Carmen Cantabella: «El arte tiene la capacidad única de convertir la ausencia en presencia y el dolor en belleza»
La artista murciana pronunció en la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca la conferencia 'Poética de la pérdida', en el Mubam, donde trazó un viaje por su trayectoria artística y por las series en las que ha trabajado a lo largo de 22 años
Carmen Cantabella (Murcia, 1977) fue la artista invitada por la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia este jueves, un acto en el que la artista murciana dio multitud de claves sobre su obra y trayectoria. En una amena conferencia, ante un puñado de académicos, con su presidente, Martín Páez, a la cabeza, Cantabella versó sobre la 'Poética de la pérdida'. En el salón de actos del Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam), hizo un repaso por su trayectoria y comentó que ese concepto, la pérdida, no solo recorre su obra como un hilo conductor sino que la define profundamente.
«Cada una de las series que he creado en estos 22 años de exposiciones, tanto dentro como fuera de la Región de Murcia, dialoga con esa idea de la pérdida: ya sea la pérdida de certezas, de identidades, de referentes o incluso de paradigmas culturales», enfatizó Cantabella. «Es un tema que lejos de ser sombrío me ha permitido reflexionar, transformar y resignificar aquello que desaparece, mostrándome que el arte tiene la capacidad única de convertir la ausencia en presencia y el dolor en belleza». Cantabella, que en 2023 ilustró uno de los números conmemorativos de Ababol en el centenario del Suplemento Literario de LA VERDAD dedicado a Raimundo de los Reyes, invitó al auditorio a explorar juntos este camino marcado por la poética de la pérdida, «que ha sido tanto un refugio como una brújula en mi viaje creativo».
Desde sus primeros pasos en el arte decidió firmar como Cantabella, su segundo apellido, en lugar de Molina, el primer apellido, porque según ella le situaba en una geneaología artística muy concurrida, con nombres como Molina Sánchez, Juanjo Molina, «y el icónico cantante Antonio Molina, el favorito de mi padre, y su hija, la célebre Ángela Molina». Pero más allá de esa anécdota, Cantabella acabaría convirtiéndose en el escudo, en una especie de máscara que le permitía presentar su obra sin que las miradas estuvieran condicionadas por su género. «Fue mi manera de eludir prejuicios, y ofrecer menos obstáculos, y más misterio. Pensé que así sería más fácil que mi trabajo hablara por sí mismo, sin las trabas que muchas mujeres artistas han intentado históricamente. Es una realidad innegable que hasta hace poco las mujeres seguíamos siendo invisibles en los grandes circuitos del arte». Recordó, por ejemplo, que la primera retrospectiva que se dedica a una mujer en el Museo del Prado fue en 2019 a Sofonisba Anguissola (Cremona, h. 1535-Palermo, 1625) y Lavinia Fontana (Bolonia, 1552-Roma, 1614), cuyos nombres quedaron difuminados en los márgenes de la historia, como los de tantas otras creadoras.
Cantabella sería, por tanto, «no sólo un nombre sino un gesto de reivindicación silenciosa, un tributo a mi madre, que siempre estaba ahí presente, sosteniendo el hogar, mientras yo soñaba con colores y vientos, siempre quise que ese apellido fuera un estandarte». Con 8 años ganó un premio de pintura en un certamen escolar, recordó que era un cuadro de montañas azules entre dos casas blancas, «en aquel momento, sin yo saberlo, ya era una fauvista, una auténtica salvaje». Leandro, su profesor de artes plásticas, fue clave en ese primer deslumbramiento. «Por fin había encontrado una asignatura en la que destacaba con sobresaliente». Pintó a los grandes con ceras Manley, experimentó con carboncillos y pasteles, dejando volar su imaginación durante la adolescencia. No fue hasta que descubrió los acrílicos cuando halló una verdadera pasión en este oficio de la pintura. Estudió cinco años de programación informática, porque le decían en su casa que era el futuro, «y así, según mis padres, evitaría acabar vendiendo bolsos en los 'hippies'». Pero en los recreos se escapaba al Centro de Arte Palacio Almudí, en Murcia, «para alimentar mi amor por la pintura». «Mi respeto más absoluto a los pintores de domingo porque ellos se procuran su propia libertad», remarcó.
«Mi obra se nutre de una intericonicidad vibrante que conecta artistas de épocas y estilos diversos, como Warhol, Velázquez, Goya, Magritte, Duchamp, Hoper, Capa, el universo de Hergé...»
Carmen Cantabella
Artista
Su primer cuadro «serio», inspirado en la dinastía Ming, lo vendió su galerista, Javier Cerezo, de la galería Babel. El segundo mostraba un fondo de medusas con un sistema binario y fue seleccionado por la Cámara Oficial de Comercio de Murcia. A partir de ahí llegaron los tiovivos de jamones, las pieles de cebra, las lianas, los aviones, los niños soldado... «Cada obra fue construyendo un universo propio». La primera crítica de arte que se fijó en su obra fue Mara Mira, tituló el artículo 'Mamá, cómprame el planeta', en referencia a su serie 'Parece mentira', surrealismo teñido de arte dadá «que marcó el inicio de un camino que a día de hoy sigue siendo emocionante». Después empezó a cuestionarlo todo, desde una mirada más irónica, una suerte de transición hasta algo más profundo y reflexivo. Inició un proceso de investigación y creación, sumergiéndose en las obras de 23 artistas que le fascinaban, y surgieron 26 esculturas con forma de lata que componen la colección 'Ahumanos'. Muchas de sus series, lo reconoce, han sido «locuras creativas».
Cantabella exploró los límites de la obra tridimensional, se obsesionó con la técnica de la transferencia fotográfica de gran formato y la aplicó a distintas series, dando lugar a obras que se muestran como fotografías ajadas por el tiempo. Así fueron llegando proyectos, de muy distinta factura, como 'Horizontes', 'La leyenda negra', 'El año del jaguar', 'La amenaza del arte contemporáneo', 'All you need is pop!', 'Tizones', 'Desaparecidos', 'L'Enfant terrible', 'Exploradores', 'La voz a ti debida'... «Mi obra se nutre», afirmó, «de una intericonicidad vibrante que conecta artistas de épocas y estilos diversos, como Warhol, Velázquez, Goya, Magritte, Duchamp, Hopper, Capa, el universo de Hergé...».
Los juegos de citas y apropiaciones no son solo un homenaje en su carrera a estos artistas, sino un esfuerzo por resignificar sus obras en un contexto crítico y profundamente personal. Participó en la Bienal de Arte Contemporáneo PAC 2008 con su serie de 'Vallas', un proyecto para el que exploró nuevos formatos, y provocaba con sus grandes anuncios a peatones y automovilistas, en los accesos a grandes ciudades. Un encuentro inesperado e impertinente con el espectador, con el que planteaba también el ocaso del recinto museístico y la crisis en la compraventa de objetos artísticos, a ojos del galerista Javier Cerezo. Hoy se congratula de que después de tantos años los museos sigan vivos.
La ausencia en su obra, según Cantabella, es un intento de capturar el dolor, y también un espacio de reflexión, «como un vacío que resuena con preguntas y posibilidades». «Mi poética es una forma de darle voz al silencio», insistió
Citó a Fernando Castro Flórez, Pedro Alberto Cruz y Hernando Carlos Gómez Prada, que han escrito sobre su obra en estos años, y dijo que los artistas a menudo se ven obligados a recurrir al camuflaje, «tal vez como una estrategia para sobrevivir o reinterpretar las tensiones del presente. Esa mezcla de provocación, duelo e ironía es mi búsqueda, intento dialogar con el arte en un mundo que cambia constantemente». La ausencia en su obra, según Cantabella, es un intento de capturar el dolor, y también un espacio de reflexión, «como un vacío que resuena con preguntas y posibilidades». La pérdida tiene muchas formas. «Mi poética es una forma de darle voz al silencio», insistió.
Una pequeña aventura en una sola escena. Este parece siempre el punto de partida de Carmen Cantabella, artista cuya mirada no es roma ni chata. Esa pequeña aventura puede ser, por ejemplo, la del 'Hombre cohete', obra que ilustró el cartel del V Concurso de Relato Corto Periodista Pedro Soler. Ella es una poeta, tal vez no quiera creerlo, todavía. Pero ya escribe con el pincel, ya emociona con el color, ya crea escenas que son inolvidables, memorables, fascinantes… a ojos del espectador. Una pintura también literaria en la que la mirada poética nunca ha desaparecido. Tal vez por las metáforas, a veces su pintura es surrealista, sin serlo del todo. Hay simbolismo dentro del naturalismo, y quizás eso haga que sus escenas parezcan, no sueños, sino algo fantástico, pero posible.
Cantabella, que tuvo un emocionado recuerdo para el poeta José Cantabella, su marido (a ella dedicó 'Cuaderno de Ibiza y otros poemas', publicado en MurciaLibro), fallecido en 2019, contó una vez a LA VERDAD que ella no es una pintora de caballete, sino una narradora de dramas humanos. Para ella lo importante es hablar de hombres y de mujeres, de los clichés que nos ha inculcado la historia. Su obra nos invita a reflexionar sobre la comodidad del hombre ante la adversidad femenina, y también para sacar los colores a los que viven bien frente al desastre. «Sin igualdad y sin equilibrio no hay funambulismo», sugirió una vez, a propósito del amor en pareja. Vivir es un arte, y el arte, si no hay vida, no es arte.
Está trabajando en las ilustraciones de la novela 'La impaciencia del corazón', de Stefan Zweig, que editará Gollarín en 2025
Martín Páez, director de la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia, dice con motivo de la exposición 'Un Ciclo Pictórico Regional 1930-2000' que Carmen Cantabella es postmodernista en su implicación con la historia y en la utilización de todos los lenguajes a nuestro alcance, y que ha desarrollado su obra llena de creatividad, no exenta del espectáculo publicitario.
¿Qué será lo próximo? Está trabajando en las ilustraciones de la novela 'La impaciencia del corazón', de Stefan Zweig, que editará en 2025 Francisco Marín en la editorial caravaqueña Gollarín.