Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos
Mesa para cinco ·
No hay nada más horrible para una sociedad que la muerte de sus hijosPara celebrar el regreso de esta plural mesa compartida y parafraseando el magistral comienzo del libro 'Historia de dos ciudades', de Charles Dickens, quiero comenzar ... el nuevo curso haciéndoles la siguiente pregunta: ¿vivimos en el mejor de los tiempos o en el peor de los tiempos? Me gustaría que meditaran su respuesta enfocándola desde un contexto global, pensando en los datos de la evolución histórica de la tierra que habitamos. Tomen perspectiva, entren en modo racional y piensen en un indicador que resuma el progreso de la humanidad y que pueda recoger la mejora de las condiciones de vida de nuestra historia moderna. Seguro que le vienen a la mente muchos parámetros objetivos, que es de lo que se trata, pero solo les pido uno. ¿Lo tienen ya? Pues bien, no me gusta apostar pero me la juego a que con toda probabilidad hayan escogido un factor relacionado con la salud o la esperanza de vida. Yo les propongo el mío: la disminución de la mortalidad infantil.
No hay nada más horrible para una sociedad que la muerte de sus hijos. Nada. Y no hay que remontarse demasiado en el tiempo para situarse en un escenario donde la muerte de los más pequeños era una tragedia que ocurría con insoportable frecuencia. Pregunten a sus abuelas, indaguen en la historia de su familia. Remóntense, por ejemplo, tan solo a un par de generaciones pasadas, que no es más que un suspiro en la cronología humana. Y si nos trasladamos a tiempos más remotos, las estimaciones nos indican que en la Antigua Grecia y Roma, la América precolombina, la China imperial o el Renacimiento europeo, uno de cada tres recién nacidos moría durante su primer año de vida. Y uno de cada dos niños moría antes de alcanzar la adolescencia. Han leído bien, la mitad. Cualquier tiempo pasado nunca fue mejor.
En el momento actual, cuatro de cada cien niños mueren en el mundo antes de cumplir los dieciséis años. Es un dato terrible, asociado en su mayor parte a la desigualdad, que significa que unos cinco millones de niños mueren cada año en nuestro planeta. Cinco millones de dramas, cada año, muertes evitables en su inmensa mayoría. La desnutrición y las enfermedades infecciosas son responsables de casi la totalidad de estas pérdidas. A título personal, ellos vivieron en el peor de los tiempos, por desgracia. Más bien, nacieron en un lugar peor. Por el contrario, en países como los de la Unión Europea (UE) en su conjunto, tenemos el contrapunto de este drama. Ahora mismo, el 99,6% de los niños nacidos en la UE sobreviven a su infancia. El mejor de los tiempos para el que escribe estas líneas y para ustedes que las leen.
Unos cinco millones de niños mueren cada año en nuestro planeta, muertes evitables en su inmensa mayoría
En el último siglo, la esperanza de vida al nacer ha ido en aumento. Un dato que, en buena medida, se ha alcanzado porque la mortalidad infantil ha disminuido de forma drástica. Los avances de la medicina (higiene, vacunas, antibióticos, fármacos antiparasitarios...), la potabilización del agua de consumo doméstico, el desarrollo de fertilizantes que han evitado las hambrunas de tiempos pasados... y otros avances de la ciencia lo han hecho posible. Pero reducir solo a la medicina y la ciencia este progreso, este éxito que a veces ignoramos por cotidiano, es a todas luces injusto. Tras cada descubrimiento y avance siempre hay una sociedad que se arriesga y compromete, organismos que apuestan por tomar decisiones que salvan vidas, políticas de consenso, y, en una primera línea de trinchera, las heroínas y héroes de la educación y la salud pública.
Momentos de tinieblas
Volviendo a Dickens, «Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación». Las incertidumbres del cambio climático, la aparición de nuevos conflictos geoestratégicos, el incremento de la desigualdad y el auge de extremismos son algunos de estos momentos de tinieblas y un preámbulo de quizá un tiempo peor.
Pero aquí estamos, vivos para contemplarlo y no sé si con capacidad para modificarlo, ojalá que sí. Siempre es preferible encender una luz que maldecir a la oscuridad. Así que por mi parte y por la de mis compañeros de mesa, cada domingo seguro que accionaremos un interruptor en sus cabezas. Fotones que activarán sus sinapsis, sinapsis que se transformarán en ideas, ideas que cambiarán el mundo. Esperemos que a mejor.
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