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Arriba, Jaime Saura e Iván Maldonado; agachados, Adrián Menchón y Javi Saura, todos aficionados del Boca Juniors afincados en Murcia. Foto: Vicente Vicéns / AGM | Vídeo: Verabril

La final del año, del siglo y de todos los tiempos

El superclásico de la Libertadores también quita el sueño a los argentinos afincados en la Región: «Vendería mi alma al diablo por ganar»

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Viernes, 16 de noviembre 2018

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A principios del siglo XX un grupo de italianos se reunió en La Boca de Buenos Aires para crear un club de fútbol. Como eran genoveses y a la ciudad se la conocía como Zena en dialecto, a aquel Boca Juniors se le empezó a llamar el Xeneize. Unos años antes, otro grupo decidió también crear su club en Buenos Aires. Al parecer, se jugó un partido para decidir si le llamaban Forward, como querían unos, o River Plate, como querían otros, porque uno de ellos había visto este nombre en un contenedor del puerto. Ganaron los partidarios de Forward, pero luego admitieron que les gustaba más el otro nombre y como River se quedó. En los años 30, el club pagó un dineral en refuerzos y se le empezó a llamar el Millonario. Así nació un encono histórico, xeneizes y millonarios, una rivalidad que ha ido engordando, cogiendo carne y hueso desde entonces hasta adquirir proporciones oceánicas y cristalizar en el partido del año, del siglo y de todos los tiempos: la final de la Libertadores, cuya vuelta se jugará el sábado 24 tras el empate a dos del domingo. Su mística ha calado en todo el planeta y cómo no, en la Región, donde cientos de argentinos se muerden las uñas, igual que en su país, por un duelo al que sus raíces les impiden ser ajenos.

«Esto es un sinvivir y la verdad es que agradezco estar tan lejos, por si perdemos. Uff, pero cómo me gustaría estar allá si ganáramos». Quien así habla es Iván Maldonado, un hincha del Boca, o de Boca, como dicen ellos, comercial de productos de peluquería que tiene 37 años y confía en los suyos «porque somos diferentes. Somos coperos, atrevidos, cancheros. Sí, tenemos un gen ganador que nos diferencia».

Un nudo en la garganta

José Teso es del River, o de River, tiene 64 años y ha sido utillero en el Cartagena. Él lo vive con un nudo en la garganta «porque esta rivalidad es más grande que la de un Madrid-Barça. A mí no me quita las ganas de cenar, como a muchos de mis amigos, pero admito que puedo estar muy tensionado en la final».

«Tengo amigos que durmieron a las puertas de la Bombonera para pillar sitio», dice Leo Szusterman

Leo Szusterman ama a Boca y vive el partido con pasión. Trabaja en un bar de Murcia de comida argentina, De las Artes, tiene 33 años y asegura que «sería único que Boca ganara: es la Libertadores, contra River y en su cancha, ahí es nada». Leo admite que la distancia atempera algo los ánimos. Se vive igual, pero sin la desmesura que puebla estos días Buenos Aires, donde muchos hinchas pasaron la noche al raso para no perderse la final de sus sueños. «Tengo amigos que durmieron a las puertas de la Bombonera. Ha habido mucha sobreventa y en Boca hay más socios que capacidad tiene el estadio. Así, si no 'hacés' cola, puedes quedarte sin sitio, aunque tengas el carné».

El partido de todos los partidos tiene al país dividido. El propio Mauricio Macri, presidente de Argentina y dirigente del Boca entre 1995 y 2007, profetizó que aquel que perdiese tardaría muchos años en recobrar la compostura. «Sería un palo muy grande», admite Mariano Errazu, hincha de River. Mariano tiene 35 años y trabaja en la pizzería de Murcia Mano a Mano. «Mis padres me hicieron de River siendo chiquito. Mi mejor amigo era de Boca y en algún partido hubo tensión, pero nunca llegamos a pelearnos».

Apuestas sobre la tele

Casi todos admiten que en Argentina vivieron siempre el superclásico con otra mirada más acalorada y a flor de piel. «Mi hermano es de River», dice Iván Maldonado, «y arriba de la tele dejábamos siempre el dinero de las apuestas que hacíamos. Eran apuestas gordas, al cambio, unos 100 euros, así que no eran en broma», explica Iván, que fue al Gamper de este año a ver el Barça-Boca y alguna vez ha hablado con sus amigos de crear una peña de su equipo en Murcia. Iván dice que vende «el alma al diablo con tal de ganar, puede ser dura la derrota».

«Sería un palo muy grande perder esta final», admite Mariano Errazu, hincha del River Plate

Al parecer, los hinchas de River han quedado más conformes con la ida. «Jugamos la vuelta en casa y creo que vamos a ganar», dice Luis Bueno, cocinero argentino de 43 años afincado en Murcia. «Allí es una locura, tengo el móvil lleno de mensajes», dice Luis, que también tiene un amigo que hizo cola toda una noche para lograr una entrada, en este caso no en la Bombonera, sino en el Monumental.

Y es que allí es otra cosa. «Allí se alienta más a los jugadores, aquí todo es más tranquilo, la gente va al fútbol como si fuera al cine. Allí es todo un 'show' de principio a fin», explica Leo Szusterman.

«Somos diferentes, coperos y cancheros; tenemos un gen ganador», señala Iván Maldonado, del Boca

Y así lo cree también José Teso, el exutillero del Cartagena, que vio de primera mano el célebre gol de Enzo Francescoli a Polonia en un amistoso en Mar del Plata de 1986. «La gente lloraba, se tiraba por el suelo, era increíble», dice este aficionado de River sobre la chilena que muchos rescataron del recuerdo hace meses, cuando Cristiano marcó otra ante la Juve y afloraron las comparaciones.

Lo cierto es que todos, más nerviosos o más tranquilos, esperan ya la vuelta del 24 de una final que nadie se quiere perder, pero nadie quería que llegara, por si sonríe al vecino. Y es que aquí de ganar a perder no va un resultado: va todo un mundo. Por algo muchos hacen cola al raso sin dormir, una pareja argentina llamó a su hijo River Plate -«el apellido de mi mujer es Plate y se lo planteé a mi esposa, que aceptó», ha dicho el marido-, un japonés hizo un viaje de 33 horas y tuvo que volverse sin ver la final por culpa del diluvio... Esto no es un partido, es fútbol 'elevado al cuadrado', es otra cosa, es la final de todos los tiempos.

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