Y nos dieron las dos y las tres...
Las tradicionales migas camperas cerraron la semifinal del concurso de cante, celebrada bajo la atenta mirada del mítico Fosforito
No sé qué debe pasar por la cabeza cuando el cantaor se sube al escenario de Lo Ferro sabiendo que en la primera fila de los asientos tiene al maestro Antonio Fernández Díaz 'Fosforito', creador de ese cante por ferreñas, y se adentra en el primer tercio de esa letra: «La dulzura del melón/Al cante de la ferreña/Fosforito le dio el don/El alma y la reseña/y Escudero el Corazón».
Cualquier cantaor sabe que está ante uno los grandes de la historia del flamenco y que tiene la última Llave de Oro del Cante (en 2005), un galardón histórico que solo se ha otorgado desde 1868 en cinco ocasiones. Fosforito, a punto de cumplir los 90 años, la está disfrutando. A Camarón se la dieron a título póstumo en el 2000.
Obviamente, no me gustan los reconocimientos póstumos y sin embargo desde aquí me sumo a esas firmas que le piden a la Junta de Andalucía que le entregue la sexta llave al gran Enrique Morente, que ya la mereció en sus últimos años de vida; unas muestras de sus cantes las pueden escuchar en aquel doble disco con la guitarra del maestro Sabicas.
Volvamos a esos cantaores que en la noche del viernes se dejaron el corazón en las semifinales, ante la atenta observación del maestro Fosforito. Y que quede registrado su paso por ese escenario, por orden de intervención: en primer lugar, lo hizo Francisco Javier Heredia Hernández, de Jaén, con la guitarra de Antonio Carrión, que cantó la caña, taranta y granaína y media. El segundo participante fue Antonio Haya Morales, de Córdoba, con la guitarra de Antonio Migueles, con minera, con cartagenera, soleá y alegrías. El tercer concursante Gregorio Moya Lara, que venía de Ciudad Real, con la guitarra del Niño de la Era, lo hizo con soleá, ferreña y alegrías. El cuarto concursante, Baldomero Cortés Heredia, de Almería, con el guitarrista Ramón Rivera, cantó por soleá, minera y alegrías. El quinto cantaor fue Iván Segura Ruiz, de Alicante, con el guitarrista Antonio Fernández 'El Torero', por tientos-tangos, minera, granaína y media. El sexto concursante fue Francisco Ocón Cuadrado, de Córdoba, con la guitarra de Antonio Fernández 'El Torero', que cantó por granaína, ferreña y martinete. Y ya, por último, José Antonio Romero Pérez, de Cádiz, con la guitarra de Antonio Carrión, acabó la fase de la semifinal con ferreña, tangos y petenera.
Pasaron a la final Antonio Haya, Francisco Heredia, Francisco Ocón Cuadrado, José Antonio Romero e Iván Segura.
El festival premió con su Medalla de Oro al Centro Artístico, Literario y Científico de Granada, que recogió su presidenta, Celia Correa Góngora, reconociendo la labor de promoción y difusión de la cultura que realizan desde 1895; también, coincidiendo con el centenario del Concurso de Cante Jondo de Granada, organizado por esta entidad en el año 1922.
Mientras el jurado se iba a deliberar, la Compañía de Mamen Baños nos ofreció una muestra colorista y emotiva con sus alumnas y alumnos, con más de una veintena de niños, entre ellos tres de sus hijos; y unas sugerentes coreografías con los alumnos adultos y ya con su compañía bailó por bulerías, farruca, tangos y alegrías, con el cante de Rocío Martínez, con el baile y las palmas de Ramón Fernández y Guillermo Ramos y la guitarra de Juan Antonio Mateos.
'Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una. Y las dos y las tres'... Esto es lo que tiene la cosa de Lo Ferro. Y esas cosas y ese cante por ferreñas lo escribe Juan Miguel Roca Martínez, secretario de la Peña Melón de Oro, en su libro 'En Lo Ferro yo me quedo'.
Y en eso que estábamos en la cola para recoger las tradicionales migas camperas con uva, que se hacen para todo el público que lo desee. Y ahí en la cola mi amigo el escritor Manuel Moyano, le preguntaba al maestro Fosforito: «¿Cuál es tu preferido?». Y el maestro respondía: «Yo no opino nunca, porque entre otras cosas podría tener diferencias con el jurado». Yo tampoco lo hago mientras concursan porque también la cosa puede tener su miga. Por cierto, las migas extraordinarias.
