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Hernández Cano, un corazón enamorado

El Museo de Bellas Artes dedica una retrospectiva a un escultor que plasmó como pocos la elegancia en el bronce. 'Por instinto' es el título de la muestra, una de las más ambiciosas del año, que se inaugura esta tarde y se podrá ver hasta abril

Viernes, 7 de febrero 2020, 01:04

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En 2017 entornó los ojos definitivamente uno de los escultores más elegantes que ha dado la Región de Murcia. Pepe 'El Largo' era como llamaban a José Hernández Cano (Murcia, 1931-2017), representante de toda una generación de artistas cargada de ideales siempre en tela de juicio. «Quien se carga de razón suele olvidarse del amor», decía Hernández Cano, protagonista absoluto de la exposición retrospectiva que hoy inaugura -a las 19 horas- el Museo de Bellas Artes de Murcia como homenaje póstumo a «un gran hombre de sencilla leyenda». Así lo veía Pepe Lucas, otro artista auténtico, que en el catálogo de la exposición, titulada 'Por instinto', lo califica de «singularísimo», y no solo por su 1,90 metros de estatura -de ahí lo de 'El Largo'- sino por su apego a la vida sencilla, por su humanidad, por sus «desconcertantes extravagancias» y sus miedos, por esa mirada de hombre sereno en cuyos ojos se encontraba la huerta con todos los océanos.

El escritor murciano Santiago Delgado, miembro de la Academia Alfonso X El Sabio, recuerda que un artista-escultor no es -ni más ni menos- que «un indagador de formas emanadoras de sentimientos y emociones, por sus manos sacados, mediante el instinto creativo propio, de la materia que trabajaba». Sobre esa tesis, Delgado está convencido de que Hernández Cano fue «un gran murciano» que hablaba a las almas con su «arte universal». Su escultura, observa el académico, entra dentro de la «categoría instintiva-sentimental, más que intelectual», transformando con sus manos la madera, el barro, la piedra o el mármol, «acaso su preferido», para llegar a dar forma a esos sentimientos. Primero la idea emocional, o instinto, dice Santiago Delgado, para a continuación, «ayudado de la técnica, llegar a lo que quería expresarnos».

'Las corredoras de relevos', premio de la I Bienal de Escultura de la CARM, bronce del año 1986. sergio gonzález sanz (Exposición 'Por instinto', MUBAM)

Isabel Hernández Monllor, hija de Hernández Cano y comisaria, junto a Elisa Franco, de esta retrospectiva, cuenta que su padre era ante todo «un hombre sensible y observador, capaz de ver e interpretar todo lo que le rodeaba». Es justamente en la infancia donde adquiere el instinto, entendido por impulso e inspiración para vivir. «El instinto es noble y generoso», opina Isabel, la única hija que Pepe 'El Largo' tuvo, fruto de su matrimonio con Mariola Monllor Molina. «El instinto hay que seguirlo porque así ha sido a lo largo de la historia, y su rechazo provoca desequilibrios. El instinto de los mirlos para cortejar a su pareja cantando día y noche con gran dulzura, de los vencejos que pasan su vida volando y solo se posan, por amor a sus hijos, cuando hacen el nido y crían». Esa infancia en la huerta -nació en la casa que la familia de su padre, un huertano de nombre Pedro Hernández Guillamón, tenía en la carretera de Alcantarilla, kilómetro 1, nº 102, en lo que hoy es Barriomar-La Purísima, uno de los barrios de Murcia-. Su madre, Isabel Cano Ortín, tuvo las primeras contracciones durante la quema en el Plano de San Francisco de la Purísima de Salzillo. José fue el cuarto de cinco hijos, que salieron adelante «con ingenio y mucho trabajo». Con la guerra de por medio, pocos eran los que podían recibir una educación normal en aquel momento, de modo que fue educándose con maestros, tanto católicos como republicanos, que ejercían cerca de su casa.

Así pensaba él

  • Cualidades «El arte es instintivo, nato, no se aprende, se cultiva»

  • Un pensamiento «Si tuviéramos alma de gaviota nuestro mundo sería el universo para volar, y nuestro paraíso la tierra para amar»

  • Observación «Belleza es limpieza en el alma y en las formas»

  • Figuras «Me gusta hacer las formas largas porque me gusta pasear la vista de una forma estilizada y sentirme libre como en una sociedad equilibrada»

Uno de ellos, Ángel Molina, republicano, valoró sus inquietudes y habilidades artísticas haciendo mapas y en las clases de dibujo, de modo que el padre conseguiría que el crío entrara en el taller del escultor Bernabé Gil de la calle Baraundillo de Murcia con 14 años, donde empezaría a modelar barro. Haría estudios en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Murcia, donde tuvo como profesores a José Planes, Luis Garay y Clemente Cantos. Trabajó con Carlos Rodríguez y, por mediación de Antonio Campillo, entró en el taller de Juan González Moreno, donde con 17 años conocería el oficio de imaginero y donde aprendió las técnicas de vaciado, saca de puntos, talla de madera, dorado, estofa y policromía. Con González Moreno trabajó en pasos procesionales y en los relieves del santuario de la Fuensanta.

Materiales nobles

El taller de González Moreno estaba en el antiguo Archivo Notarial de la calle Vara de Rey, en pleno centro de Murcia, y el ático del edificio era cedido por el Ayuntamiento a pintores y escultores, donde Hernández Cano frecuentó a otros artistas, como Mariano Ballester, Antonio Garrigós, Paco y Pepe Toledo, González Marcos, Campillo, José María Párraga... Además, en Santa Eulalia tenían sus estudios otros colegas como Juan Díaz Carrión, Pedro Pardo y Elisa Séiquer. En el Archivo Notarial estaría Hernández Cano hasta el año 68, cuando decide construirse su propio espacio en unas tierras familiares en el Camino Hondo de La Purísima. Su fascinación por la piedra y mármol encontró en Manuel Tornel, Pedro El Cantero y Serrano magníficos aliados, y lo mismo le ocurrió con el bronce y la madera, que consideró materiales nobles por excelencia.

Sobre él

  • Isabel Hernández Monllor. Hija «Quería transmitir elegancia desafiante, provocadora, firme; era su forma de sembrar»

  • Pepe Lucas. Artista «Para él el arte era naturaleza y misterio. Tener el talento para la equivocación, para la duda y para la contradicción»

  • Pedro Soler. Crítico de arte «Convirtió sus manos en un sensible y dominador método de modelar el arte de la elegancia»

  • Cristóbal Belda. Académico «Tanto en relieves como en desnudos fue sincero con las claves de su formación»

Mariola Monllor, hija del pintor Jorge Monllor, gran amigo de Mariano Ballester, sería el amor de su vida, con el que contrae matrimonio en 1972. Cuenta la familia que Hernández Cano llegó a estar afiliado al Partido Comunista -publicó un libro, 'Perestroika'- con la esperanza de un mundo mejor, hasta que aboga, junto con Párraga, por hacer apología de la belleza y del equilibrio repartiendo octavillas en las inauguraciones de las bienales de pintura y escultura que organizaba entonces la Consejería de Cultura y en las exposiciones Contraparada, que cada septiembre organizaba el Ayuntamiento de Murcia en el Almudí. «Según ellos se gastaba muchísimo dinero en artistas abstractos de fuera, y no se cuidaba lo suficiente a los murcianos».

'Mariola, mi mujer', escayola patinada de 1973. | 'La mujer de la columna', mármol blanco de 1990. | 'El adolescente', bronce patinado de mediados de los años 80. sergio gonzález sanz (Exposición 'Por instinto', MUBAM)

Decepcionado por la imposibilidad de luchar contra los elementos y de ver transformaciones sociales a la medida de los ideales, Hernández Cano tomó una decisión: recluirse en su estudio y entregarse por completo a la naturaleza, dando rienda suelta a ese instinto que le hacía crear arte. Comenzó un tiempo de mucho trabajo, de investigación y de creación, de homenajes a obras históricas, y de ensalzar la belleza, especialmente a través del cuerpo de la mujer, muy presente en toda esta exposición, como las figuras del Renacimiento, como esos tipos extremadamente delgados («los tíos secos») que después darían pie a sus celebrados toreros, piezas que le hicieron ser comparado con Giacometti, a quien, según admite su hija, «mi padre ni conocía al principio, hasta que investigó». Alentado por Anastasio Martínez, obtuvo el título de Graduado en Artes Plásticas en la especialidad de Talla y Maestro de Taller, en 1984, e incluso opositó para profesor, aunque declinó el ejercicio de la docencia porque creía que le restaba libertad para hacer su obra.

La dignidad de un oficio

Cristóbal Belda, presidente de la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia, escribe en el catálogo de la exposición sobre la dignidad del oficio de escultural y sobre la noble apariencia de los modelos que utiliza, «la espontaneidad de sus animales, el movimiento espontáneo y veraz de sus atletas de relevos, las sutiles curvas de sus desnudos, continuidad de elevados ideales desde Planes a González Moreno o los ingeniosos homenajes a la historia del arte». En todas sus obras, se reafirma Belda, «late el espíritu de un artista, la dignidad de un oficio, el eco de magistrales recuerdos puestos ya para que, como en los versos de Prometeo, 'de ti gocen los vivos'». Dice el académico que la escultura siempre fue «un arte difícil», por lo que implica para sugerir una verdad, por los conocimientos que requiere «para mostrar la autenticidad de una ilusión», pero en la obra de Hernández Cano, según aprecia Cristóbal Belda, tanto en los relieves como en los desnudos, es posible percibir «la huella de sus grandes mentores». Lo esencial se transforma en sus manos para ser todo: «Fuerza, vida y movimiento».

La escultura de la elegancia

El periodista abaranero Pedro Soler, crítico de arte de LA VERDAD y cronista oficial de Murcia hasta su fallecimiento en 2018, dejó escritas unas palabras para una exposición que finalmente no se realizó. «La estilización que Hernández Cano da a sus figuras es única y constante [...]. Cómo un hombre de tan toscas apariencias, autor de textos explosivos, de comportamiento tan original y anti tantas cosas, consiguió convertir sus manos en un sensible y dominador método de esculpir o modelar el arte de la elegancia. Aunque, inicialmente, me pasmaron sus originales y personales maneras, mi pasmo se trocó al poco en sorpresa. Pronto entendí que su mente limpia, su lealtad artística, su humildad efectiva eran las facetas que aplicaba -en medio de un huerto aislado y rodeado de verdor- a la hora de modelar el barro, con primorosa facilidad y hasta con ternura [...]».

Testigos de sus veranos en Mazarrón eran Pepe Lucas, Antonio Segado del Olmo, María Dolores Martínez de la Vieja y el pintor alhameño Aurelio Pérez, el Dios del amarillo. Todos ellos sabían que sobrevivió a un accidente de coche cuando iba a por un premio en Sevilla, que lo dejó cojeando durante años, como cuenta el poeta Pedro Guerrero Ruiz, profesor y literato. Ese instinto al que hace referencia el título de la exposición, dice Ruiz, era el que «no dudaba en poner en marcha en cuestiones de injusticia, de solidaridad, de ecología, e incluso producido en el arte de pensar y llevar a mano lo que creía verdadero, noble y distinto».

Ese «alto sentido de la generosidad», esa forma de entender la vida y el arte, tuvo sus manifestaciones físicas, pero también filosóficas, ya que Hernández Cano tenía también destreza en el manejo del lenguaje y en la ordenación y plasmación de sus pensamientos por escrito. Así, dejó una profusa documentación que su hija Isabel ha reunido ahora también en esta exposición y en el catalogo, que ha sido posible gracias a muchas voluntades -Comunidad Autónoma, a través del servicio de Museos de la Región de Murcia, Mubam, Ediciones Tres Fronteras y ElPozo-. «Un pueblo -decía Hernández Cano- puede ser rico por su agricultura o por su pesca, por su industria y vías de comercio, pero es más rico por su Arte. Hablo del cuerpo y del alma. Y que en el arte de vivir entran todas las Artes». A Pepe 'El Largo 'le gustaba que en toda obra de arte se dieran dos cosas: la pureza del amanecer y la calidez del atardecer. «El Arte empieza donde acabas tú. O, como decía Juan Belmonte, se empieza a torear cuando te olvidas del cuerpo. ¡Qué sabiduría y qué gran filosofía!». Si hay algo que hemos aprendido con esta muestra es que Hernández Cano es eterno.

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