Yoko Ono sobrevuela su leyenda maldita de 'mujer dragón'
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Una muestra en el Musac de León celebra siete décadas de creación de la comprometida y 'odiada' maga de las ideas / «No inventó la rueda, pero hizo casi todo antes que todos», dice Rodríguez FominayaCuando el arte conceptual despertó, Yoko Ono ya estaba allí. A sus 92 años la poliédrica y combativa artista (Tokio, 1933) que tantos palos ha tocado como recibido, ha superado su oscura y maldita leyenda de 'mujer dragón'. Osada pionera del arte conceptual, se ve al fin reconocida, como una influyente maga de las ideas, comprometida con la paz, el feminismo y el arte más participativo y provocador.
Queda claro en la muestra que le dedica el Musac de León que recorre y celebra las siete décadas de aventura artística de la creadora la japonesa, un faro de la modernidad que anticipó.
Siempre fue varios pasos por delante de sus coetáneos. Dejarse desnudar a tijeretazos, encerrar un retrete en un laberinto de espejos, filmar 365 culos en un película de hora y media, amontonar ropas de mujeres maltratadas junto a sus trágicas historias, o convertir la fugaz sonrisa de Lennon en una película de 50 minutos son hoy acciones artísticas normalizadas que Ono abordó mucho antes que los Maurizio Cattelan o Marina Abramovic.
La muestra 'Insound and Instructure' reúne hasta el 17 de mayo de 2026 más de 80 piezas entre instalaciones, objetos, vídeos, fotos, esculturas, documentos sobre sus 'performances' y composiciones musicales desplegadas en 1.700 metros cuadrados. Están datadas entre 1953 y 2015, fecha de 'Banderas invisibles' –mástiles sin enseñas– la última instalación facturada por Ono.
El título de la exposición recurre a los neologismos 'yokoonesocos' inventados en 1964 en un concierto en el Yamaichi Hall de Kioto. Conceptos cruciales en su práctica artística, jugando con la inmersión en el sonido y sus 'instrucciones' sin estructura para imaginar, crear y vivir.
«No inventó la rueda, pero hizo casi todo antes que todos. Su activismo precursor por la paz y el feminismo lo adoptan hoy 'zetas' y 'millennials' superando los prejuicios que la han lastrado», afirma Álvaro Rodríguez Fominaya, director de Musac y comisario de la muestra. Celebra «la relevancia y trascendencia de una obra pionera del arte conceptual y participativo, el cine, la 'performance' y la música».
Rodríguez ya comisarió en 2014 otra excepcional exposición con más de 200 piezas de la caleidoscópica artista japonesa en el Guggenheim de Bilbao. Reúne ahora piezas icónicas como la fundacional 'Pomelo' (1964), gran manifiesto con 360 páginas de instrucciones; 'Escalera hacia el cielo' (1968); 'Traseros' (1967), un desfile de culos masculinos y femeninos; 'Violación' (1969), con Ono y Lennon convertidos en cineastas acosadores de una joven para denunciar el acoso mediático que ellos sufrían; 'Mosca' (1971), en la que una mujer desnuda soporta un suplico mosquil, con dípteros explorando cada centímetro de su cuerpo, incluida la vulva rodada el primer plano, o la hipnótica 'Susurro' (2013), con Ono gritando y gimiendo.
La puerta a este mundo es 'En Trance' (1990), que permite elegir entre tres opciones para entrar a la muestra: atravesando un cortinaje plástico, descender por un tobogán o un cruzar un adusto pasillo de espejos.
Espectador activo
«Ono convierte al espectador en artista», destaca Connor Monahan, director de su estudio y también comisario de la muestra con John Hendricks, impulsor del movimiento Fluxus y colaborador de Ono desde hace 50 años. El visitante puede reparar vajillas rotas, escribir manifiestos, dibujar, estampar mensajes de paz sobre un mapamundi de la guerra, cantar con voz de soprano, mirar al cielo encaramado a una escalera de tijera o llevarse, por 50 céntimos, una esfera con aire de Yoko Ono.
«Algunas piezas responden al odio, la misoginia y las implacables críticas que Ono ha sufrido», señala Rodríguez Fominaya, feliz de que hoy la artista pueda sobrevolar su maldita leyenda para ser «reconocida como una activista que ha trasformado el arte y la conciencia social».
«Ha dejado de ser la artista desconocida más famosa del mundo ya que a pesar de saber su nombre, nadie conoce realmente qué hace», dijo el asesinado John Lennon. Condenada como la malhadada desintegradora de los Beatles, hasta sus ochenta años no se libró del insultante lastre de la 'dragon lady', la hipercontroladora 'mujer dragón' asiática.
Fue demonizada como «una villana, estafadora, manipuladora, una espuria felina que hipnotizó a Lennon y provocó la ruptura del mejor grupo de música de la historia», escribe David Sheff en la biografía 'Yoko' (Libros Cúpula). «Quedó siempre oculta bajo la alargada sombra del grupo y sumida en la oscuridad por culpa de una misoginia y un racismo clamorosos», agrega.
La hija del océano y la guerra que imaginó la paz con John Lennon
Yoko significa 'hija del océano'. Nacida en la riquísima familia Yasuda, con padres estrictos y distantes, Ono se educó en los colegios más exclusivos. De niña conoció las bombas sobre Tokio y el hambre. Imaginar comida caída del cielo fue, acaso, su primera 'performance'. Adolescente depresiva, intentó suicidarse y fue carne de psiquiátrico. «Incomprendida, malherida por el escarnio público, se refugió en el arte, la música, el activismo y en Lennon», dice su biógrafo David Sheff. El beatle visitó una exposición de Ono, ligada al experimental grupo Fluxus de Nueva York, en la galería Indica de Londres en 1966. Hablaron sobre la obra 'Pintura de techo' o 'Pintura del sí'. Una instalación con la que Ono clamaba necesitar un 'sí' en la vida y que llegó de parte de Lennon. Permanecieron unidos desde entonces hasta el asesinato del músico.
Juntos fundaron Nutopia, un país conceptual «sin tierra, fronteras, ni pasaportes, solo personas» e imaginaron encamados un mundo en paz. Apartados de los focos al nacer su hijo Sean en 1975, regresaron en 1980 para grabar el disco 'Double Fantasy'. Tras una sesión de estudio, Lennon fue tiroteado ante su casa, el también 'maldito' edificio Dakota de Nueva York el 8 de diciembre de aquel año.