Darling Dyle: «Cada instrumento tiene un alma, y se tiene que conectar con ella, aunque decirlo así suene ñoño»
«Me gustaría que la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia fuera, de verdad, un pilar fundamental en el desarrollo cultural y musical de la comunidad. Hay conservatorios, academias y escuelas, pero siento que ha faltado un poco ir todos montados en el mismo barco»
El intermediario entre los 46 músicos de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia y el director es el concertino Darling Dyle (Tirana, Albania, ... 1976), primer violinista y líder de la sección de cuerdas de la OSRM. Es también el codirector del Festival MurciArt de música clásica en el Palacio de San Esteban, que esta semana ha celebrado su novena edición. Por supuesto, el director de una orquesta es la persona más expuesta al público en cada concierto, en el caso de la OSRM el director asociado Manuel Hernández-Silva es el que más ha tutelado a la formación este año, y luego están el concertino, los primeros atriles, los solistas o los artistas invitados. «Hay muchos tesoros en una orquesta», afirma Darling Dyle, que casualmente arrancó su historia musical con el piano. «Cuando hacíamos las audiciones en Albania, en los años del comunismo y de ese sistema, me tocó empezar con el piano, pero yo vivía lejos de la escuela, a media hora, y al final mis padres decidieron que yo estudiara un instrumento que podía llevar conmigo, y así fue como arranqué con el violín». Le hubiera gustado tocar algún instrumento más, «pero no puedo tocarlo con gusto si no lo estudio bien. Al final siempre eres exigente con lo que hagas, es uno de los 'defectos' de la profesión». Hace unos años le regalaron una guitarra eléctrica, porque le chiflan también, aunque no ha podido dedicarle su tiempo: «Tal vez cuando me jubile, cuando ya no tenga que demostrar nada».
-Para tocar bien un violín, ¿qué es importante: las manos, la cabeza, la memoria, la posición...?
-Las manos no son un factor que resta si eres talentoso. Son elementos a tener en cuenta; físicamente es importante la construcción de uno para tocar un instrumento. Por ejemplo, si tienes dedos gordos puedes tener problemas para alcanzar intervalos. Pero yo he visto gente con manos largas que tocan increíblemente bien, y gente con manos pequeñas también. Lo más importante a la hora de tocar un instrumento es tener actitud; también tener oído. Y con el tiempo desarrollar tu parte emocional. Hay niños que crecen mucho y otros que se encogen por eso. Y controlar esa parte emocional te puede venir de forma natural. Yo he tenido alumnos muy talentosos que al final han tenido que dejar la carrera, porque se van dando cuenta que ese factor, tocar delante del público, es muy importante y si lo tienes de forma natural es un plus. El oído se puede trabajar; yo no me considero una persona de oído absoluto. Puedes tener oído normal para diferenciar si está afinado o desafinado, si estás en el tempo o no estás, pero yo no voy a ser nunca un músico de oído.
Un puente
-El concertino, en la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia solo puede ser uno. En otras orquestas, en cambio, puede haber varios.
-El concertino es el puente entre la dirección artística y la orquesta. Es importante que tenga una calidad como músico, y la capacidad mental para afrontar muchas situaciones, tanto artísticas como emocionales. En nuestra profesión echo en falta un poco más de humildad, en el sentido de que no se critique todo tanto. En el deporte, por ejemplo, veo un poco más de compañerismo: si se falla un penalti, no pasa nada. Antes no le daba importancia a eso, pero ahora sí. Sé que ser concertino lleva una responsabilidad, te guste o no te guste, hay cosas que van en la nómina. Estamos para resolver cualquier problema artístico, incluso de colocación, o de ordenar las libranzas. Personalmente creo que ser concertino tiene sus beneficios, a mí me satisface y reconozco que soy un privilegiado, yo voy a trabajar muy feliz por la experiencia, las tablas y la preparación técnica. Tienes que estar en forma porque entrenas a diario el instrumento.
-Tiene 48 años, y lleva tocando el violín desde que tenía seis años y medio.
-El compañero fiel en la vida es el instrumento, no nos abandonamos el uno al otro. Cuando bajo al estudio, donde tengo otros instrumentos, cojo otro, y me entretengo. Porque me dejan otros instrumentos para que yo les saque el alma que tienen, hay algunos que están apagados, otros que no están tocados... Hay veces que hay instrumentos que no suenan, que no los han sabido amoldar, porque no han conectado. Cada instrumento tiene un alma, y las almas, la del instrumento y la de quien lo toca, se tienen que conectar, aunque decirlo así suene un poco ñoño. Nosotros hacemos de caja de resonancia, un instrumento suena más o menos según tu cuerpo, si tu cuerpo vibra, si está en buena armonía, en conexión, y relajado, el instrumento vibra más. Yo lo he comprobado: he cogido violines más caros y más baratos, y según cómo tocas tú suena ese instrumento. Pero lo cierto es que hay que conectar con ellos.
-El violín es una pieza de museo, tiene un aura de objeto de culto.
-El violín es muy frágil, hay que cuidarlo y tratarlo bien. Es un instrumento pequeño pero te da tanto... Parece que tiene algo mágico.
-Durante los conciertos, ¿hay tiempo para pensar otras cosas? ¿Es posible evadirse entre la presión en escena y la del público?
-Sí, hay tiempo para pensar en lo que voy a comprar mañana, dónde voy el próximo mes... pero yo ya lo hago de forma automática y natural, eso te lo da la experiencia. Hay tiempo para jugar con diferentes estados emocionales. A mí la presión me hace estar aún mejor. Yo lo tengo comprobado que en un ensayo puedo estar correcto, estar bien, puedo fallar... pero en el concierto hay un giro de 360 grados. A mí esa aura que se crea ahí, en el público, esa atención, a mí me hace tener mucha más concentración. Esa adrenalina hace que tu cerebro esté a un 200%. En un ensayo estás más pendiente de los fallos, se rompe el ritmo, preguntas... hay un caos normal, pues para eso están los ensayos, pero también desconectas un poco del instrumento. Pero en un concierto no se interrumpe esa energía y estás en un estado pletórico.
-Los compositores crean una partitura, donde todo está escrito. ¿Es posible mejorar la partitura?
-En una partitura están las notas, las dinámicas, los cambios de tempo... como intérprete yo lo que tengo que hacer es captar lo que quería hacer el compositor. Y cada orquesta depende del criterio musical de su director. Entonces, a veces, no estamos del todo de acuerdo, pero hay que hacerlo. Cuando se trabaja una obra o sinfonía tratamos de ser lo más fieles a lo que el compositor ha escrito. Luego se puede jugar con la interpretación, pero para eso necesitas que el que trabaja esta obra conecte con los 50 músicos. Cada director siente de un modo. En la sección de violín hay diez tocando la misma voz; en viento es uno por partitura, imagínate. Yo puedo hacer que mi sección vaya en un color de sonido, en esta zona de arco, en este registro de cuerda, buscando la unión, que todos hagamos lo mismo. Si yo estuviese solo, tendría más libertad.
En tragos cortos
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¿Qué hace por la mañana en un día de concierto? Descansar. Tocar un poquito antes del concierto en el camerino. Ponerme en modo músico de orquesta. Me pongo el traje, y a partir de ahí parece que todo es ya diferente. Nunca dos conciertos son iguales. Un artista no puede hacer dos cosas igual. Y yo procuro disfrutar cada concierto.
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¿Después de los conciertos de la Sinfónica en el Auditorio Regional usted también va a 'La Corra', el bar de Ada. Primero de Mayo? Sí, porque es un hervidero y el público va ahí también esperando vernos e intercambiar con nosotros sus opiniones. A veces ni me conocen, porque yo ya me he quitado el traje. Me felicitan si ha sonado bien, a la gente le gusta cuando transmites, te dicen que les da gusto verte tocar. Y para un músico, llegar al público es bueno.
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¿Por qué es tan dramático en sus gestos en escena? Si toco una sinfonía de Tchaikovsky es imposible no hacerlo con dramatismo si conoces el estado emocional en que ha vivido y en que ha sufrido.
-Seguramente será difícil encontrar una obra que usted no haya interpretado en tantas décadas.
-Por ejemplo, yo no había interpretado hasta esta temporada 'Noche transfigurada', Op. 4 (título original 'Verklärte Nacht'), sexteto de cuerdas en un movimiento, del compositor austríaco Arnold Schönberg de 1899. Tenía muchas ganas de hacerlo y salió la oportunidad. Pero lo que son obras de repertorio cumbre sinfónico ya está casi todo trabajado. Por ejemplo, cuando se hace una sinfonía de Brahms, abres la partitura y ya tengo localizado todo lo que hay en eso, pero no tengo necesidad de estudiarlo porque está todo en la memoria. ¡Porque la habré tocado cien veces!
-Entre el repertorio de música sinfónica y el de música de cámara hay dos mundos distintos.
-Sí, porque en el repertorio del mundo camerístico, donde hay tanto, es más complejo. Ahí sí estás un poco más al descubierto. Porque ahí tocan un trío, un cuarteto, un dúo... y eso requiere todavía más concentración. Entre tantos, si fallas, no se nota tanto.
-¿Se imagina tocando en la Sinfónica de la Región hasta los 70?
-Eso para mí sería demasiado. Yo lo que quiero es disfrutar mientras yo sea productivo. En el momento en que yo no tenga esa productividad musical y emocional, yo me apartaré, y lo disfrutaré desde fuera. El mundo que yo tengo entre manos es también el de la organización de ciclos, porque yo en un futuro me gustaría tener un ciclo donde estar a gusto, y donde tocar, y no solo por obligación. Hemos creado [el violista búlgaro] Rumen Cvetkov y yo el ciclo MurciaArt Music Festival en el Palacio de San Esteban; el ciclo de música de cámara 'Intermezzo' en el Salón de Plenos de Los Alcázares; tenemos 'Los Lunes Clásicos' en el Mercado de Correos en Murcia. Y dirijo también la Orquesta de Aspirantes de la Región de Murcia, donde ves muchas cosas y el trabajo es superagradecido. Me veo muy a gusto porque la batuta no suena, suenan ellos. Yo lo tengo todo en la cabeza, y todos juntos vamos en la misma dirección, es otro concepto de música.
-¿Cómo son las nuevas generaciones de instrumentistas?
-A veces se piensan que esto no es para ellos, y al final hay gente que destaca y que tiene talento. Necesitas una buena motivación. Los jóvenes lo tienen todo para formar parte de un equipo: tienen medios, tienen salas, tienen autobús para desplazamientos... yo no tenía nada de eso. Y hago hincapié en que tienen que valorar también todo esto. Lo que tienen es el privilegio de formar parte de la Fundación Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia desde la base, desde los inicios, y a lo mejor, uno, dos, tres, o cinco, con los años, no se sabe, estarán en la orquesta grande o en otras orquestas. Y si tú terminas en tu propia orquesta, pienso que es un logro tremendo. Yo tengo el privilegio de organizar todo eso para que tengan opciones de futuro. Tuvimos la oportunidad de compartir con los chicos de la Orquesta de Jóvenes Región de Murcia y preparar un concierto con música de Tchaikosky y Beethoven para el Concierto de Reyes, dirigido por el venezolano Christian Vásquez, y los encontré a los chicos muy motivados. Nuestro papel a veces es educar en el oficio, y esto es un beneficio a la larga. Porque todo lo que haces hoy te sirve después.
-¿Cómo recuerda sus inicios en la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia?
-En 2026 haremos 30 años de la fundación de la Orquesta Sinfónica. Fue en 2006 cuando empezó, y yo estoy ahí desde los inicios. Yo vine a España en 1994, la orquesta arrancó como asociación, y todo ese trabajo y sacrificio para crear una orquesta duró unos años. Tenemos la suerte de contar, además, con el Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas de Murcia [infraestructura cultural diseñada por el prestigioso arquitecto José María García de Paredes, inaugurada en 1995], que es un auditorio que cualquier músico, director, solista... admira. Yo diría que el auditorio de Murcia incluso suena mejor que el Auditorio Nacional, yo he tocado en esa sala que es una referencia y para mí es más incómoda desde dentro que la de Murcia. Yo me veo mucho más cómodo tocando aquí. Recuerdo que en el concierto de Año Nuevo en Murcia no había ni un asiento vacío, y cuando tú ves a casi 2.000 personas en la sala, te sientes muy, muy feliz.
«En Albania tal vez no hubiera seguido en la profesión musical. Tuve suerte con venir aquí y canalizar mi vida»
Fuera del escenario
-Usted ha tocado en los mejores escenarios del mundo, pero parece un tipo muy normal, celebrando cada amanecer mirando al monte en La Alberca...
-He tocado con Montserrat Caballé, con Joaquín Achúcarro, con Javier Perianes... con gente de todo tipo de músicas también. A Plácido Domingo lo buscamos en los inicios para apoyar el festival MurciaArt, y nos hizo una carta y una presentación, estaba en el Palau de las Arts de Valencia y todavía es posible que podamos hacer algo con él. Yo soy una persona muy 'normalica', a mí me quitan el violín de las manos y el traje y parezco cualquier portero. En la playa, que no me conoce nadie, voy de cualquier forma.
-¿Ha tenido la oportunidad de tocar con la OSRM en Albania?
-He tocado en Albania, pero con conciertos de música de cámara. Con la Sinfónica es algo que tengo pendiente. En Albania tengo todavía a mis tíos; mis padres y mi hermano están en España. Estuve en octubre tocando en la clausura de un festival de orquestas, y a veces tengo esa parte nostálgica que me pregunta qué hubiera sido de mí si siguiera en Albania. Quizás no hubiera seguido con la profesión musical. Creo que tuve la suerte de venir aquí y canalizar mi vida como yo había imaginado, aunque no imaginaba vivir tantísimas cosas.
-¿Una vida de película?
-Desde luego no es una vida normal, pero lo normal es que pasen cosas. En el arte tienen que pasar cosas así: raras, fuertes, con impresión, con contrastes, para que eso te pueda llevar a expandirte y a desarrollarte. Yo soy una persona bastante privilegiada, quejarme sería para matarme. Porque conozco a compañeros que han abandonado la profesión por sus circunstancias. Yo, dentro de lo que cabe, me siento realizado. En lo personal he podido crecer y madurar. Lo único es que me gustaría que la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia fuera, de verdad, un pilar fundamental en el desarrollo cultural y musical de la comunidad. Hay conservatorios, academias y escuelas, pero siento que ha faltado un poco ir todos montados en el mismo barco y trabajar todos juntos. Yo siento que nos hemos separado, que no ha habido una unión.
-Es un reto en el que se puede trabajar de cara al futuro.
-Sí, porque la música clásica es de minorías, no es de mayorías, y si no hay alumnos, si no hay profesionales, si no hay conciertos, si no hay salas, si no hay ciclos de música de cámara... pues ya me dirás. En Castilla-La Mancha no hay orquesta, en Aragón llevan años intentando sacarla y es imposible. Albacete y Zaragoza tienen conservatorios superiores. Santander tampoco tiene orquesta. Tiene que haber una presión de la sociedad, y políticos que asuman compromisos y tengan perspectivas y criterios.
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