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Diario de escritura (L)

TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 12 de abril 2020, 09:15

Lunes 30 de marzo

Contestas e-mails. Lees tesis de doctorandos. Corriges cuentos de alumnos del taller. Comienzas el lunes trabajando como si nada sucediese. Hasta que cedes a la tentación de mirar internet y compruebas que la pesadilla continúa.

También lees en las redes que Paolo Giordano ya ha escrito su libro sobre el virus y el confinamiento. Demasiada inmediatez. En la radio te preguntan si esta experiencia te dará para una novela y si saldrás del encierro con algo escrito. Contestas que pasará mucho tiempo para que esta realidad se integre en las ficciones. Ahora solo se pueden escribir reacciones a lo que está pasando. Como este diario. Pinceladas y esbozos sobre el presente. Pero una novela... Además, cuando salgamos de esto, es posible que no queramos volver a leer sobre lo que nos ha pasado. Al menos durante un tiempo.

Probablemente las mejores ficciones emanadas de estas semanas lleguen dentro de varios años y no sean literales. Tal vez sean libros sobre la distancia, sobre la soledad, sobre la fragilidad de los cuerpos y de todo lo que nos rodea. Pero no directamente sobre el virus.

Mientras lees y escribes, no cesas de escuchar ruidos en la azotea. Son los vecinos, que suben a andar, a hacer ejercicio y a correr. Los oyes trotar sobre tu cabeza. Es lo que te faltaba. Los saltos de los demás.

Es molesto y además está prohibido. Pero no quieres ser 'policía de balcón' y te debates entre callarte y decir algo. Entiendes que la gente esté desesperada en su casa y necesite subir a expansionarse. Pero también tú quisieras y, sin embargo, no lo haces. Así que decides subir a decirles que, al menos, no corran ni salten.

La ilusión –y la tranquilidad– dura unos minutos, porque al poco suben otros vecinos.

Por la noche, lees 'El amante', de Marguerite Duras. Lo habías empezado mil veces y nunca habías continuado. Esta vez lo acabas. Pero, salvo algún pasaje, no logras entrar del todo en la dinámica del libro.

Martes 31 de marzo

Sigues obsesionado con los pasos en la azotea. Incluso comienzas a escucharlos cuando ni siquiera están. Oyes los golpes en cualquier momento. Te sorprendes escuchando en la pared y subiendo a mirar cada dos por tres. Deseas que llueva para que no salgan a correr.

Veis del tirón la nueva temporada de 'Vota Juan'. Es excepcional. Igual que 'Vergüenza', da tanta vergüenza ajena que llega a ser incómodo. Conseguir esa risa embarazosa en el espectador no es nada fácil. Es de lo mejor que has visto este año.

Hoy fluye algo la escritura. Lo notas por la noche. Tienes que levantarte varias veces para apuntar ideas.

Miércoles 1 de abril

Te levantas con las noticias. Siempre te da miedo mirarlas. Siguen subiendo los positivos, aunque en Murcia parece que «la curva» se aplana.

No coméis con el telediario, sino viendo una serie: 'Evil'. Al principio parecía de terror, pero acaba siendo de misterio. Se te queda corta. Necesitabas terror de ficción para alejarte del terror real. Paradójicamente, es lo que más te relaja: ladear la mirada hacia otro miedo, otro dolor, otra incertidumbre.

Por la tarde, llega una bicicleta estática. Más bien unos pedales. Sales al balcón y pedaleas una hora mientras lees. Te cambia hasta el humor.

Cada vez que enciendes la televisión aparece la casa de alguien. Los presentadores, los periodistas, los actores, los famosos, los futbolistas..., todo el mundo retransmite desde su casa. El hogar se ha convertido en el nuevo plató. La comunicación, más que nunca, sucede de casa a casa.

Puedes escribir. Organizas bien el ensayo sobre la siesta. Encuentras una perspectiva desde la que algo tan banal puede llegar a tener sentido.

A finales de la tarde, comienzas también a esbozar un punto de vista nuevo para la novela. Lleva varios días en la cabeza. Te has resistido a escribirla porque querías terminar el ensayo sobre la siesta. Pero, aun así, hoy has abierto el cuaderno de esbozos y has dejado allí varias páginas. Es un modo de fijar eso que ya estaba ahí. Y de traerlo a la realidad. La novela sobre la fotografía postmortem. Por alguna razón, estos días has pensado mucho en esas familias que no pueden ver a sus muertos. Que no pueden abrazarse. Y que probablemente no tengan siquiera una imagen del final. Piensas en ese duelo sin cuerpo y sin imagen. Un duelo imposible porque siempre habrá un vacío. Estas ideas te hacen volver a la historia que habías abandonado. Y escribes unas líneas.

Cortas para aplaudir. De nuevo, a las 19:58h.

Jueves 2 de abril

Envías correos y rellenas formularios para la universidad. Aún no tienes claro qué vas a hacer con las clases. Solo sabes que tratarás de ponerlo fácil.

Siguen los vecinos en la azotea. Dos chicos juegan al fútbol. Es ya lo último.

Por la tarde llegan las galeradas de tu ensayo sobre el tiempo y el arte y te alegra la tarde. Te gusta cómo ha quedado el libro. 250 páginas. La extensión justa. Ya tienes trabajo para estos días. Es precisamente el tipo de faena que necesitabas. Corregir.

Viernes 3 de abril

Clase virtual por la mañana. Te tomaste ayer una Dormidina y no estás lúcido.

Durante todo el tiempo, oyes botes sobre la cabeza. Al terminar, subes. Están jugado al fútbol en la azotea. No quieres parecer el Grinch, pero empieza a clamar al cielo. Desde luego, son los padres los responsables, que los dejan subir. Antes, un señor mayor, sale a andar. Luego, una pareja. Te han montado un gimnasio sobre la cabeza.

Comienzas a corregir las galeradas del libro de ensayos. En algunos tramos te reconoces. En otros te das cuenta de que todo es demasiado denso. Es extraño. Hay párrafos simples. Y momentos que realmente no sabes cómo has escrito. Recuerdas todo el esfuerzo que hay debajo, todas las lecturas. Ahora no podrías hacerlo. Ya no eres la persona que escribió esos textos. Envidias esa fuerza que ahora no tienes.

Por la noche, veis 'El cabo del miedo'. No acaba de interesarte del todo. Demasiado manierista. En un momento, hablan de Henry Miller y 'Trópico de Cáncer'. Lo comenzaste a leer en tu adolescencia, pero lo abandonaste. Te acercas a la estantería y lo rescatas. Te das cuenta entonces de algunos libros que no recordabas que tenías. Y de lo importante que es tener una biblioteca en casa. Hasta ahora no habías sido totalmente consciente. Pero en estos días, la biblioteca te está salvando. Todos los libros por leer, y también los libros leídos, los libros a los que regresar. Son, sin duda, tu tesoro.

Sábado 4 de abril

Limpieza y ejercicio. Se va imponiendo la rutina. Entre otras cosas, porque miras menos las noticias. Sabes que es egoísta, pero has decido dejar pasar unos días sin hacerlo. Crearte por un tiempo una ilusión protectora.

Continúas todo el día la corrección de las galeradas. Eso también te mantiene fuera de la realidad.

Domingo 5 de abril

Vuelves a soñar con el mundo después del coronavirus. Estabas en una exposición. Todo el mundo con mascarillas. Nadie se toca. Imaginas que así es como será la realidad cuando esto acabe.

Aperitivo virtual con la familia. Todo sucede en la pantalla. Sin saberlo, estáis entrenándoos para cuando salgáis. Tal vez así sea la comunicación en un principio, con esa distancia, con una especie de pantalla invisible entre la gente. Es lo que más te obsesiona estos días: el distanciamiento, la posible pérdida de esa cercanía que proporciona el hecho de tocar al otro. No sabes ser sin tocar.

Prosigues por la tarde con la corrección de galeradas y terminas antes de lo previsto. Por primera vez, cumples los plazos que te habías dado. Y es que ahora no hay irrupciones inesperadas, salidas, viajes, cosas que te distraigan de lo que estás haciendo. Y ese llegar a tiempo, esa ausencia de lo inesperado, lo hace todo más aburrido.

Te acuestas sin mirar las noticias. Mañana volverás al mundo real.

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