El viaje de Pepe Pérez-Muelas
'Días de sol y piedra' nos permite pasar (y pasear) por los senderos de la Vía Francígena de la mano de un nuevo Ulises que sabe que viajar es también contemplar la belleza del mundo en medio del dolor y de la incertidumbre
¿Por qué viajar? ¿Para qué cruzar fronteras, y además en bicicleta, siguiendo el ritmo pausado de un medio de transporte que no contamina el ... aire que respiramos y que permite un contacto más directo con la naturaleza? ¿Qué motivaciones pueden empujar a un joven para emprender un viaje de más de mil kilómetros por la famosa (y antigua) Vía Francígena, una especie de Camino de Santiago en versión italiana, que une la montaña del Gran San Bernardo con Roma?
Podríamos encontrar diferentes respuestas. Pepe Pérez-Muelas, quien ya reivindicó la centralidad del viaje en el desarrollo humano a lo largo de los siglos en su primer libro 'Homo Viator' (Siruela, 2023), nos ofrece su versión de los hechos en 'Días de sol y piedra' (Siruela, 2025), un diario de viaje de una nueva aventura, personal, íntima, catártica. Si la ansiedad es, en parte, la enfermedad del siglo XXI, Pérez-Muelas intenta luchar contra la misma para volver a conquistar su yo verdadero: «Se llama ansiedad. Ha estado dentro de ti durante los últimos años y no te habías percatado. Ha invadido tus días. Se ha apoderado de tu cuerpo, de tus actos, de tu forma de hablar con la gente. Llevas demasiado tiempo exigiéndote. Por las mañanas, las clases. Por las tardes, la escritura. Por las noches, la lectura. Crees que puedes con todo. Nunca es suficiente. Aún puedes mejorar. Un círculo vicioso que ha crecido sin darte cuenta» (p. 144).
¿Quién no ha experimentado alguna vez lo que tan claramente describe el narrador en segunda persona del singular? ¿Quién no se ha desdoblado mirándose a sí mismo mientras cae en ese círculo vicioso? La bicicleta, el viaje en solitario, el esfuerzo físico y mental que un viaje de ese jaez implica, pueden ser la solución. El hombre viaja para conocer el mundo, para conocer a los demás y para conocerse a sí mismo.
Cautiva la precisión quirúrgica del narrador al desentrañar cómo la experiencia del viaje por Italia le cambia
Si hay algo que atrapa al lector en 'Días de sol y piedra' es justamente esa precisión quirúrgica del narrador en desentrañar cómo la experiencia del viaje por Italia lo va cambiando, le permite entrar en contacto con los demás (viajeros que persiguen objetivos diversos) y consigo mismo (en el intento de luchar contra esa enfermedad del alma que le ha trastocado su vida y su forma de relacionarse con su familia y, sobre todo, con su hermano). Mientras tanto, el diario se va poblando de múltiples (y siempre interesantes) referencias a la cultura del país en el que se desarrolla la aventura: cada capítulo es una loa a Italia, a su arte, a su cultura, a sus monumentos, a sus pueblos (incluyendo los menos conocidos o los más abandonados).
El lector español entrará así en contacto con representantes fundamentales de la música, de la literatura, incluso del deporte del país hermano. Ahí están Primo Levi y su experiencia del Holocausto; Cesare Pavese y su caída en el abismo de la soledad y del suicidio; Gino Bartali, campeón del ciclismo que debería encarnar los ideales del fascismo mussoliniano y cuyo diario nos desvela una faceta completamente contraria a esa imagen oficial; y Giuseppe Verdi, con su 'Nabucco', y Bernardo Bertolucci, con su 'Novecento', De Chirico y su famoso 'Misterio y melancolía de una calle', y Petrarca, quien afronta la subida al Mont Ventoux con un ejemplar de bolsillo de las 'Confesiones de San Agustín'. Es un momento clave en la vida del poeta y en el arranque del viaje por la Vía Francígena de Pepe Pérez-Muelas (esta vez sí, aquí la voz del narrador coincide con la del autor en carne y hueso): «[Petrarca] dice que abre una página al azar. Se detiene en el Libro X y lee en voz alta mientras Gherardo lo escucha atentamente: 'Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos'» (p. 42).
He aquí otras respuestas a las preguntas iniciales. Como nos va demostrando Pérez-Muelas, se viaja para encontrarse uno a sí mismo, pero también –paradójicamente– para olvidarse uno de sí mismo y dejarse asombrar por la belleza de todo lo que nos rodea: las montañas, el mar, los astros del cielo que guiaron a Ulises hasta el monte del Purgatorio, tal y como Dante describe su último viaje en el canto XXVI del 'Infierno' (reescribiendo a Homero). Y mucho Ulises percibimos en este viajante ciclista que recuerda la 'Odisea' como libro fundacional, además de como modelo a seguir para volver a su Ítaca, conocer a una nueva Penélope y a una verdadera Nausícaa, descubrir que en Roma (tal y como ya nos enseñó Henry James en sus 'Vacaciones en Roma') la muerte y la belleza coinciden y quizás se le pueda ganar la batalla a ese gigante monóculo que llamamos «ansiedad».
'Días de sol y piedra' nos permite pasar (y pasear) por los senderos de la Vía Francígena de la mano de un nuevo Ulises que sabe que viajar es reflexionar, dejarse sorprender, contemplar la belleza del mundo en el medio del dolor y de la incertidumbre o, lo que es lo mismo: «Viajar te expone a la contemplación. Por eso no hay un espíritu más privilegiado en el mundo para contemplar una plaza italiana que el de un viajero» (p. 142). Desde los Alpes, pasando por las «strade bianche» de la Toscana, para acabar en el caos sempiterno de la capital de Italia.
***
Pepe Pérez-Muelas presentará 'Días de piedra y sol' este sábado, a las 12 horas, en la Feria del Libro de Cartagena, con Víctor Rodríguez, director de LA VERDAD.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión