Reconstruyendo sueños
Es muy duro perder las ilusiones, pero aún más tener que cambiarlas por lo que antes te parecían pesadillas
Ya se sabe que en los festivales hay más primeras veces que en un instituto, por eso no extraña que en la jornada del 'juernes' ... del FICC viéramos un buen borrador de lo que puede ser una buena carrera, la del director Hasan Hadi que presentaba credenciales con 'La tarta del presidente'.
En el Irak de las sanciones bajo la bota de Sadam Hussein, una niña busca los ingredientes para poder hacerle una tarta al sátrapa. La odisea que pasa para lograrlos revela un fresco de la situación de asfixia social y política que padecía el país, con rasgos de humor que alivian la tensión. A mí me recordó a las peripecias de Cassen para pagar su letra en 'Plácido' (1961), también en una nación gris y plomiza.
No se fía todo a la niña, sino que se reparte la carga con un competente plantel de personajes secundarios y con un ritmo que va acelerándose conforme la muchacha ve acercarse el deadline. Una obvia alegoría política que ofrece más de lo que aparenta.
Walker-Silverman vuelve a usar la naturaleza majestuosa para enmarcar problemas humanos
'Rebuilding' es una película independiente, segunda obra del prometedor director Max Walker-Silverman, que como en su primera, 'A Love Song' (2022), vuelve a usar la naturaleza majestuosa para enmarcar los prosaicos problemas de los seres humanos, aunque eso suponga reducirlos a hormigas en un terrario.
Es un western sin indios ni vaqueros y una 'road movie' estática, en la que seguimos a un padre separado, interpretado por Josh O'Connor, el mejor actor de su generación (que casualmente se hizo famoso por otro papel de granjero, en la imprescindible 'Tierra de Dios'), al que se le incendia su rancho y cuanto tenía, acabando en un campamento de roulotte con otros damnificados.
La fotografía de los paisajes del medio oeste se hace con un lirismo que se niega a los planos con los habitantes de esos parajes, en las que se busca la naturalidad racaneando la música y usando una iluminación cruda. Ese impulso hace que la elección de actores parezca hecha entre los amateurs de 'El Evangelio según San Mateo' (1964). Esa suma de elementos da unas texturas de realidad que de otra forma no se obtendrían.
La desolación interior y exterior del protagonista sólo se atempera gracias a la presencia de su hija, y el recibimiento que le hacen en esa comunidad de exiliados interiores que no quieren limosnas pero necesitan ayuda, sometidos a algo tan poco atractivo como la bondad de los extraños. Porque es muy duro perder los sueños, pero aún más tener que cambiarlos por lo que antes te parecían pesadillas. Es difícil reconstruir nada cuando hasta los cimientos han ardido, y no hablamos de una casa o una cosecha.
Sin embargo este granjero de mirada huidiza (el británico O'Connor vuelve a hacer un trabajo memorable con los acentos), se debate entre quedarse en el agujero o empezar a escalar. Y cuando tras verle renquear durante ochenta minutos, parece llegado el momento de echarle una paletada de tierra encima y soltar una elegía, se levanta y hace algo extraordinario. El espectador debe cambiar su percepción y dejar de verlo como un perdedor heroico y convertirlo en un héroe que pierde el miedo.
Los ecos de 'Nomadland' (2020), de 'Eddington' (2025) o de 'En un lugar del corazón' (1984) resuenan en la mente del cinéfilo durante la proyección, que se agradece que sea más optimista de lo habitual. No es que uno este deseando volver el domingo a los telefilms navideños, pero recuerdo que era agradable ver una película con el cerebro en off. Aunque para evitar eso está, gracias a Dios, el FICC.
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