Rafael Fuster: «Catalogar la obra de Gaya nos llevará años»
El artista anuncia su intención de renovar la exposición: «Como hay muchos fondos, me gustaría estar en continuo movimiento»
El artista Rafael Fuster (Murcia, 1978) tomó posesión el 2 de noviembre como nuevo director del Museo Ramón Gaya de Murcia. Para este año ... 2022 pretende elevar el conocimiento de la institución, con una renovación de la colección y una mayor proyección dentro y fuera de la Región de la figura y obra de Gaya (1910-2005). «Me parece un regalo servir a la pintura y a Ramón Gaya», afirma a LA VERDAD, en esta entrevista en la que reconoce que no parte de cero: «Tanto Manuel Fernández-Delgado como todo el equipo del museo ya hicieron un trabajo muy importante. Hay que renovar cosas que han quedado atrás, los últimos años no han sido del todo buenos, por las crisis, la pandemia, la falta de dirección. Es un reinicio para el museo, y yo estoy encantado, me ilusiona».
–¿De dónde viene su devoción?
–Recuerdo que a primeros de los 90, tendría el museo un año o así, yo vine con mi madre a conocer a Ramón Gaya, y casualmente estaba, pero había venido de viaje, estaba muy cansado, y no pudimos saludarlo. Me regalaron un póster. Luego ya en Madrid sí fui a buscarlo a Cuchilleros, pero había cambiado de casa a General Castaños, de modo que no tuve la suerte de encontrarme con él. No soy nada mitómano, pero quería conocerlo, me parece alguien decisivo en el mundo del arte.
«No han sido críticas sino crítica; no creo que tenga que defenderme. No le veo peso»
–¿Qué veía entonces en Gaya que le hacía ser distinto a los demás?
–En Ramón Gaya yo vi una verdad, y cuando encuentras una verdad no te preguntas por qué. Los misterios no hay por qué desvelarlos. Ya de pequeño yo lo perseguía, pero quedé absolutamente hechizado cuando leí sus escritos. Eso completó la perspectiva que yo tenía del pintor. Me parecía algo verdaderamente sorprendente, y creo que cristalizó así mi verdadera fascinación por él.
–La escritura de Gaya no es tan fácil de desencriptar. Pero quien lo consigue cae rendidamente.
–Comprender a Gaya y su cultura requiere de una sensibilidad en cierta manera parecida, o afinada. Yo cada vez que lo leo lo redescubro, se me presenta como inédito. Así puedes estar una vida entera. ¿Comprenderlo? ¡Es como comprender a San Juan de la Cruz! Sí hay algo por intuición que se entiende, y lo demás es un trabajo que hay que hacer para mantenerse en equilibrio con la obra.
–¿Cómo le han sentado las críticas desde el mismo momento en que tomó posesión del cargo, y cómo se defiende cuando otro de los aspirantes [el galerista Nacho Ruiz] ha dado a entender que el concurso público que lo eligió estaba amañado?
–Es singular porque, en realidad, no han sido críticas sino crítica, y, sinceramente, no creo que tenga que defenderme. No le veo peso para hacerlo. Yo me presento a un concurso, y un tribunal, que era de una calidad indiscutible, decide que el proyecto que más sirve a la pintura es el que uno ha presentado. Luego, el patronato no son solo los patronos del Museo Gaya, sino todos los partidos políticos, que por unanimidad deciden aprobar el proyecto. Tengo entendido que las bases también se le dieron a todos para que las cambiaran, si así lo creían. No creo, sinceramente, que sea una cuestión de peso. Sí ha habido un aluvión de gente apoyándome, quizás en privado, y con eso me quedo.
«Gaya dedicó mucha energía a la escritura; sus textos sobre arte son de los mejores del siglo XX»
–¿Con qué ideas se presentó al concurso? ¿Cuál será su línea?
–Servir a la pintura y servir a Ramón Gaya. Señalar qué tipo de pintor es, darle la dimensión que merece, sin desmerecer el trabajo que se ha hecho hasta ahora. A este museo le costó mucho nacer, y a día de hoy, creo, sería muy difícil que existiera. Creo que Gaya es un pintor todavía un poco desdibujado, porque no está hecha aún la catalogación completa. Uno de mis empeños es ese, la catalogación, y nos están llegando muchas obras, gente que nos envía fotografías, y nos encontramos con un pintor de un registro más variado de lo que parece, con una dimensión que interesa bastante divulgarla. Así como sí tenemos todos sus escritos ordenados, es imprescindible tener ordenada su pintura. Es un trabajo que llevará muchos años.
–¿Hay literatura inédita de Gaya?
–Hay alguna cosa, como, por ejemplo, la correspondencia con el hispanista Nigel Dennis, que editó 'Ramón Gaya: de viva voz', un libro magnífico de entrevistas a Gaya. Pero su obra con más peso, la del Ramón Gaya escritor, está toda editada, y, además de manera exquisita, por Pre-Textos, una de las mejores editoriales de España. Todo irá apareciendo y, quien mejor lo sabe, sin duda, es Isabel Verdejo [viuda del pintor, casado en primeras nupcias con Fe Sanz, muerta en 1939 en el bombardeo de Figueras].
–¿Debe someterse el Museo Gaya a una remodelación o reestructuración para plantear la exhibición de otra forma [especialmente tras la donación de más de 2.000 objetos del artista, incluidos libros, vinilos y cartas]?
–Entiendo que hay que reorganizarlo, pero por una sencilla razón: siempre se ha hablado de la Casa Palarea pero, en realidad, son dos casas unidas. Y el visitante encuentra un recorrido algo complejo, porque hay que entrar y salir por el mismo sitio, porque hay escaleras a un lado y otro. Habría que delimitar de manera muy nítida el recorrido del visitante, y quizás dedicar la parte de la escalera de caracol, la Casa Palarea, a exposiciones temporales, donde también se revisite la obra de Gaya, y la otra dedicarla a la colección permanente. Como hay muchos fondos, unos 500 cuadros, sí me gustaría estar en continuo movimiento, además de traer obra desconocida como en el ciclo 'Inéditos'. Murcia no es una ciudad con excesivo turismo, no es Venecia ni Barcelona, y al murciano habría que darle la oportunidad de encontrar continuamente cosas en el museo. Novedades. Quiero fomentar la cooperación entre instituciones y reactivar la asociación de amigos del museo.
«Como hay muchos fondos, unos 500 cuadros, me gustaría estar en continuo movimiento»
–De los fondos recientemente donados por Isabel Verdejo al Museo, ¿qué es lo más interesante?
–Isabel ha donado siete obras, tres óleos enormes, importantes, y otras obras pequeñas, como una vista de Venecia absolutamente sobrecogedora que puede disfrutarse en la exposición de Venecia, y otra sobre la Galleria dell'Accademia, piezas magníficas que engrandecen a la ciudad. En breve serán efectivas otras donaciones, Alicia Gaya [única hija del pintor, residente en Portugal] ha donado una obra también, y el pintor Pedro Serna otras siete. esto incrementa el patrimonio artístico del Ayuntamiento de Murcia.
–Gaya no era hiperactivo a la hora de producir, como Picasso.
–Gaya era más contenido, y Picasso era excesivo. Nigel Dennis decía que Gaya se quedaba absolutamente agotado después de una sesión. Tiene una producción grande, como mínimo 3.000 obras, y todavía no hemos terminado la catalogación completa. Ahí hay que incluir, además de los óleos y los dibujos, su obra gráfica. No es excesivo en la manera de trabajar, porque dedicó mucha energía a la escritura y sus textos sobre arte son de los mejore que se han escrito en el siglo XX. Hablo de 'Velázquez, pájaro solitario' que, como dice Eloy Sánchez Rosillo, es algo milagroso.
–Uno de sus propósitos es conseguir que la obra de Gaya sea expuesta al menos cada año o cada dos años fuera de Murcia.
–Eso sería muy importante, y estamos trabajando en distintos frentes. Es decisivo dar a conocer la obra de Gaya fuera de los muros del museo. Hay obra de Gaya en el Patio Herreriano de Valladolid, en el Museo de Arte Reina Sofía, en el IVAM de Valencia, en la Casa-Museo de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí en Moguer, en la Fundación María Zambrano de Málaga... Es importante señalar dónde está esa obra, y tener un mapa de su obra.
Un autógrafo de Nietzsche
–¿Le gustaba a Gaya coleccionar?
–Tenía obra de Francisco Bores, de Pedro Serna, como es lógico, de Bonafé y Pedro Flores, que eran de su círculo. Hay dos referentes para Gaya: Cristóbal Hall y Clemente Cantos. Yo siempre digo que el patrimonio de la Región de Murcia es muy bueno, pero está disperso y es desordenado y desconocido. Clemente es para Gaya un ejemplo con su vida, pensamiento y obra. Igual que Hall [quien se queda con Alicia Gaya cuando el murciano se exilia a México]. Gente sin afectación de gravedad, sin solemnidad, que quería desembocar su obra en la vida, ni muchísimo menos en el cuadro. De ellos tenía obra. También tenía un autógrafo de Nietzsche comprado a un anticuario en París, y quiso comprar un dibujo de un paisaje de Picasso en el que, según Gaya, el malagueño había vuelto a la cordura, de cuando Picasso deja esa etapa en la que solo hace 'picassos'. Pero no pudo al final.
–¿Qué le sigue sorprendiendo?
–Gaya pasó dos meses prácticamente en cama. Había salido del campo de refugiados españoles en Saint-Cyprien (Francia), su mujer había muerto en el bombardeo, su hija tenía neumonía, había perdido la guerra... Y Cristóbal Hall le anima a pintar en esa etapa en su castillo de Cardesse antes de embarcarse a México. De esa etapa hay un autorretrato en un espejo, apenas se ve, con unas flores en una repisa, y una postal de 'Las Meninas'. Lo único que le quedó del campo de concentración es esa postal que se cae pintándola detrás de la repisa y ya no puede recuperarla.
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