La ética de la arquitectura
El arquitecto Daniel Carbonell trató de levantar, en el barrio murciano de Vistabella, el entorno ideal en el que comenzarían a moldearse los 'individuos correctos'
Todos, profesionales de la arquitectura o no, hemos denostado o alabado la vertiente estética de los edificios alguna vez, pero ¿qué hay de su ética? ... Es cierto que el proyecto arquitectónico tiene una presencia visual incuestionable, pero de forma inherente también condiciona nuestra forma de vivir y relacionarnos. Y, al igual que existen arquitecturas que persiguen con gran ambición la belleza, o simplemente ser llamativas, también las hay con un enorme interés por promover y arropar unas u otras conductas.
Ejemplos hay muchísimos tanto históricos como contemporáneos, pero uno muy interesante, por la voluntad explícita con la que se llevó a cabo, lo encontramos en el barrio murciano de Vistabella. En este proyecto, realizado entre finales de los años 40 y principios de los 50, el arquitecto Daniel Carbonell trató de levantar el entorno ideal en el que comenzarían a moldearse los 'individuos correctos'; es decir, proyectó unas casas saludables en las que los hombres podrían recuperar la energía productiva con la que levantarían el país y en las que la organización espacial, permitiría el seguimiento de unas pautas de vida pública y privada adecuadas a los principios morales de la época.
Para ello implementó numerosas estrategias formales que estaban siendo divulgadas y normalizadas a través de la Dirección General de Arquitectura. Exponerlas todas excede el espacio disponible en esta mesa, pero citaré algunas. En primer lugar, llama la atención que el número mínimo de dormitorios se concretó en tres dobles con el objetivo de garantizar que hijos e hijas dormían separados. Así se podía cumplir dentro del hogar con la política que buscaba impedir el contacto entre chicos y chicas. Incluso, en la mayoría de los casos la habitación principal está colocada en una posición central como separación de facto entre ambos géneros.
Otro rasgo espacial de estas viviendas fue el cuidado de las circulaciones a través de un pasillo totalmente independizado del resto de las estancias. Con ello se pretendía preservar la intimidad y el decoro delante de las visitas e incluso entre los integrantes de la propia familia.
Por último, cabe resaltar que la configuración de los hogares pretendía minimizar la presencia de la mujer en el espacio público, algo habitual en las sociedades intensamente patriarcales. Para ello las cocinas contaban con un espacio de almacenamiento extra que, al igual que la escasa altura del alféizar, era una estrategia para reducir las salidas de las amas de casa. De esta forma la despensa permitía no tener que ir a comprar con asiduidad, mientras que poder asomarse a las ventanas con un antepecho bajo, facilitaba la vigilancia desde el interior de los niños que jugaban en la calle.
Pero el sueño falangista iba más allá del orden moral individual y familiar, su objetivo era el final de la lucha de clases, en favor de una convivencia armoniosa y paternalista en la que cada persona asumía con docilidad su lugar en el mundo. Eso sí, para lograr esta utopía se asumió la necesidad de 'depurar' a todo aquel que no cumpliese con las rígidas normas morales. De nuevo encontramos aquí una arquitectura cómplice que se apoyó en que los propios ciudadanos se responsabilizaran de cumplir con el modo de vida impuesto y vigilar que los demás también lo hicieran. Para ello las casas más grandes, destinadas a las 'mejores' familias, en ese momento las más numerosas, con más poder adquisitivo e influencia, fueron situadas en posiciones estratégicas desde las que podían controlar el barrio.
Todo esto que les he contado no es una lectura personal, sino que ha sido extraído directamente de las memorias, las normativas y la prensa de la época. Otro día acercaré a este foro la voluntad sociopolítica que subyace tras la famosa cocina americana o incluso algún ejemplo contemporáneo en el que se tratan temas como la convivencia intergeneracional o la soberanía alimentaria. En cualquier caso, espero que estas líneas hayan servido para consolidar la idea de que la arquitectura es una disciplina evidentemente técnica y creativa pero también, inexorablemente social y política.
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