Lunes 19 de abril
Despiertas descansado, pero con ganas de hacer cosas. A las nueve, entrevistas a Mieke Bal en el hotel. Grabáis un vídeo sobre su nuevo libro, ' ... Lexicón para el análisis visual'. Es un texto pequeño, pero condensa parte de su sabiduría. Mientras hablas y le preguntas, te das cuenta de que mucho de lo que piensas sobre el arte proviene de ella. Has interiorizado su pensamiento.
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Luz os graba y después os despedís hasta la próxima vez. Caminas despacio hasta la universidad, ya sin muletas. Poco a poco, notas la rodilla mejor. No estás para correr, pero en el fondo nunca lo has estado.
Después, gestiones de departamento. Se te va la mañana más rápido de lo que esperas. Igual que la tarde, que también desaparece mientras contestas mails. No te fastidia tanto el tiempo que pierdes, la saturación de trabajo, como la sensación de que lo que haces no sirve para mucho, que es un tiempo sin objeto. Eso es lo que verdaderamente te disgusta de la burocracia, que genera un tiempo vacío que se desvanece sin que te des cuenta. Un tiempo que se esfuma. Tareas sin demasiado sentido. Y, luego, nada después. Porque cuando lees o escribes, hay un resultado tangible, y también una experiencia de ese tiempo. Pero cuando gestionas, al final no queda nada.
Por la noche, te escribe Manuel y te dice que ha terminado de leer el borrador de tu novela y que, si quieres, podéis hablar ahora mismo. Por supuesto, contestas. Su lectura confirma todo lo que ya intuías. Necesitabas el refuerzo de la impresión general –le gusta–, pero también la ratificación de todo aquello que creías que no funcionaba.
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De repente, vuelve la obsesión y ya no puedes dormir. Te levantas varias veces a media noche a apuntar ideas. Pero debes frenar. Aún no es el momento para volver. Le vas a dar dos semanas más de tiempo.
Martes 20 de abril
En clase hablas del arte de acción. La obra de Chris Burden siempre genera polémica. Después, gestiones. Preparas el consejo de departamento de mañana. Por la tarde, contestas mails –cada vez llegan más– y tienes que salir a despejarte. Tomas una copa en El Bosque y de regreso a casa te encuentras con algunos alumnos de tercero, que te invitan a una cerveza. Este año no has podido ni verles las caras. Hoy, por fin, podéis charlar tranquilos. La conversación es agradable y te sientes a gusto.
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Miércoles 21 de abril
No paras de recibir peticiones de vídeos para el 23 de abril. Se está yendo de las manos la exigencia continua. Aunque lo que de verdad te molesta es el silencio que recibes cuando contestas. Lo llevas observando un tiempo también con los correos: no te responden cuando dices que no, y a veces tampoco te contestan cuando proporcionas la información requerida. Es un cambio de paradigma: entender a las personas como almacenes de recursos, como máquinas expendedoras. Es de las cosas que más te importunan, la falta de cortesía. Tú, que incluso le das las gracias a Siri cuando te dice la hora que es.
Clase rápida. Carolee Schneemann. Estuvo en Murcia. Igual que Abramovic y muchos de los artistas sobre los que hablas. Tienes que morderte la lengua para no contar batallitas.
Después, consejo de departamento. Sale bien y rápido. Mucho mejor de lo que esperabas. Al final, el buen clima ayuda.
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Celebras con Isabel y Marta. Tras la comida, el café en El Bosque Animado se alarga. Se unen María, Rafa y las dos Belenes. Hay razones hoy para la celebrar. Se agota la batería del móvil y, al volver de recogerlo, te quedas encerrado entre la puerta del garaje y la puerta interior. Durante unos minutos no sabes qué hacer. No tienes el número y decides escribir por Twitter confiando en que vean el mensaje. Mientras esperas, te entran ganas de orinar. Piensas que, como no abran, tendrás que hacerlo allí. Al final, logras salir. El camino a casa se hace largo. Consigues llegar antes de mearte encima.
Jueves 22 de abril
Te levantas hoy con dolor de rodilla. Quizá estás caminando más de la cuenta. Así que trabajas desde casa y terminas las gestiones posteriores al consejo.
Por la tarde, entrevista para Murcia Conecta sobre tus libros. Te dicen que se escucha y se ve de maravilla. El micro y la cámara que has comprado funcionan. Te alegra haber acertado.
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Continúas leyendo la tesis que evalúas mañana. La terminas de madrugada y te cuesta trabajo dormirte.
Viernes 23 de abril
Toda la mañana en la videoconferencia de la tesis doctoral. Tratas de ser breve, pero el acto se alarga hasta las dos. Casi cuatro horas sin moverte de la silla. Terminas mareado. Te duchas rápido, te vistes y sales para el Via Torino. Te esperan allí Leo, Rafa y Alberto; esta tarde tenéis un acto por el día del libro. Tras la comida, preparáis la charla. La rodilla no te permite agacharte aún y te cuesta trabajo llegar a la mesa. Entre todos la elevan como si fuera un paso de Semana Santa. La imagen daría para el comienzo de una novela.
Cuando llegáis al Colegio de Arquitectos ya está el público. Os encontráis allí con Tatiana, Cris y Sean, que completan el plantel. En la charla tratas de ser divertido y ameno. Todo fluye. Hay sintonía. Entre los que hablan y también entre los que escuchan. Lo puedes percibir. Al terminar, conoces a la madre de Ana. Dice que lee tu diario y que es una pena que ya esté acabando. Es cierto, contestas. Pero las cosas deben acabar en algún momento. Y es mejor terminarlas que dejar que se extingan por agotamiento. Aunque algunas uno no quisiera que finalizaran jamás. Como esta tarde y esta noche de privilegio y satisfacción.
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Sábado 24 de abril
Por la mañana, sin demasiada resaca, mesa redonda en el Encuentro de Autores de Cartagena. Conversáis sobre la ilusión del primer libro, la emoción de las primeras galeradas. El primer 'chute' de euforia. Aún lo recuerdas. Y es lo que intentas evocar cada vez que llega un libro nuevo, la magia de la primera vez, la dicha ante lo inexplorado.
Discutís también sobre literatura y mercado. Sin saber muy bien cómo, te ves tú defendiendo la literatura comercial. Siempre te ha gustado que la gente venda libros. Que exista Megan Maxwell no es malo. Hay sitio para todos. Además, sus lectores no son los tuyos. No te quita nada. Y genera ventas a las librerías y a las editoriales. Los hace sobrevivir. Cada vez te interesan menos las visiones puristas de la literatura. Al fin y al cabo, escribir un libro no es robar un banco.
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Regresas a Murcia y comes con Raquel en Box Experience. Tener algo así en el barrio es también una suerte. Después, te acercas a tomar un café y celebrar el cumpleaños de Jorge. Aunque tienes ganas de seguir, tu cuerpo no puede más. No te quedas demasiado
Veis dos episodios de 'Fauda'. Los personajes son ya de la familia.
Domingo 25 de abril
Visitas a la Julia por la mañana. Te habla de sus dolores. «Hijico, sé qué te canso, pero es que ya solo tengo dolores». Lo dice riendo. Y luego comienza a recordar cuando te compraba bollicaos y los escondía en el armario, cuando te ataba los cordones de los zapatos o cuando te empujaba en la 'alburzadera' que te puso el Pepe debajo de la higuera. «¿Has visto cómo tienes más cosas?», le dices. «Sí», contesta, «pero ya no están».
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No puede la Julia imaginar que esa misma tarde una estudiante de literatura de la Universidad de Princeton te pregunta sobre ella. Está trabajando sobre 'El dolor de los demás' y hoy te entrevista por Zoom.
Te resulta fascinante que una novela tan cercana pueda interesar de ese modo a alguien tan alejado del contexto. Y escuchar «el Yeguas», «la Julia» o «la huerta» pronunciados con un marcado acento inglés logra emocionarte.
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Antes de cortar, te pregunta si has logrado salir de la novela. Le contestas que sí, que ya has pasado página, que has escrito otros libros y que estás en medio de otra historia complemente diferente. Pero conforme hablas, intuyes que de esa novela jamás podrás salir, porque esa novela no es solo una novela. Es el libro de tu vida. Y tu vida continúa. En la realidad y en la escritura.
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