Alberto Antuña: «Mis tres experiencias más brutales han sido en Uganda, Senegal y Sudán del Sur»
«Seguiré dirigiendo al Azulmarino de Mallorca porque no soy entrenador de masculino o femenino, voy por proyectos motivantes»
Es difícil encontrar un currículum más internacional en menos tiempo que el de Alberto Antuña (Murcia, 33 años). Este joven de Puente Tocinos es el ... entrenador que dirigirá al equipo nacional femenino de Sudán del Sur en el próximo Afrobasket, su tercera selección africana después de Uganda y Senegal. Además, fue miembro del cuerpo técnico de la de Montenegro, con la que llegó a actuar como entrenador principal, y también sabe lo que es entrenar en India y Alemania. Por si fuera poco, este canterano del UCAM que lleva desde los 25 años en los banquillos trabajará en el próximo Eurobasket como ojeador de las Toronto Tempo, la nueva franquicia de la WNBA a estrenarse en 2026. Una pasión por la pelota naranja que entiende lo mismo de descanso que de fronteras.
-Desde luego, es poco el tiempo que para por casa.
-Con 18 años salgo a Santander y, desde ahí, son 16 fuera de casa. En épocas como las Navidades intento escaparme, así como cuando estaba en Alicante era más fácil acercarme. Pero, cuando sabes que vas a dedicarte a esto de manera profesional, es difícil poder elegir dónde vas a estar. Pero siempre que puedo intento escaparme a Murcia, aunque sea un par de días, ver a mi familia y mis amigos y desconectar un poco.
-Desde que se dio a la aventura internacional se habrá acostumbrado a estar en constante movimiento, pero, esta, por lo que ha pasado en el Estudiantes, habrá sido la más caótica.
-Yo nunca había experimentado no completar una temporada entera, te ves en abril en vacaciones y es algo a lo que no estás acostumbrado. No deja de ser una experiencia nueva de la que aprendes y que he aprovechado para descansar, llevaba los últimos cinco o seis años casi sin parar los doce meses.
-¿Cómo se da su salida? A Pedro Rivero le despiden de manera sorprendente.
-Ellos deciden prescindir de Pedro de la noche a la mañana, con el equipo segundo y habiendo perdido tres partidos en toda la temporada. A mí el club me comunica que quiere que continúe, me reúno con el nuevo entrenador Natxo Lezkano y él también, pero, por lo que me unía a Pedro, con quien llego al Estudiantes por él y después de haber estado ya juntos en Palencia y en Alicante, y luego por amistad y lealtad, decido dar un paso al lado y dejar el equipo por respeto hacia el Pedro entrenador y el Pedro amigo. Pero mi manera de terminar con el Estudiantes fue muy buena, no puedo reprocharles nada por cómo me trataron.
-Rivero reconoció que a una parte de sí mismo le fastidiaría ver al Estudiantes subir, si bien se alegraría por los jugadores. ¿Qué sentimiento tuvo usted cuando le vio perder ante el Betis su semifinal?
-Yo estuve allí. Mis amigos me decían que era un poco masoca, pero estaba en Madrid y me apetecía ver baloncesto. Te voy a ser sincero. No es que me alegrara, porque es duro ver jodido al cuerpo técnico y a los jugadores con los que has compartido ocho meses y mantienes muy buena relación. Pero un poco de alivio quizás sí, sientes que la decisión de echar a Rivero no fue la acertada y que, efectivamente, un equipo que había perdido tres partidos de 25 estaba bien, y que el cambio de entrenador al menos no le ha hecho mejor ni ha permitido cumplir ese objetivo del que nosotros también estábamos cerca.
-De ahí llega al Azulmarino de Mallorca para intentar un ascenso a Liga Femenina Endesa. Poco tiempo, pero intenso.
-Me apetecía algo diferente, como llegar a un club femenino. El equipo no estaba en una buena situación y era para sustituir a un amigo (Pepe Vázquez), pero era una situación corta, para tres semanas. Yo agarro al equipo sexto, a cinco días del 'playoff' y con la ventaja de pista en contra. Sacamos la eliminatoria y nos clasificamos para la 'Final Four'. Perdimos contra el equipo anfitrión y que terminaría campeón, pero la experiencia fue muy buena y sorprendente en positivo.
-Es curioso su caso, ha venido entrenando tanto hombres como mujeres, algo que, por lo que sea, no se ve.
-Suena a tópico, pero es que soy entrenador de baloncesto. Me gustan las dos vertientes, las disfruto y creo que soy un poco más de proyectos motivantes. Las selecciones es algo que motiva y que da mucho estatus, representar a un país es muy diferente y que se vive muy intensamente. En clubes como primer entrenador no había tenido la experiencia, pero ha sido muy buena y por eso he decidido seguir allí la próxima temporada, pero independientemente de que fuese masculino o femenino, primera o segunda división, selecciones o clubes. Es por el proyecto.
-¿Cree que esto podrá seguir siendo así en su carrera o será el propio baloncesto el que elija que usted sea de esto o lo otro?
-El baloncesto me acabará poniendo seguramente en masculino o femenino dependiendo del éxito que pueda lograr en el corto plazo, porque, si va bien, lo normal es seguir. Si no, a lo mejor voy cambiando en el medio-largo plazo. Es algo que va por ciclos, pero seguramente llegará el momento en que tenga que tirar más fuerte por un lado.
-¿Nota diferencias?
-Sí y no. El máximo nivel femenino es muy alto, pero la gran diferencia es la física, porque la capacidad del masculino ahí no se puede comparar. En lo técnico-táctico, no la hay. El baloncesto femenino tiene un altísimo nivel, ya es ser capaz de saber aplicar lo que uno quiere hacer.
-¿Y entre clubes y selecciones?
-Las selecciones son cortoplacistas, no tienes tiempo para construir. En 'ventanas FIBA' tienes como máximo tres entrenamientos antes de un partido y en torneos de verano unas tres o cuatro semanas para prepararte. Aunque un club también es resultadista, porque, si no ganas, acabas en la calle, tienes un margen mayor. En una selección dependes del resultado del torneo. En mi caso con Senegal el objetivo era llegar a los Juegos Olímpicos, no se consiguió y no seguí. Es más intenso, pero también más gratificante cuando consigues los objetivos, porque representas a un país y el logro tiene mucha repercusión a nivel internacional, también se hace más grande el alcance en el mercado.
-Hablando de selecciones, ¿qué expectativas tiene para el próximo Afrobasket con Sudán del Sur?
-Va a ser la primera vez que compita en el torneo Sudán del Sur, por lo que no hay presión por conseguir un resultado como tal, pero tampoco vamos a ver qué pasa. Es un grupo muy duro, pero el objetivo sería intentar llegar a los cuartos de final, por difícil o utópico que sea. Y, a partir de ahí, ganar un hueco para el pre-Mundial de febrero.
-Supongo que todo esto lo tendrá hablado con Luol Deng, presidente de la federación. ¿Qué tal con él?
-No, porque el tío no te mete presión ninguna, pero muy bien. Se preocupa, te llama cuando hay que comunicar algo importante o positivo y se involucra mucho. En febrero estuvo diez días con nosotros en Egipto, ve los partidos a pies de pista, se mete en el vestuario al acabar para dar su 'feedback' y las jugadoras le ven muy cercano. Eso hace que luego quieran venir. Saben que está detrás, que apuesta en todos los sentidos y, con el ejemplo de la selección masculina (jugó los pasados Juegos), es fácil ver que va en serio.
-El baloncesto allí existe por él.
-Es la imagen y un icono absoluto, pero en todo el baloncesto africano por todo lo que está haciendo y por cómo ha hecho que Sudán del Sur (masculino) haya pasado en cuatro años de no jugar un Afrobasket a jugar Copa del Mundo y Juegos Olímpicos. No predica con la palabra, lo hace con el ejemplo, y eso marca la diferencia. Ha construido en la federación un modelo al estilo franquicia NBA de cómo se tienen que hacer las cosas.
-Por edad, cuando usted es adolescente, él ya es un jugador reconocido en la NBA. Llegó a ser 'All-Star' y ganó más de 150 millones de dólares solo en salarios. Imagino que en algún momento cuando habla con él esto se le cuela en la cabeza.
-En la primera videollamada, cuando ya está todo más o menos cerrado y le ves en su casa de Miami con su camiseta de los Bulls detrás, impacta. También cuando le conocí en Egipto, pero ya al día siguiente te vas a cenar con él, hablas, te explica sus proyectos, te cuenta alguna historia de la NBA, cómo superó una lesión, etc., y ya le normalizas. Él es el presidente, pero te trata de una manera cercana. Es un tío súper inteligente que el salto a después de jugar, aparte de fundar como tal la federación de Sudán del Sur, lo ha llevado muy bien con varios negocios que le van bien todos.
-¿Cómo se prepara un torneo de gran magnitud en un país que no tiene ni un pabellón cubierto?
-Lo primero son las grandes facilidades que ofrece la federación para tener una buena preparación, con la posibilidad de hacer el 'training camp' en España, con tres semanas en Segovia. Me da el cuerpo técnico que yo necesite al completo: entrenadores asistentes, preparador físico, asistente, 'team manager' a tu disposición las 24 horas, etc. Todo eso hace que te tengas que preocupar de entrenar únicamente, porque también son ellos quienes llaman a las jugadoras. De las selecciones en que he estado, la que más me ha sorprendido y que me parece mejor organizada es esta. Y a final de año debería estar construida la primera instalación para albergar torneos FIBA en el país y que las selecciones hagan las preparaciones allí, que es lo suyo.
-¿Por qué España y por qué Segovia? ¿Exclusivamente por usted?
-Se adaptan un poco al entrenador y también a la comodidad de las jugadoras. Hace unos años la preparación fue en Sacramento, porque la entrenadora estaba en el equipo de G-League de los Kings. Y en Madrid y Londres ya estuvo el año pasado la masculina. Intentan internacionalizar y encontrar lugares en los que sepan que los jugadores van a estar a gusto, no solo por instalaciones, sino por un aspecto social que les permita desconectar. Me plantearon Madrid y yo les planteé Segovia, porque, por Pedro Rivero, que es de allí, sabía que el año pasado las selecciones española, australiana y canadiense habían estado allí muy bien una semana el año pasado. Me pareció mejor que estar en una gran ciudad, que la tienen muy cerca en Madrid en cualquier caso y con esa facilidad de comunicaciones.
-¿Nota en algo que Sudán del Sur sea el país más joven del mundo?
-Las noticias que salen del país son negativas, pero vive por y para el deporte. El impacto que tuvo el equipo de baloncesto masculino el año pasado les dio mucha vida. Es un país que espero poder visitar este verano, porque, cuando representas a un país, el poder vivir su cultura desde dentro también te da una imagen más real de todo, y no solo lo que sale en prensa y redes sociales. Tiene muchas cosas positivas.
-¿Qué podría aprender el baloncesto europeo del africano?
-Sin desmerecer cómo el europeo siente arraigo por su país, el sentimentalismo y el deseo de representación que tiene el jugador africano está por encima de todo. Lo he visto con Uganda, Senegal y Sudán del Sur. El deseo que tienen las jugadoras por representar a su país, y ya no solo por ellas, sino por lo que significa para sus padres y abuelos, es muy grande. Impacta muchas veces ver cómo en campeonatos internacionales en selecciones europeas se cae gente, y eso en África no pasa, están esperando todo el año por ese momento.
-¿Ha sentido alguna vez reticencias por parte de su entorno para embarcarse en un proyecto exótico como este?
-Cuando me surge la oportunidad de fichar con Uganda, reconozco que tengo que mirar en Google dónde está. El primer contacto llega por e-mail, no hay videollamada, te sorprendes tú mismo de lo rápido que se hace todo y de repente te ves con unos billetes de avión para irte a Kampala desde Alemania. Se lo cuento a mis padres y mi pareja y la reacción es «¿pero tú estás loco?». Yo entiendo que buscas noticias de Uganda y lo primero que te sale es todo negativo, y nosotros el concepto de África que tenemos es únicamente el de la pobreza. Y yo no he disfrutado más en ninguna situación que entrenando en Uganda, Senegal y Sudán del Sur, aunque este último país aún no lo haya visitado aún. Han sido las tres experiencias más brutales que he vivido, deportiva y personalmente, sintiendo un crecimiento en el que valoras lo de que de verdad importa y un agradecimiento enorme de la toda la gente envuelta en la federación por lo que haces y lo que te dan. Es algo que volvería a hacer y que seguiré haciendo, tengo amigos ya íntimos en las tres selecciones y mi relación con sus tres presidentes sigue siendo súper cercana. Y el equipo que estoy haciendo en Mallorca va a tener alguna jugadora de Sudán del Sur, alguna de Uganda y a lo mejor alguna de Senegal. Es algo que te marca mucho. Y, después de la primera experiencia, ya las reacciones son más de «a ver si a la próxima puedo ir».
-¿Algún 'shock' cultural en particular?
-Mi primera experiencia fuera fue entrenando dos meses en la India, y eso fue lo más impactante. Cuando he ido a África siempre he dicho que no tienen nada que ver, África está mucho más avanzada a todos los niveles. Cada vez que voy a un sitio intento aprender alguna palabra o algo gracioso en su dialecto para que vean que yo también estoy haciendo un esfuerzo, así como ellos también intentan decirme alguna cosita en español. Va todo de mostrar respecto por la cultura. Igual que si les llevo comida de España ellos me dan suya. De mi primera vez en Uganda me volví a Alemania con tres piñas facturadas y es la mejor piña que me he comido en mi vida. Me acuerdo también en Senegal de estar en un sitio a unos 45 grados, estar comiendo pollo con las manos y el director técnico y el preparador físico estaban descojonándose de mí, pero me ven que me adapto y que intento involucrarme. Si te vas a esas aventuras tienes que saber adaptarte y disfrutar de eso.
-Entrenador principal en un equipo candidato al ascenso y seleccionador nacional. ¿La próxima es la temporada más importante de su trayectoria?
-Sí, porque es la siguiente que tengo. Pero sí, va a ser la primera vez que compagine eso y en mi equipo el único objetivo es ascender. Y ascenderemos, seguro.
-¿Se ve de nuevo en el futuro como asistente?
-Si es para estar con alguien de quien creo que voy a seguir aprendiendo o que me va a venir bien en mi carrera, seguro. Creo que en España no se ve tanto, pero, fuera, el puesto de asistente tiene prácticamente el mismo valor que el de primero. Es algo que viví en Alemania, eres entrenador y ya está.
-¿Y alguna ambición que cumplir en un futuro más lejano?
Me gustaría entrenar en Euroliga femenina, es algo que me llama la atención. También el poder formar parte de un cuerpo técnico de la WNBA. En el pasado ya tuve alguna entrevista para ello, aunque no salió, pero el perfil que buscan es ese, el de entrenadores europeos con experiencia en selecciones FIBA. Trabajo para ese tipo de experiencias. Y también me gustaría alguna vez entrenar en Murcia, independientemente de masculino o femenino.
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