjal había sido derribado ya y el Cartagonova estaba en construcción. No cabía un alfiler en aquellas gradas supletorias levantadas con hierros y maderas. Eso era Maradona. Demencia a su alrededor. Siempre. Incluso aunque aquel Maradona, Lalo de nombre, solo compartiera una cosa con Diego: el apellido. Más allá del gol, apenas se le vio. Pero poco importaba. Habíamos visto al hermano de Dios.
Antoine no quiere fotos
Me parece un delantero bárbaro, de los que mejor encaja en los roles predominantes de este fútbol moderno donde se premia la versatilidad y la ocupación de espacios. Pensaba que, a pesar del ruido a su alrededor, triunfaría en el Barça sin ningún tipo de discusión. Pero pasan los meses y el atacante galo Antoine Griezmann (Mâcon, 29 años) no sale del túnel.
El chico llamó el otro día a Jorge Valdano y le pidió una entrevista. Urgentemente. El ruido se hacía ya insoportable. En 'Universo Valdano' se alineó con Messi, pidió calma y casi exigió que lo dejaran en paz. Que pusieran el foco en otro sitio, vino a decir. Puedo entender al francés, pero el problema es que él mismo empezó y alimentó esta historia, con aquel absurdo documental elaborado por la productora de Gerard Piqué en el que se pasó de frenada. Fue a por lana y acabó trasquilado.
Se quedó en el Atlético y luego se arrepintió. Llegó tarde y mal al Camp Nou y además se ha encontrado con el peor Barça de los tres últimos lustros. Y él es uno de los que tiene que rescatar al club del barro en estos momentos de zozobra. Necesita tiempo. Pero es que el Barça nunca tiene tiempo. Y necesita paz. Pero es que él mismo, con esa actitud suya tan pueril y egoísta, desató las hostilidades.
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