Cuando escribir es un acto de resistencia
Juan Antonio Espín presenta su último libro bajo el título 'Un escribidor esclavo de su musa: el Parkinson'
El otro día, en un rincón de nuestra Murcia que todavía guarda el perfume de la palabra dicha con el alma, Juan Antonio Espín presentó su último libro. Y no era una obra cualquiera. Bajo el título 'Un escribidor esclavo de su musa: el Parkinson', Espín nos regaló una de esas lecciones que no caben en los manuales: la de quien convierte la enfermedad en tinta, el temblor en ritmo y la fragilidad en belleza.
Hay libros que se leen, y otros que se sienten. Este pertenece a los segundos. Porque detrás de cada línea hay un pulso que lucha, un corazón que no se resigna y un espíritu que no conoce la derrota. Juan Antonio, que lleva años desafiando al Parkinson con la misma dignidad con la que otros afrontan un poema, se nos muestra aquí desnudo de artificios, valiente, humano. Un escribidor, como él mismo se define, que escribe no por gusto, sino porque necesita hacerlo para seguir siendo él mismo.
Y es que la suya no es solo una historia personal, sino un espejo en el que nos miramos todos. ¿Quién no ha sentido alguna vez ese temblor que no se ve, el del miedo o la incertidumbre? Juan Antonio le ha puesto palabras a eso que muchos callan. Ha hecho de su dolencia una musa, y de su musa, una aliada. No hay derrota en su escritura, sino resistencia. No hay lamento, sino esperanza.
Durante la presentación, hubo momentos de emoción contenida, de silencios que hablaban más que los discursos. Porque cuando alguien escribe con la verdad por delante, las palabras dejan de ser letras y se vuelven carne. Y en cada página, Espín nos recuerda que la vida, como la literatura, no consiste en escribir sin errores, sino en seguir escribiendo a pesar de ellos.
Murcia, que tantas veces ha visto florecer voces desde su huerta humilde y sabia, tiene en este autor una razón más para sentirse orgullosa. Su libro no es solo una obra literaria: es un testimonio de amor a la palabra, un himno a la dignidad de los que no se rinden, y un faro encendido para quienes aún buscan sentido en medio del temblor.
Quizá, al final, todos somos un poco escribidores esclavos de nuestras propias musas: del tiempo, de la memoria, de la enfermedad o del amor. Lo importante, como nos enseña Juan Antonio Espín, es no dejar nunca de escribir… aunque tiemble la mano, pero jamás el alma.