Los Salzillos, la Región idílica, Valcárcel
Empecemos: ahí tenemos que darle la razón porque la tiene a presidente/López Miras, aunque te llames incluso Pepe Vélez y te digas que antes ... muerto, porque se ha referido a la procesión de los Salzillos en Viernes Santo como «una de las mañanas más especiales de la Semana Santa». Lo que sería de justicia es que 'La mañana de Salzillo' ya hubiese sido declarada Patrimonio Material e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Refleja una Murcia idílica, y es sin duda una deslumbrante imagen de la Región para proyectar en el extranjero; una imagen que, cierto, se aleja del rostro más duro de la realidad para situarse en un balcón privilegiado desde el que se contempla lo mejor de esta tierra agridulce: su talento para el arte, que encontró en Francisco Salzillo a su mejor embajador de todos los tiempos. Una Región en la que se funden arte y Mediterráneo, y en la que el escultor se sitúa muy por encima de los alarmantes bajos índices de lectura, del abandono escolar, de la falta de civismo en esferas importantes para la convivencia, de la irresponsable despreocupación, en no pequeños sectores, por el medio ambiente, y del nulo peso específico que los políticos murcianos tienen una vez pasada la por siempre histórica Venta del Olivo.
El espectáculo es grandioso, y te hace recordar la imagen de una figura del Belén Napolitano que convive con el de Salzillo en su Museo. Es una figura cuya contemplación, pese a su minúscula presencia, impresiona. Por la inquietud que provoca, por su desgarro interior, su tragedia evidente a la luz del mundo entero y por la vida desasosegada que parece recorrer todo su cuerpo: es el 'Ciego con cataratas', de Giuseppe Sanmartino.
Belleza brutal, no confundamos. Hay imágenes terribles, divinamente humanas, cuya contemplación duele. Por su crudeza y por la sangre derramada. Detalles aterradores de 'Los azotes', uno de los pasos inmortales que toman las calles. Descubres en sus detalles un aullido silencioso, un río de lava, un territorio devastado por las tinieblas. He aquí una espalda de hombre, finalmente crucificado, convertida en un mar de dolores a la deriva, un desgarro que sobrecoge, la mayor de las injusticias, toda Troya en llamas sobre esa espalda humillada, maltratada sin piedad. No hay en ella carne que vaya a ser salvada del horror, carne «sobre la cual el viento escapa a sus insomnios», que escribió Luis Cernuda.
Cierto que, como decía Ramón Gaya, «las figuras de Salzillo necesitan de cómplices, la vida en torno, Murcia en torno». Hay muchas sutilezas, sugerencias, pequeños detalles deliciosos y misterios tejidos con esa luz especial de Murcia en Viernes Santo. Ese «fulgor inconfundible», que a veces te asalta, del que habla el poeta Eloy Sánchez Rosillo. Una vez vi cruzarse 'La última cena' con una pintada que proclamaba este deseo: «Ojalá me quieras libre».
Cuenta el gran fotógrafo José Manuel Navia que a las esculturas de Salzillo les pasa como a los cuadros de Caravaggio, que también utilizaba a gente de la calle, a gente normal, como modelos. Por eso nos resulten veraces y cercanas, además de muy bellas. ¿Cómo olvidarse del rostro maravilloso de San Juan, o de la sombra que proyecta el Ángel?, por ejemplo. A Navia le gustaba pasearse por las calles de Murcia comparando los rostros de las gentes que se iba encontrando con los de las tallas del escultor. No te cansas de gozarlas.
Dinero público
Tampoco creo que haya sido su mejor Viernes Santo, para Presidente/López Miras, digo. Y no solo ya por el varapalo de la Justicia a su amigo, y predecesor en el cargo, Pedro Antonio Sánchez, sino, sobre todo, porque Ramón Luis Valcárcel se sentará en el banquillo para responder por presuntos delitos de prevaricación continuada, fraude y malversación de caudales públicos, todo ello a propósito del caso ruinoso de la desaladora de Escombreras. Valcárcel no es cualquiera: lo ha sido todo en la gobernanza de esta Región, apoyado por varias mayorías abrumadoras, y todo para su partido, el PP, en el que hoy ya ni milita. Ignoro si lo está viviendo como un calvario.
Bien: más allá de ese magma de los amiguísimos, de los corruptos con cargos políticos y sin ellos, de la desvergüenza que en demasiados casos ha sustituido a la vergüenza, y de la extendida falta de respeto al cargo, a los votantes y ajenos, la dilapidación en esta Región del dinero público a espuertas es un problema gravísimo, una especie de lluvia ácida que, también es cierto, no parece que quiera ser vista por muchos ciudadanos que se comportan, parece que tan campantes, como el invidente por desgracia de Sanmartino.
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