Chema Conesa: «Es terrible que haya tres millones de fotos sobre las que nadie ha puesto aún los ojos»
El fotógrafo y periodista expone estos días en 'León es Photo' una colección de 60 retratos que publicó en la prensa dominical durante tres intensas décadas
El nombre de Chema Conesa cotiza al alza en el mercado del arte. El fotógrafo y periodista nacido en Murcia en 1952 es un valor seguro como constructor de mundos. Su exposición 'Retratos de papel' inaugura esta semana el Palacín de León, dentro del festival 'León es Photo', una antigua azucarera reconvertida en sala multiusos con fines expositivos y socioculturales. El artista ya formó parte el año pasado del equipo asesor de la primera edición, más centrada en clases magistrales y talleres, y en esta segunda es su trabajo, una serie de 60 retratos de personalidades de las artes, del deporte y de la política, el que recibe todas las alabanzas. Delante de su cámara ha posado lo más sobresaliente de este país. Un privilegio. Su mirada y su cerebro han compuesto algunas de las más icónicas imágenes de la fotografía publicadas en la prensa nacional.
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En Madrid lleva ya toda la vida...
Estuve en Murcia hasta los primeros años de [asignaturas] comunes de Filosofía y Letras, y para hacer la especialidad me vine a Madrid, puesto que entonces Historia del Arte no existía como tal en Murcia. En Madrid acabé Historia del Arte, luego hice Periodismo, y en el año 76 me enrolé como periodista en el diario 'El País'. Ahí estuve trabajando como redactor y, poco a poco, me vino lo que para mí era una afición, que era la fotografía. Vi que podía hacer fotografías al mismo tiempo que información, y estuve simultaneándolo, hasta que me di cuenta de que donde estaba la buena foto no estaba siempre la buena información, así que decidí plegarme a la fotografía. Estuve en 'El País' 19 años, y participé en la puesta en marcha de los suplementos dominicales y me dediqué a la edición y al retrato editorial en los dos suplementos en color. Luego pasé a 'El Mundo', donde hicimos un producto que se llamó 'La Revista', y después seguimos con 'Magazine', hasta que me retiré de esta historia. Y ahora solo me dedico al comisariado de exposiciones y a editar libros.
¿De jubilación nada entonces?
Pues llevo una jubilación feliz, porque me pagan y mi tiempo lo dedico a cosas que me encantan, que seguiría haciendo aunque no me pagasen o aunque me costase a mí el dinero. Dedico el tiempo a la fotografía y a descubrir el gran patrimonio fotográfico que hay en este país, donde la fotografía siempre ha sido la hermana pobre e incomprendida del arte de las imágenes, de construir imágenes. En un país de pintores como es España, la fotografía me ha descubierto siempre esa cosa de artesanos, de alquimistas. No hemos sabido darnos cuenta de la importancia del lenguaje. La fotografía es un lenguaje que todos utilizamos y hay que cuidar a esos grandes constructores del lenguaje ya normalmente muertos o desaparecidos y reivindicar una historia de la fotografía que realmente es interesante. Hay hallazgos curiosos, pero casi todos los mitos están en los grandes archivos. Hemos destruido patrimonio. Es terrible pensar que en el Archivo General de la Administración hay más de tres millones de fotos y nadie ha puesto sus ojos sobre ellas. Y de ahí se pueden sacar auténticos milagros, auténticos tesoros.
¿En qué condiciones suele conservarse todo ese patrimonio?
El riesgo en muchos casos ya lo han pasado, porque una vez que eso está en el Archivo General de la Administración ahí ya están bien cuidadas. Pero durante muchos años... te pongo un ejemplo. Hay obras de fotógrafos españoles y franceses que han estado trabajando en España a principios de siglo XX y en esa época de autarquía franquista, cuando España no tenía nada de nada, iban los chamarileros por los antiguos estudios de fotografía comprando todos los negativos que pudiesen vender. ¿Para qué? Pues para aprovechar el acetato. España no producía ningún tipo de plástico, y se necesitaban acetatos para llevarlos muchos de ellos a un dique donde se fabricaban las carteras de plástico. Hasta eso se sacaba de los negativos de fotografía a los que se había quitado la emulsión fotoquímica.
Las frases
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HISTORIA «Cuando España no tenía nada de nada los chamarileros compraban negativos por el acetato»
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INVESTIGACIÓN «Es obvio que falta dinero para que se escaneen imágenes y puedan consultarse en soporte digital»
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INICIATIVA POPULAR «Me he adherido a que la nueva estación del Carmen lleve el nombre de Gaya, un murciano universal»
¿Hay suficientes profesionales dentro de la administración para que todos esos tesoros archivados puedan ver la luz de nuevo?
&ndashEso es algo que depende del Ministerio de Cultura, que asigna los funcionarios que cree necesario para cuidarlos. Gente asignada hay, pero lo que no hay son investigadores. Porque es complicado sacar adelante procesos culturales en los que haya que invertir dinero. Por ejemplo, el Archivo General de la Administración, si tiene todos esos millones de fotografías que los investigadores no han visto, es obvio que falta dinero para que se escaneen todos y puedan consultarse en soporte digital. En las grandes bibliotecas no vas al original, vas a la fotocopia, a la reproducción. Y en fotografía, todos esos negativos, según la lógica de la conservación, deberían dejarlos guardados pero tenerlos escaneados.
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Encargos profesionales
Parte de la exposición de León ya la había exhibido con motivo del Premio de Cultura que le concedió la Comunidad de Madrid en 2012. ¿Qué vemos ahí?
-Fundamentalmente retratos de papel, porque están hechos para la prensa, un encargo profesional no artístico. Eso quiere decir que si hay algún tipo de arte, entre comillas, tiene que ver con la realización de la imagen y con los tiempos que corren. Eso marca la historia también, porque lo hacía para soportes dominicales, revistas que editan los periódicos, un soporte donde quepa la publicidad de la que viven los periódicos. Cuando Franco muere y ya no hay prensa del movimiento, las empresas tienen que sacar proyectos adelante sacando dinero, y los periódicos necesitan la publicidad. Ahora hay un desastre en muchos de ellos para adaptar los sistemas antiguos publicitarios a los modernos, a lo digital, eso es parte del gran lío que hay para la supervivencia de la prensa. Y del mismo periodismo en sí. En esos años en los que yo trabajo, a partir de la llegada de la democracia, hasta el año 2010, en el que yo dejo de trabajar en prensa, esta exposición recoge toda una historia sobre cómo entonces se hacían los retratos.
¿Qué los convierte en arte?
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-Eran retratos para comunicar, por tanto, todos están impregnados de cierta carga literaria. Pero hay que explicar quién era el personaje. Por ejemplo, retraté a literatos que salían en ambientes inspirados por sus obras literarias, o a presidentes de gobierno que salían por algún tipo de anécdotas. El presidente Rajoy subido a una bicicleta en chándal porque se hablaba de los Juegos Olímpicos... siempre había una motivación para ese encargo.
¿De qué tiempo disponía?
-Hay de todo. Los suplementos dominicales añaden ciertas particularidades al modo de hacer fotografía. Cuando acaba la dictadura de Franco los periódicos tenían que demostrar la veracidad constantemente. Y para evitar que nadie pensase que había una manipulación se hacían fotos al instante para el periódico diario. Pero en los suplementos dominicales se introduce la característica del entretenimiento, y se exige que los retratos sean diferentes. El soporte ya es en color, lo que obliga técnicamente a llevar flashes y luces, y los retratos se hacen aquiescentes. Se obligaba al entrevistado a que posase durante unos minutos, o bien en un estudio donde se podía trabajar con los modelos y hasta maquillarlos si era necesario. Necesitábamos que los entrevistados estuvieran pendientes de nosotros. Había una facilidad entonces para disponer de personajes y no había tanto asesor de imagen que obliga a que posen de determinada forma. Era más libre el trabajo, y se nota en la frescura. Mucha gente decía que sí a las bromas visuales. Por ejemplo, Camilo José Cela vestido de yudoka, para una sección que hacíamos que se llama 'Locas pasiones'. También el mismísimo Aznar salió vestido de Cid Campeador. Eso hoy es complicado por los asesores de imagen que definen; hoy todo es más mediatizado y el derecho a la propia imagen ha podido en muchos aspectos con el derecho a la información.
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La tiranía de la moda
¿Se ha sentido libre en el ejercicio de la fotografía?
-Sí, me retiré cuando vi que lo importante no era la fotografía sino sacar guapo al personaje. Los fotógrafos que veníamos del mundo del periodismo y que, de alguna forma, queríamos opinar con nuestras imágenes, se han sustituido para esos menesteres del retrato editorial por fotógrafos del campo de la moda, donde su habilidad está en sacar bellos a los personajes. No me parece mal, pero a veces estamos convirtiendo las imágenes de prensa en imágenes de publicidad, porque los candidatos eligen quiénes quieren que los maquillen y que los vistan, y más presiones hay.
Hay una explosión de imágenes en redes sociales. ¿Cómo vive esta época tan acelerada?
-Como una realidad de los tiempos que vivimos. Se ha demostrado que las grandes compañías de la comunicación como Google, Facebook, Twitter... son capaces de influir en votantes, en el estilo de comer de las personas, de vestir... y eso genera debate social. Los algoritmos de Google pueden servir para cosas buenas y malas.
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¿Qué relación sigue manteniendo con la Región de Murcia?
-Tengo una casa en el barrio de Vistabella, y cada vez que voy me siento fenomenal. Tengo muchos amigos, compañeros de carrera, viejos amigos. Sigo llevando a Murcia en el corazón, pero por mi forma de ser no soy nada nacionalista. Murcia es una ciudad de puta madre, donde se come y se vive muy bien. Pero no digo que solamente lo mejor es lo mío, en cualquier parte del mundo ese sentimiento es genuino, eso se pasa cuando viajas y te das cuenta de que hay cosas fantásticas dentro y fuera de tu casa. Es la capacidad de abstraerse del nacionalismo patriotero e infantilón y saber que esto es una cuestión de saber vivir con los demás.
Es un admirador del pintor y escritor murciano Ramón Gaya.
-La pieza de Ramón no la he llevado a León porque se la regalé al Ayuntamiento de Murcia, y no sé dónde la tendrán. Es un retrato que le hice aquí en Madrid, y es uno de los grandes personajes de la Región. Hace poco me he enterado de que hay un movimiento que pretende ponerle su nombre a la nueva estación de tren del Carmen de Murcia, y me he adherido a eso porque es una gran idea, debemos potenciar los grandes nombres de la cultura murciana. Él es de los pocos o de los muchos murcianos universales.
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¿Qué hará con su archivo?
-Hay cosas interesantes, y algún día saldrán si tienen que salir. Pero no hay ningún tesoro escondido. Solo hay trabajo y oficio.
Fue el director de la colección PHotoBolsillo de La Fábrica, monografías en formato didáctico y asequible sobre profesionales de la fotografía de España y América Latina. ¿Qué proyectos editoriales tiene en marcha?
-La colección tiene 110 monografías editadas y ahora está parada por la crisis de la pandemia. Pero espero que cuando pase todo esto se pueda poner en marcha.
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