Whitney Houston, la voz de diamante
Sus hermanos le dieron sus primeros cigarrillos de marihuana con coca a los 16 y su tía Dee Dee abusó de ella tres años
Todo es tan lamentable en el fallecimiento y en la crónica de una muerte anunciada de Whitney Houston que sorprende escuchar su maravillosa voz al ... atardecer. Ese terciopelo embriagador de sus susurros y capellas. Sorprende, porque la cutrez que la ha rodeado en muchas ocasiones es discordante, fuera de lugar.
Hija de un alto funcionario de Newark, un hombre extremadamente ambicioso y presumido, y una de las mejores vocalistas de todos los tiempos -Cissy Houston- todo apuntaba a que Whitney llegaría muy alto.
Sus padres salieron del gueto. Cissy quería alejarla de todos los demonios que rodeaban a las buenas niñas negras. Pero el demonio quizá ya la acompañaba. Sus hermanos le dieron sus primeros cigarrillos de marihuana con coca a los 16 y su tía Dee Dee abusó de ella y de su hermano durante tres años.
Houston ya cantaba góspel en la iglesia de New Hope Baptist de Newark (New Jersey) a los 11 años. Después acompañó a su madre Cissy en los coros y a otros muchos artistas; desde su mentora Aretha Franklyn a Chaka Khan. La madre le hizo una encerrona y en el club Mikell's de Nueva York. Entre el público se encontraba Clive Davis, el fundador de Arista Records y quien vio el enorme diamante que existía en la voz de Whitney.
La vida de esta cantante está llena de claroscuros desde su niñez. Su tez, más blanca que la de otros afroamericanos, la convirtieron en víctima de bullying. La comunidad negra también encontraba su música más blanca de lo que era deseable. Y en estas, conoció a Bobby, que encarnaba todo aquello de lo que Cissy quiso alejar a su hija. Si bien, ella no era ninguna santa, sí que había hecho gala de una gran responsabilidad desde niña. Con su matrimonio llegó el descontrol de las drogas, que ya conocía pero que ahora no se molestaba en ocultar. También llegó su hija, Bobby Kristina, a la que no abandonaba y se llevaba a las giras, lejos de la vida normal de una niña de su edad. Y llegaron los celos de Bobby, tras el éxito estratosférico de 'El Guardaespaldas'.
La cantante que no era suficientemente negra, se transformó. Dejó de ser el tesoro nacional, como la definió Oprah Winfrey, y derivó en una soberana decepción para sus fans, su familia y para ella misma. Cuanto más deseaba que su matrimonio funcionase, peor era su nivel de adicción. Cuanto más quería alejar el fantasma de la homosexualidad de su vida, más alejaba las alegrías sencillas que decía añorar.
Whitney tuvo su pasado lésbico. Algo que se conoce sottovoce y que puede que sea el origen de muchas de sus contradicciones. Cissy nunca vio con buenos ojos a Robin. Así se llamaba. Su novia primero. Después su road manager.
«Crack is wack». Con esta frase en una entrevista concedida a la cadena ABC terminó de condenarse. Whitney no levantaba cabeza. Delgadez extrema, voz deteriorada, conciertos donde era abucheada porque no alcanzaba las notas, o en los que se metía una raya en el mismo escenario no presagiaban nada bueno. A pesar de sus intentos de rehabilitación, su muerte se consumó cuando apenas tenía 48 años. Nadie de su enorme troupe fue capaz de frenar su descenso.
A la cantante le falló su gente y se falló a sí misma, como más de una vez reconoció: «Devil be me». Ni Oprah la pudo salvar. La víctima de este descontrol enfermizo fue su hija Krissi, fallecida tres años después de su madre, en idénticas circunstancias, a los 23 años de edad.
Los hitos de Whitney Houston aún no han sido superados. Es la artista femenina más galardonada de todos los tiempos según el Libro Guinness de los récords. Un total de 411 premios. Ha vendido más de 160 millones de discos.
Su susurros y capellas suenan aún perfectas en las grabaciones, pero la herida de su marcha no se ha cerrado para los que aman la música ni para la familia tóxica que la rodeó. No merecía esa muerte prematura, ni que todos viésemos el lamentable estado en el que se quedó el cuarto de baño donde pasó sus últimas horas.
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