Diego San José: «Que un niño vea cómo su padre llama hijo de puta al árbitro es el fracaso absoluto de la educación»
Javier Cámara es un profesor de gimnasia marcado por un trauma en la primera serie abiertamente dramática del autor de 'Vota Juan' y 'Celeste'
Aviso a navegantes. 'Yakarta' –seis episodios de media hora disponibles desde el 6 de noviembre en Movistar Plus– no es una comedia. A pesar del ... aspecto de Javier Cámara –chándal de yonqui, pelo ralo y barba de una semana–, la nueva serie creada por Diego San José (Irún, 1978) va de traumas que nos marcan para siempre y nos hacen regresar a la infancia una y otra vez. Un profesor de educación física y entrenador de bádminton y una chica en la que cree encontrar la redención (Carla Quílez) protagonizan el primer drama con mayúsculas del autor de '8 apellidos vascos', 'Vota Juan' y 'Celeste'.
–¿Teme desbaratar expectativas?
–Tenía muy claro que 'Yakarta' no debía ser una comedia. En estas últimas semanas me he debatido entre si debía explicarlo o dejar que la propia serie desbarate las expectativas. En la Seminci ocurrió algo muy bonito. Los dos primeros episodios provocaron bastantes más risas de las que yo calculaba. El objetivo de 'Yakarta' nunca ha sido generar el gag, el chiste ni la comedia.
–Le soy sincero: al inicio sentía incomodidad al ver a un adulto yendo a hoteles los fines de semana con una niña.
–Es totalmente buscado, una de las cosas que más trabajo me han dado al escribir un guion. Durante más de dos episodios nos mantenemos sin dar toda la información para obligar al espectador a algo incómodo: imaginar qué esta pasando. Y entonces convocamos los prejuicios. Al no explicar quién es Joserra ni qué busca tratamos de completar la ecuación faltándonos un par de factores. Cuando llega la explicación se revela la serie. La cadena ha sido muy generosa, porque 'Yakarta' esconde otra serie que arranca más tarde de lo que el algoritmo aconseja. Ahora se trata de enganchar al espectador en el primer capítulo, darle los caramelos. Nosotros hacemos casi lo opuesto. Porque entender donde está la herida de alguien lleva mucho tiempo, hay que conocerlo mucho para averiguar su dolor. Que en la ficción conozcas a los personajes en los primeros compases se parece muy poco a la vida real.
–¿Cuál ha sido su relación con el deporte escolar?
–Pésima. La peor y más corta relación que he tenido en mi vida. Mi familia, desesperada por mi torpeza, tuvo que recurrir a algo tan poco honrado como extender un certificado para tener la excedencia en gimnasia. Tengo pies valgos y llevo plantillas especiales. Eso me hizo un inútil absoluto en el recreo. De hecho, escribir guiones viene del hecho de ser muy malo en los deportes. 'Yakarta' no es un ajuste de cuentas, porque nunca eché de menos ser bueno en el deporte, aunque me fascinan los polideportivos y los pabellones.
–Ese universo del deporte escolar es muy importante en la vida cotidiana de la gente, pero apenas se ha llevado a la ficción.
–Culturalmente siempre hemos atribuido al aula, a la Historia, la Geografía, la educación moral. Y yo creo que en el patio, en los deportes, hay una formación ética y moral de los chavales mucho mayor de lo que pensamos: cómo te dice el entrenador que hay que comportarse con el rival, cómo reaccionar ante la derrota... Cuidado con el fútbol y el baloncesto respecto al carácter de la gente. En 'Yakarta' vemos a un entrenador siendo bastante tóxico con una menor, defendiendo las trampas como una manera de vivir. Y eso te influye más que cuando te enseñan la Batalla del Ebro.
–El deporte escolar solo aparece en los medios cuando ocurre algo negativo: un caso de abusos, unos padres que se pegan en un partido...
–En esos padres están representados de manera extraña los bajos instintos humanos. Un niño de siete años ve un sábado por la mañana cómo su padre llama hijo de puta al árbitro, lo que me parece el fracaso absoluto de la educación. Eso anula el esfuerzo de lunes a viernes por educar bien a tu hijo. Hay que revisar todo esto.
–Los abusos sufridos de niño son el tema esencial de 'Yakarta', cómo algo así te marca para siempre. No se habla de ello en el material promocional de la serie ni en las entrevistas.
–Es por reservar el giro al espectador. En los últimos años muchas ficciones suelen utilizar el tema del que tratan como la bandera principal del proyecto. Nos apetecía hacer algo incluso más amargo, recordar que el que ha sido víctima de un gran trauma, además de ello tiene más problemas. Sigue siendo padre, hijo, compañero, asume retos y miserias que no tienen que ver con su trauma. La víctima de algo no se convierte automáticamente en un ángel. Joserra es un personaje complejo, porque no se comporta de una manera confiable, despierta todas las alarmas. En vez de presentarle como víctima de algo desde el principio lo descubrimos a mitad de temporada, para que no fuera 'la serie de los abusos'.
–Retrata una España de suburbios, de polideportivos, de bingos, de gasolineras, de bares de carretera, de extrarradio.
–La España de verdad. Las guías turísticas muestran playas y monumentos espectaculares, pero el grueso de los españoles vive en ciudades de provincias intercambiables, sin centro histórico ni una parte rural preciosa. Y ahí están las historias que a mí me interesan. Para el Scorsese de 'El color del dinero', Dallas tiene que ser lo que para mí Ponferrada. Quiero contar Totana, Torrelavega, porque soy de Irún. Hay están las historias de gente sin carisma, que son las que yo siempre he perseguido.
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–¿Qué encuentra en Javier Cámara?
–'Yakarta' se escribe tratando de descubrir cuál es su techo. Hice tres temporadas de 'Vota Juan' y siempre me fui con la sensación de haber trabajado con un actorazo, pero sin que ningún día tuviera que exprimirse porque no llegaba. En 'Yakarta' sí le he visto sufrir. Es mi amigo y me daba pena, pero por otro lado estaba bien llevarle al extremo. Javi es una bestia, uno de los cinco mejores actores en castellano. Un clásico, como José Luis López Vázquez, comedia y drama llevadas a la excelencia. Representa a la España de verdad, tiene la cara, el cuerpo, la estatura de la España auténtica. Podría ser tu primo, tu vecino.
–Usted tiene el privilegio de hacer series de autor en estos tiempos de algoritmo.
–Me siento hasta culpable por la libertad que me han dado. El privilegio no está en el presupuesto, sino en elegir el tono. En 'Celeste' y 'Yakarta', Movistar Plus me ha dejado hacer proyectos en los que el género no está claro, solo se me ha pedido una historia bien contada. Hace quince años, cuando empecé, esto era impensable.
–¿El humor todavía sirve para entender este país?
–De hecho es la única manera de entenderlo. Si dentro de veinte años alguien tiene que entender el problema de la vivienda tendrá que ver 'Poquita fe'. Yo recuerdo estudiar la Guerra Civil en el instituto y ver con mis padres en el cine 'La vaquilla'. Entonces la entendí. También creo que en los últimos años no estamos haciendo tanto las comedias que sirvan para explicar España, por influencia de los remakes y de importar comedias ajenas. Deberíamos mirarnos más a nosotros mismos.
–La sátira sigue inquietando a los poderosos, tal como hemos visto en EE UU.
–Que despidan a Stephen Colbert reconoce a la comedia como un género mayor, que el presidente de EE UU se preocupe de que no trabaje reconoce al chiste como el bisturí de una sociedad. Posiblemente la comedia sea el único género necesario.
–Ahora '8 apellidos vascos', una comedia de gags, le debe parecer una etapa superada.
–Me parece de otra vida, no me creería algunos de los chistes. Pero por otro lado siempre he funcionado de manera pendular, es posible que si me pongo demasiado serio eche de menos la comedia disparatada. Pero ahora no tengo que pagar una hipoteca en número de chistes o un final feliz y luminoso.
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