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Nadia Nadim, en el Parque de los Príncipes de París. AFP
Nadia Nadim, de fugarse de los talibanes a la cima del fútbol femenino
Reportaje

Nadia Nadim, de fugarse de los talibanes a la cima del fútbol femenino

La jugadora del PSG, internacional danesa, sólo tenía 10 años cuando su padre, general del ejército afgano y antiguo deportista de alto nivel, fue asesinado

Yassine KHIRI

París

Martes, 19 de marzo 2019, 12:34

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Eligió el balón para perforar las redes de la adversidad. Nadia Nadim, refugiada en Dinamarca tras haber huido de los talibanes en Afganistán hace casi dos décadas, cumplió su sueño de convertirse en futbolista profesional.

Fortuna Hjorring (Dinamarca), Portland Thorns (Estados Unidos), Manchester City (Gran Bretaña) y ahora el París Saint-Germain (Francia). En apenas cuatro años la delantera de 31 años ha jugado en cuatro países. Un destino extraordinario e inesperado. «¡Ya no cuento más!», señala sonriente la goleadora, internacional danesa, de grandes ojos negros.

«Hoy no pienso mucho en el pasado, me siento contenta y reconocida todos los días. Tengo la suerte de estar en una situación en la que puedo jugar al fútbol, amo lo que hago, estar en un lugar donde quiero encontrar nuevas personas. Está lejos de lo que fui cuando era más joven», explica en una entrevista a la agencia AFP.

Y es que Nadia Nadim escapó del infierno. Sólo tenía 10 años cuando su padre, general del ejército afgano y antiguo deportista de alto nivel, fue asesinado por los talibanes.

Fue el hombre que, en un país donde la práctica deportiva por parte de las mujeres es considerada 'haram' (ilícita), la había iniciado en el fútbol, en la casa familiar de Herat, bajo alguna mirada inquisitiva.

Refugiada en Dinamarca

«Antes de la guerra teníamos una infancia normal, pero después fue un poco el caos... Mi padre fue asesinado, mis tíos también. Pensé que la vida era así, a veces las cosas se producen sin que puedas controlarlas completamente», cuenta.

Como su madre, las hermanas Nadim rechazaron ceder ante la adversidad. En compañía de sus cuatro hermanas, Nadia llegó a Dinamarca en el año 2000, vía Pakistán e Italia, con la ayuda de un traficante de personas, cuando su familia pensaba antes de salir que iba a aterrizar en el Reino Unido, donde tienen familiares.

«Justo al lado del campo de refugiados (cerca de Aalborg), hay un terreno de fútbol increíble y todos los días, tras el colegio, yo y el resto de niños refugiados teníamos la costumbre de ir a ver a los otros niños entrenarse. Un día pregunté si podía participar y el entrenador me dijo: 'Claro'», recuerda.

Sin conocer la lengua, Nadim encontró la «herramienta perfecta» de su emancipación y de su integración en la sociedad danesa: el balón.

«Había muchos chicos procedentes de muchos países diferentes; iraquíes, bosnios, somalíes... Nadie hablaba el mismo idioma, por lo que lo único que nos permitía comunicarnos era el fútbol», añade.

Entre los partidos de la Bundesliga, devorados por televisión cada fin de semana justo después de la serie manga 'Dragon Ball Z', su ritual obligatorio, y los entrenamientos de cada día para parecerse a su ídolo Cristiano Ronaldo, la joven Nadia ha cumplido su «obsesión»: vivir de su pasión.

Quiere ser doctora

Tras pasar por varios clubes daneses, alcanzó la selección nacional, después de cumplir con la estricta legislación para alcanzar la nacionalidad danesa gracias a una derogación obtenida por su federación en 2009.

Fuente de inspiración, Nadim espera que su trayectoria permita romper tabúes en su país de origen y en toda la región. «Las chicas afganas no tienen permitido hacer deporte o llevar ropa corta porque 'bla, bla bla...'. Pienso que podemos utilizar el deporte para cambiar los puntos de vista», señala la subcampeona de Europa en 2017.

«Lo he visto en mí misma. Cuando era más joven mi madre decía: 'No juegues al fútbol con los chicos porque mis amigas piensan que hay algo raro'... ¡Era tan estúpido!», añade entre risas.

Fuera del Mundial de Francia, que se disputará del 7 de junio al 7 de julio, Nadim, que dice estar «disgustada» por no competir en el gran torneo, podrá dedicarse a obtener su título de Medicina, primer paso hacia su nuevo sueño: convertirse en cirujana e integrar la ONG Médicos Sin Fronteras.

«Creo que hacen un gran trabajo. Me encantaría estar con ellos algunos años para ganar experiencia, pero también para estar en un sitio en el que probablemente eres la única persona que puedes ayudar a la gente», concluye.

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