La Supercopa, el torneo de las sorpresas

Una Copa del Rey de la que presume un deporte no solo por su competición en sí, también por la hermandad con que viven las ocho aficiones un evento que es mucho más que lo que pasa en la cancha, y que tiñen de color las calles de la ciudad que actúa como sede, convertida en capital de la pelota naranja.

La Supercopa no se puede comparar a la Copa del Rey en repercusión y prestigio. Pero sí le 'roba' a la Copa ese apelativo de ser conocido como el torneo de las sorpresas. Unas que, para el torneo de mitad de febrero, empiezan desde antes del mismo en sí, pues cada año cae alguna que otra campanada con la inclusión de un modesto o la ausencia de quien nadie contaba con que faltaría a la cita. Véase la épica de UCAM, Manresa y Breogán en la edición de 2022 de Granada, sin Baskonia, Unicaja Málaga o Gran Canaria.

Precisamente Granada es uno de los ejemplos que puede tomar como referencia el UCAM, que este fin de semana buscará una gesta histórica en la Supercopa que organiza en Murcia. En 2005, un Granada que había sido decimoquinto la temporada anterior (la de su vuelta a la élite), se coló en la final después de dejar con un canto en los dientes al Unicaja (73-71), que, como en aquella ocasión, este fin de semana se enfrentará al anfitrión, el UCAM, y se presenta como vigente campeón de la Copa del Rey, que también ganó aquel año. La gesta de los nazaríes en 2005 cerca estuvo de volverse épica, pues en la final solo cedieron por seis puntos ante el Baskonia (61-55).

En la Copa, una sorpresa te hace superar los cuartos de final. En la Supercopa, plantarte en un todo o nada por un título. El UCAM sabe lo que cuesta sorprender dos veces. Lo hizo en la Copa del Rey de 2022, pero en la semifinal solo se llegó al susto con el Barça. Si las sorpresas fuesen fáciles de replicar, no se llamarían sorpresas.

Aquella de Granada fue la primera de siete finales que, desde entonces, ha disputado el club anfitrión. Y son varias las que sirven de modelo al UCAM. En 2007, un Bilbao décimo la temporada anterior también llegó a la final. Misma miel en los labios en 2008 para el Zaragoza, recién ascendido de la LEB. El primero perdió la final por ocho puntos y, el segundo, por solo uno. Sin miedo a perder, la valentía crece.

Pero la gran traca llegó en 2016, cuando el Gran Canaria se coronó campeón. No lo hizo en casa, pero fue una victoria que hace de la Supercopa un torneo más propenso a las sorpresas. Y venía de ser quinto la campaña anterior, pero este era el primer título de su historia. Después de superar 80-84 al anfitrión Baskonia en semifinales, arrolló al Barça 79-59. Un año más tarde, casi la repite, cuando, ahora sí, en Las Palmas, se quitó de encima al Real Madrid en la semifinal (73-64).

La historia dice que la Supercopa es un torneo de sorpresas. Y que jugar de anfitrión cuenta. Y la historia se sigue escribiendo este fin de semana en Murcia.