25 años de la muerte de Kraus
El secreto del tenor lírico era su legendaria técnica de canto, que recordaba a los cantantes del siglo XVIII, favorecida e implantada por su gran maestra, Mercedes Llopart
Joaquín Gómez Gómez
Catedrático de Patología y Clínica Médica-Infecciosas en la UMU y melómano
Martes, 27 de agosto 2024, 23:42
El 10 de septiembre de 1999 falleció en su casa de Montepríncipe en Boadilla del Monte (Madrid) el que fuera tenor lírico «di grazia» de ... referencia, don Alfredo Kraus Trujillo. El Teatro Real cedió su hall como capilla ardiente, donde miles de admiradores y seguidores pudieron darle su último adiós. Como él cantaba la famosa 'canzone' de Innocenti, 'Adiós sueños de gloria', el texto decía: «Adiós sueños de gloria, adiós viejos castillos, adiós mi primavera, ya nunca has de volver. Quisiera tener esperanza, pero con el cuerpo y el alma herida [cáncer de páncreas], yo sé que eso no puede ser. Adiós sueños de gloria».
El secreto de Kraus era su legendaria técnica de canto, recordaba a los cantantes del siglo XVIII, favorecida e implantada por su gran maestra, Mercedes Llopart. Él lanzaba la voz a los resonadores de las cavidades maxilares y etmoidales y con su estudio pormenorizado del mecanismo respiratorio, conseguía un arco vocal que ascendía hasta el RE agudo y en una ocasión en los 'Hugonotes' hasta el mi bemol.
Su dominio de la respiración lograba auténticas maravillas en las inflexiones del bel canto; ritardando, ensanchando la voz de abajo a arriba, 'smorzature', mesa di voce históricos, etc. Cuando a partir de 1992 su voz se ensanchó un poco por el centro, aparecieron nasalizaciones, que afeaban un poco la majestuosidad de su canto, según comentó cariñosamente don Antonio Fernández Cid en 'ABC' y hace poco tiempo también me lo indico mi buen amigo Roberto Alagna, en mi opinión, Príncipe de los Tenores del siglo XXI. En Murcia dio dos conciertos: 1991 en el Romea, algo mágico, una lección magistral, precisando por falta de localidades, la instalación de pantallas gigantes en la plaza del teatro; y en 1995, en el Auditorio, fue agridulce (en decadencia) y triste porque su esposa comenzó a sentirse enferma y falleció ocho meses después.
¿Cómo era Kraus? Al comienzo, entre 1964 y 1977, era don Alfredo. En este último año, después de deleitarnos con su antológico Werther en el Teatro de la Zarzuela de Madrid: «Oiga usted, por favor, puede dejarme, lleva aquí cinco minutos y yo no tolero a nadie más de dos o tres». En otra ocasión, en 1982, llevé a mi hija Rebeca a un concierto en el Teatro Real y al saludarlo, le preguntó: «Oye niña, ¿y tú qué haces aquí?». Mi hija le contestó que le gustaba mucho su canto. Él respondió, sonriendo: «Curioso, curioso». Después, manteniendo un poco la distancia, era el gran divo, pero tenía un gran señorío, educación y su presencia llenaba la escena sin moverse.
Como anécdota de lo que significó, tenemos la que aconteció una noche memorable en el Coliseo Albia de Bilbao, con motivo del 150 aniversario de Gayarre. Kraus cantó una inolvidable Lucia de Lammemour, especialmente su famosa plegaria elegiaca 'Tu Che a Dio Spiegasti L'Ali', con rodilla derecha en tierra, mirando al cielo como una exhortación, dicha a media voz, 'sottovoce', con gran slancio recreándose en cada frase, con abundantes 'smorzatures' y una emotividad contenida pero vibrante, que paralizó la respiración de todo el público. Al final entre bastidores alguien dijo: «¡Alfredo, eres como Dios!». Otro le contestó: «Bueno, realmente se encuentra entre los hombres y Dios». Era como Baldassare Ferri «un Angel di Dio», que hizo de su prodigiosa técnica de canto un verdadero arte en la historia lírica tenoril.
Finalmente se hizo más cercano y humano. Así, en el último concierto que le vi en agosto de 1998, en el Castell de Peralada, al finalizar me sentó a su lado y se interesó mucho por mi situación y mi vida. Quién iba a decirlo, que ya no volvería a verlo en escena, pero siempre se encuentra en nuestro corazón, porque fue un auténtico creador en su forma de cantar y expresar. Nadie ha podido superar sus interpretaciones, recordando sus Werther, Duque de Mantua, Arturo, Edgardo, Fernando, Alfredo, Nadir, Genaro, Tonio, etc.
Siempre se le ha reconocido como un gran maestro del canto lírico. Así, Sergio Segalini en París dijo: «El Divino Alfredo ha iluminado París con su Werther en 1984»; y Jaime Aragall expresó que lo consideraba como el Príncipe de los Tenores del siglo XX.
Después de su muerte, el artista máximo Plácido Domingo, que le tenía mucha admiración y sentía cariño por su persona, auspició un homenaje póstumo en el Teatro Real de Madrid que se celebró en diciembre. Plácido eligió, para recordarlo, escuchar su famosa aria 'A teo cara' de I Puritani. El Teatro guardó un silencio majestuoso y después Plácido levantó a todos de sus asientos al cantar 'Madrileña bonita'. Fue un gran concierto, pero algo controvertido por cancelaciones de última hora. Kraus, don Alfredo, ha interpretado y cantado con auténtica sublimidad y así ha llegado y perdura en la eternidad.
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