Terremoto grana en las gradas del Cartagonova
Un cabezazo de Héctor Pérez desató el seísmo en el Fondo Norte, el epicentro del asalto del Real Murcia a un feudo con ambiente de Primera División
Antonio Zomeño
Lunes, 8 de diciembre 2025, 21:38
El Cartagonova transformado en un coliseo romano para el regreso del derbi seis años después. Once gladiadores a cada lado del Puerto de la Cadena, ... alentados por dos hinchadas que llevaban más de un lustro conteniendo la máxima rivalidad del deporte rey en la Región, guardada en el diván de los mejores años de unos, del destierro al barro de otros. El 'no hay billetes' en las taquillas desde el mediodía, un dato que quedó en 13.430 espectadores de entrada oficial, un llenazo a falta de 300 butacas como fiel reflejo de lo que deparaba a los protagonistas sobre el verde, a ratos opacados por una grada que apretó como en las grandes ocasiones, entonando una banda sonora que puso a latir las mismas entrañas del derbi desde mucho antes del pitido inicial.
Porque esta rivalidad contenida se llevaba jugando desde hace semanas, con ambas hinchadas calentando desde casa en cada partido, en sesiones de entrenamiento, en tertulias frente a cámaras o en el bar, con la cerveza de por medio. Recibimientos a lo 'estrella del rock' y despedidas a la altura de quien camina hacia una final europea, pero esta se jugaba en Cartagena, como esas letras en negro sobre blanco que el incesante goteo de hinchas comenzó a tapar en la lateral del coliseo desde las 17.00 horas del día D.
La hora H se aproximaba, y el respetable se hizo oír desde el calentamiento, con ruido de viento y cánticos como en una cuenta atrás para el estallido definitivo. 'No es tan solo un derbi, es una cuestión de historia. En esta provincia siempre manda Carthago Nova', lució el tifo del Fondo Sur entre los tomos de una rivalidad centenaria, junto a una imagen del Vito Corleone de Coppola. En frente, las bufandas pimentoneras al viento de un Fondo Norte inundado de grana, teñido de ilusión con el resurgir del equipo de Colunga.
El epicentro del seísmo
El silbido, Flakus para Isi y ruido de viento. Desde el primer segundo: cada duelo, cada recuperación, cada bola que no se daba por perdida o cada decisión arbitral fiscalizada por el respetable. Gritos identitarios en ambos fondos; desde el sur contagiando a todo el estadio, desde el norte como un muro de resistencia grana que gritaba a una sola voz, que hacia tanto ruido como todos sus rivales. Sur y norte; un estadio como un mapa de ese territorio que llevaba demasiado calentando la previa, con ganas de derbi, entre palmas de verbena y cánticos que hacía demasiado que no se entonaban.
La grada también jugaba, pero los de Colunga salieron mejor, y cuando la parroquia albinegra se templaba, el canterano Héctor Pérez congeló al Efesé al sobrevolar el segundo palo, con un testarazo que transformó el Fondo Norte en el epicentro de ese seísmo que a punto estuvo de tirar abajo el Cartagonova. Gritos de 'Efesé' para levantar el ánimo, antes de que Antonio David amenazara con dejar el derbi solventado en menos de media hora.
El suspense de las revisiones entre silencios agónicos, con la mano del colegiado sobre el revólver antes de aliviar esos alientos contenidos por tres cuartas partes del estadio. El marcador anticipaba el descanso, y esa misma parte del Cartagonova se puso en pie antes de llevarse las manos a la cabeza, con un remate incomprensible de Diego Gómez, que mandó a las nubes un regalo anticipado de Navidad.
Una celebración eterna
El derechazo de Luismi al travesaño anunció el comienzo de una segunda parte que ya llevaba varios minutos de juego. La hinchada albinegra entraba y salía del partido, como los guerreros de Javi Rey. Primero De Blasis, con el segundo homenaje de los suyos en su partido 501; después Ortuño, que levantó a la grada como un recordatorio de esos derbis donde murcianos y cartageneros eran representados por gente de la tierra, partidos que hundían sus raíces en el lugar de origen. La réplica en el muro grana se dio con Pedro León, y ese cántico que se entona desde hace cuatro años, pero que parece condenado a no materializarse.
El derbi caminando por los estertertores, y ese marcador luminoso dominándolo todo sobre el Fondo Sur del Cartagonova. La desesperación albinegra; el contener del aliento grana. El crono acelerado para unos, segundos que se dilatan para otros. Cuatro de añadido, incredulidad desde el vulgo hasta el propio Rey, gesticulando, con las manos en la cabeza. Gazzaniga la atrapó y los escépticos llenaron los vomitorios. Todavía quedaba una del Efesé, pero se estrelló directa con ese Fondo Norte que estalló en decibelios de delirio colectivo.
La fiesta en casa del máximo rival, fente al desfilar resignado de la parroquia albinegra. Bufandas granas a lo alto del cielo cartagenero. Foto de familia con esos más de 3.000 fieles en un muro pimentonero donde nadie se mueve de su butaca, pero donde todos saltan y festejan la conquista del feudo del eterno rival, el primer derbi en seis años, el primero de los asaltos de una rivalidad de la tercera categoría, pero que siempre luce un aspecto de la máxima élite en las gradas.
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