Lamine Yamal, el elegido
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Lamine es un niño. Se abrazaba a su vieja bufanda porque olía a su familia. La olía y estaba en casa. Su madre se la ... tiró. Hoy tiene una manta.
Lamine lleva un corte de pelo muy parecido al de los chavales de su generación, pero es distinto. Las mechas y ricitos alfombran una frente que esconde tácticas y entrenos, consejos de los vecinos, de su familia. Una cabeza que, a pesar de su enorme juventud, ya atesora recuerdos y lugares de referencia. Lamine parece uno más pero no es, ni de lejos, lo que parece.
Lamine es el elegido y hoy es su cumpleaños. Cumple 17. Su vida es tan corta que apenas hay anécdotas trascendentes, sólo el carácter y la firmeza de alguien que confiesa ser persona de un solo amigo, que dibuja el 304 con sus dedos cuando marca un gol. Es el código postal de Rocafonda, su barrio de infancia. El dueño del bar El Cordobés muestra en su escaparate la primera camiseta profesional del crío. Lamine, la leyenda de 17 años.
Rocafonda es un barrio obrero de Mataró. Primero emigraron los pobres al sur del sur. Hoy huele a mestizaje. Se concentran los pobres de otros lugares del mundo. La chavalería juegaal fútbol en todas las esquinas. En los balcones de los pisos vintage –aquellos de los años 60, de protección oficial y sin ascensor– lucen banderas españolas. Sí, porque a pesar de las múltiples procedencias de sus habitantes, ellos son españoles. Y así se siente Lamine que, por supuesto, también celebra el éxito de Marruecos. Su padre nació allí. Su madre es de Guinea Ecuatorial. De esa combinación de rasgos sale un bebé guapo que, por cosas de la vida, acaba fotografiado junto a Leo Messi para un calendario solidario. Un bebé de chocolate, de mirada sorprendida que luce los mismos ojos soñadores de hoy. La vida ya iba dando pistas.
Lamine es el elegido: marca golazos sorpresa, conserva la viveza de la calle y una inteligencia antigua que le ha mantenido al margen de problemas. Es humilde pero valiente. No le impone nada, ni siquiera un estadio que brama. 70.000 almas le observan. Nada le distrae. Nada. El niño callejero cuela el balón en la portería con instinto sobrenatural. Nada que envidiar a Pelé. Nada.
Lamine es una alegoría que pisa el césped. Es bailarín como Messi. Es fuerza arrolladora como Mbapé. Es bueno, bello y verdadero. Es talento multicultural. Un maremoto que destruye la mediocridad y tapa bocas a los mezquinos que quieren hacer españoles de primera y de segunda.
Lamine es el jugador de las remontadas. La cantera del Barça lo acogió en La Masia, considerado una promesa casi desde el primer día que salta al campo de juego.
Cuando hizo su debut como futbolista profesional, prefirió estar con la selección española. Fue en un partido contra Georgia. Era el más joven de la historia en jugar y marcar para España. El pasado nueve de julio también fue el más joven que marcó en una Eurocopa. Tenía 16 años y 362 días.
Lamine cumple hoy 17 años. Ya lo hemos dicho. Los Estopa le cantaron: «Lamine Yamal, cada día te quiero más», parafraseando a Los Chichos. Lamine ha pasado pantalla. Ya está en la pared de los inmortales. Como si fuera un Alejandro Magno cualquiera, muchos cantamos sus proezas. No sabemos de fútbol, pero sí de instinto, de supervivencia, de luchar para ganar. Lamine no se conformará con menos. Por él mismo, por su familia, porque es una referencia para otros críos de su barrio. Porque es el orgullo de muchos.
17 años, Lamine. ¿Qué será de tu vida? ¿Seguirás siendo persona de un solo amigo? ¿Pasarás de desplazarte con chófer al jet privado? ¿Olvidarás las calles? ¿Los vaivenes de ser hijo de padres divorciados? ¿Cómo durmió Lamine Yamal Nasraoui Ebana la noche del golazo a Francia? ¿Seguirá escuchando los consejos de su abuela? ¿de los vecinos? ¿de su madre? ¿Te acordarás de cuando Juan Carlos te daba unas monedas para que no te colases en el metro? ¿Cómo serán tus amores? ¿Y tus hijos? ¿Qué deseo pedirá Yamal esta noche cuando sople sus velas de cumpleaños?
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