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Lunes 6 de enero

Los Reyes te traen una funda para el móvil nuevo -que ya se había adelantado- y el cómic de Seth, 'Ventiladores Clyde'. Te gusta que te regalen, pero aún más regalar. Ponerte en la piel del otro, imaginar la sorpresa, la alegría. Pensar y sentir desde los demás.

Comida en la huerta. En la casa de tu sobrino. Ahora la llamas así -ya no es la tuya-. Le lleváis los regalos a vuestro ahijado Gabriel -un balón de entrenamiento y la camiseta del Madrid-. Ves a tus hermanos y les felicitas el año. Coméis todos juntos en el salón. Es lo único que han mantenido de la casa anterior, la cocina. Allí comíais y veíais la tele. Allí se sentaban la Nena y tus padres en las mecedoras. Allí estaba la mesa camilla y el brasero encendido. Allí estáis ahora todos de nuevo. Los que quedáis. En ese espacio que, de algún modo, contiene la memoria del pasado.

A media comida, te das cuenta de que la mesa a la que estáis sentados es la que había en la cocina. Con el mantel no te habías percatado. La mesa grande de la casa, restaurada y conservada. Volver a comer ahí te hace conectar con el pasado. Ha cambiado todo de lugar, pero intentas situar con tu mente la posición en la que se sentaban tu padre y tu madre. En la que te sentabas tú y los demás. Percibes la presencia de esos espacios invisibles. Incluso tienes que acomodarte hacia un lado para coincidir con tu sitio del pasado.

Estás ahí, pero estás también en la casa de hace veinte años. Como el Doctor Manhattan. Experimentas la multiplicidad temporal. Y piensas que tal vez algo de este futuro que ahora sucede también llegó a aquel pasado. En aquella mesa, en aquellas comidas, ya latía este momento. Todo lo que experimentas ahora. Por eso también entonces había melancolía. La intuición de la pérdida por venir.

Sales de allí con lágrimas en los ojos. Con la sensación de haber atravesado el tiempo. También con el estómago rebosante. No te cabe más roscón. No te cabe más nada.

Por la noche, veis 'El increíble finde menguante', una película española que te sorprende. De nuevo, las paradojas temporales. El pasado que se repite, con una extensión cada vez más reducida, como un eco que va acortando su intensidad. Piensas que esa es una de tus obsesiones: el viaje en el tiempo. Volver al pasado para arreglar las cosas, para volver a experimentar todo aquello que ha desaparecido para la siempre. Quizá por eso escribes, porque la escritura es lo más parecido a una máquina del tiempo.

Martes 7 de enero

Temprano, a la universidad. Apenas hay nadie por los pasillos. Comienzan los exámenes.

A las doce, traumatólogo. Te duele el gemelo y sigues temiendo que sea un trombo. Se lo comentas al médico. No mires internet, te dice. Y te envía una ecografía.

Hay gobierno. Una gran 'performance'. Ojalá todo salga bien. Cruzas los dedos.

Pasas toda la tarde buscando imágenes para el libro de Akal. Tomando capturas de pantallas y escaneando libros. Se te va la tarde en eso.

Continúas leyendo 'Los años', de Annie Ernaux. No cesas de anotar frases sobre la escritura del pasado. Es una autobiografía impersonal. La historia colectiva y la historia individual. Un libro entre la historia y la memoria

El relajante muscular te deja alertagado. Te duermes antes de tiempo.

Miércoles 8 de enero

Ecografía temprano. Rotura fibrilar, te adelanta el ecógrafo. Podría ser peor, contestas aliviado. Al menos no hay trombo.

En la universidad, sigues escaneando imágenes. Es la burocracia del libro, la tarea automática. Pero te sirve de descompresión.

Corriges prácticas y regresas a casa.

Por la tarde, acabas de leer 'Los años'. Te identificas con esa pulsión de «acorralar sensaciones que ya han llegado aunque aún no tengan nombre». Pero sobre todo con la intención de narrar para proteger el pasado. «Salvar algo de ese tiempo en el que nunca más volveremos a estar».

El Madrid gana al Valencia en la Supercopa. Disfrutas del partido, pero no puedes dejar de pensar en lo oscuro y problemático del negocio del fútbol. El disparate de jugar la Supercopa en Arabia Saudí. Cada vez más, lo ves a tu pesar. Es un placer culpable.

Jueves 9 de enero

Traumatólogo por la mañana. En efecto, el gemelo está roto. Un mes de sesiones de fisioterapia y reposo relativo.

Te tomas en serio el ensayito sobre la siesta y comienzas a leer libros sobre el sueño. '¿Por qué no dormimos?', del psicoanalista Darian Leader, es el mejor que has leído hasta el momento. Un libro sobre el sueño que es en realidad una reflexión sobre el tiempo, sobre el modo en que el capitalismo elimina los ritmos del cuerpo y genera nuevas temporalidades que afectan a la salud y a la estabilidad mental. No debemos culpabilizar el insomnio, ni los demás 'desajustes' del sueño. En realidad, son productos del presente acelerado.

Por la tarde, en el Cendeac, charlas de Peio H. Riaño y Francisco Prado Vilar. Nuevas visiones sobre el pasado. Cenáis y luego os quedáis hasta tarde en El bosque animado. La conversación fluye. Llega Leo y continuáis un poco más. No hay nadie en ningún lugar.

Viernes 10 de enero

Fisio temprano. No encuentras la postura en la camilla y acabas con dolor de espalda.

Continúas leyendo sobre el sueño. Cada vez te fascina más el tema.

A las ocho de la tarde, consejo de departamento. Con nocturnidad y alevosía. Ya no te sorprende nada.

Para intentar paliar el mal cuerpo, ves con Raquel '1917', la película de Sam Mendes. Una obra maestra. Un prodigio técnico. Sales eufórico del cine. Y también agotado. Es lo que suele suceder con el tiempo real, que confunde el tiempo de la ficción con el tiempo de la realidad. Experimentas el sufrimiento y el cansancio con intensidad.

Es una historia épica. La épica de los pequeños grandes instantes. Las heroicidades que no aparecen en los libros de Historia. Los gestos que mueven el mundo.

Sábado 11 de enero

Todo el día sin moverte del sillón, leyendo sobre la siesta y tomando notas. Acabas el libro de Leader y comienzas 'Por qué dormimos', de Matthew Walker. Una explicación global del sueño. Leyéndolo, te da la impresión de que todo lo que le pasa a la humanidad tiene que ver con el modo en que dormimos.

Regresa la hipocondría. Haces todo lo contrario de lo que pone en los libros.

Comenzáis a ver 'Oficina de infiltrados'. Pinta bien desde el primer momento. Eso sí, demasiadas series en liza.

Domingo 12 de enero

Sigues leyendo y esbozando el librito. Comienzas a tener clara la estructura. Aunque cuanto más lees, más se desmorona todo. Es curioso: a veces es más fácil escribir sin saber mucho sobre un tema. Tan solo hay que ordenar algunas preconcepciones. Pero, en el momento en el que uno empieza a profundizar, todo se vuelve más complejo y es necesario estructurar de nuevo.

Por la tarde vas al gimnasio a darte de baja. Lo has ido posponiendo durante varios meses y has estado pagando para nada. Es la eterna cuestión: si no pagas, no vas seguro; pero si pagas, hay una especie de obligación moral para amortizar el gasto, y al menos existe la posibilidad de ir. Llevas varios años con esta creencia ingenua, apadrinando un gimnasio y gastando dinero. Pesas más hoy que el día en que te matriculaste hace ya unos años.

Visitas a la Julia y te comes los últimos almendrados del año. Vas a tardar en bajar todo lo que has engordado esta Navidad.

El Madrid gana la Supercopa. Quizá este sea un buen año.

Lees sobre el sueño antes de dormir. Te desvelas de madrugada.

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