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Pepín Liria es volteado por su segundo toro, ayer, en Pamplona.

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Pepín Liria es volteado por su segundo toro, ayer, en Pamplona. susana vera / reuters

Triunfo heroico de Liria en Pamplona

La raza torera del diestro de Cehegín, que fue volteado, emociona y reconquista la feria de Sanfermines

FRANCISCO OJADOS

PAMPLONA

Viernes, 13 de julio 2018, 02:01

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Volvía Pepín Liria a los Sanfermines diez años después. Estaba en sus planes cuando decidió celebrar sus veinticinco años de alternativa toreando en un ramillete escogido de corridas. Pepín es ídolo de Pamplona. No faltó un año a la Feria del Toro desde 1995.

Y como antaño, Liria tiró de todas esas virtudes que le hicieron ganarse el respeto de los públicos y los profesionales. Lo hizo además ante todo un toro. Inmenso. Toro de amplios pechos y prominente morrillo que dio en la báscula 605 kilos. Serio. Un tío con toda la barba cuya lidia brindó Pepín Liria al hijo de su gran amigo Espartaco. Era el último toro del murciano en una de sus plazas favoritas, y entre esas virtudes que avanzamos antes, sin duda siempre destacó su casta torera. Citó Liria desde el centro del redondel para comenzar estoico su faena con un imponente pase cambiado. Respondió el burel a dos series diestras bien trazadas por el ceheginero y pronto evidenció el toro de Guadalix su querencia a los adentros: en un desplante de rodillas tras un buen pase de la firma, le propinó un volteretón impactante a su matador.

LA CORRIDA

  • Pamplona Sexta corrida de toros de la Feria de Sanfermines. Lleno. Toros de Victoriano del Río (2º y 6º de Toros de Cortés).

  • Pepín Liria De blanco y oro, aplausos y oreja con fuerte petición de la segunda.

  • El Juli De marino y oro, silencio y saludos tras petición.

  • Ginés Marín De gris perla y oro, silencio en ambos.

Liria cayó de cabeza, en un aterrizaje en picado que encogió el corazón a más de uno. Paliza para mandarlo al hule. Pero hablamos de Liria. El que cimentó su carrera en el valor y la entrega. Y daba lo mismo que su regreso fuera simbólico, que no esté en activo, que no tenga que ganarse los contratos para el año que viene. Había más en juego: una historia, una trayectoria, el honor. Y Pepín, maltrecho, volvió a la cara del morlaco con toda la plaza volcada con su imponente valor, el de aquellos inicios bajo el eslogan de ¡estremécete! Y echó las rodillas a tierra y dio tres pases por alto que pusieron el coso al rojo vivo. Emoción en estado puro.

En la suerte contraria se fue detrás de la espada. Colosal. Y con toda la espada enterrada el manso se fue a por el torero en el último arreón mortal. Allí dobló. Se pidieron con fuerza las dos orejas. No se trataba de premiar una actuación, una tarde o a una faena, era el reconocimiento a la casta torera, a una trayectoria. Pero el presidente solo concedió una oreja, sin sensibilidad suficiente para darle dos orejas como los dos atributos que puso Liria ayer tarde. Y es que andan los palcos muy faltos de ser ocupados por aficionados de verdad. La vuelta al ruedo fue apoteósica. Pamplona volvió a cantar «¡Pepín, Pepín!».

Ya en el saludo al primer toro de la tarde quiso poner su sello el diestro de Cehegín. Dos largas cambiadas sirvieron para poner de manifiesto que sigue fiel a sus principios. De pie hubo reposo en las verónicas y las chicuelinas que abrochó con la media rodilla en tierra. Brindó su faena al público y, en terrenos de sol, Liria se echó de rodillas en un comienzo que concilió la atención de toda la plaza, incluido el ruidoso público de la solanera. El astado le pisó la pañosa, que hizo trizas; sustituida la tela, Pepín cambió los terrenos al astado, que si bien tuvo fijeza, soltó la cara. Se vio entonces a un torero con mayor reposo que cuando se fue. Mérito tuvo en las dos series al natural que dibujó antes de un inoportuno desarme. Luego, pese a entrar con rectitud, la espada asomó y aquello quedó sin premio. Se llevó las palmas del público.

Fue el segundo de la tarde un toro bajo, astifino, pero recogido. Lo lanceó bien de capa, a la verónica, Julián López . También estuvo correcto en un quite por chicuelinas. Fue áspero el de Victoriano del Río, por ir a las telas descompuesto y tirar la cara por alto en los embroques. Demostró El Juli que posee una técnica envidiable. Fue corrigiendo defectos del cornúpeta hasta dominarlo. Faena sin brillos pero de buen profesional, que malogró con un pinchazo en la paletilla y una estocada trasera. Ante el quinto volvió a realizar una labor técnicamente loable a un toro noble y con cierta sosería. La solvencia de Julián propició que parte del público incluso pidiera la oreja.

Cariavacado y tosco fue el tercero del festejo, lo que no le impidió embestir con bondad al capote de Ginés Marín, que toreó con primor a la verónica y dibujó con pincel fino la media. Tuvo altibajos la faena, pero remontó cuando Ginés se acopló al natural y le imprimió ritmo al trasteo. Acabó al alza, con unas bernadinas muy ajustadas pero pinchó en dos ocasiones. Se devolvió a los corrales el sexto y en su lugar saltó al ruedo el sobrero, con el segundo hierro de la casa, el de Toros de Cortés. Fue manso y pronto cantó la gallina, lo que impidió triunfar a Ginés Marín, quien volvió a mostrar buenas maneras. Acertó esta vez al primer intento en el manejo del estoque.

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