Lo más bizarro de la huerta de Murcia

Zamora vive en Nonduermas, una de las pedanías diseminadas por la huerta de Murcia, donde se ha topado con las escenas más inverosímiles. En cada huerto crece lo insólito, en una especie de remedo de 'Amanece que no es poco', el clásico más bizarro del cine español, dirigido por José Luis Cuerda, el mago del «subruralismo», como él decía frente al surrealismo. Todas estas imágenes de Manuel Zamora, inspiradas en la huerta de Murcia, contienen algo de ese carácter mediterráneo de la gente, que propicia lo inaudito.

«Hay ciertas cosas bizarras, como cutres, ese cierto desorden, pequeñas construcciones para los animales, almacenar muebles en medio de un huerto, o plantar un barco. Para mí es muy atractivo». A cualquiera se le pueden ocurrir ejemplos similares. Por ejemplo, el vecino que tiene en su parcela cuatro o cinco lavadoras esparcidas por su parcela donde se protegen las gallinas y ponen huevos en los huecos del tambor. «¡Esa foto la necesito, ya me dirás dónde es!», se interesa Zamora, un tipo también peculiar, que advierte de que no tiene WhatsApp.

Estas imágenes han sido todas realizadas con cámara analógica, con película, «que permite buscar más la espera, pensar más, sobre todo pensar más en las situaciones fuera de contexto. Por ejemplo, si encuentras de repente las lavadoras con las gallinas en un huerto piensas que eso no debería estar ahí. Me di cuenta de que la huerta de Murcia está repleta de barcos, parece mentira. Hace unos años hice solo una serie de barcos abandonados en los huertos, y es algo que choca absolutamente. Y luego hay muchas construcciones caseras que la gente utiliza para guardar aperos, o meter animales, o acumular trastos, que son a veces bellísimas, y efímeras, con cuatro tablones y una lona, y alrededor frutales, un banco, una mesa, o una silla de escuela... Que no es la imagen que podríamos tener de la huerta tradicional. Esa es la huerta mágica».

Zamora disfruta verdaderamente con este tipo de proyectos personales. «Te tienes que divertir, o si no es un coñazo», admite. «Estoy dándole vueltas a hacer lo mismo que he hecho con la huerta con el Mar Menor, porque ahora solo se asocia el Mar Menor a la contaminación. Pero sucede lo mismo que con la huerta, que te encuentras con las mismas situaciones absurdas, con la misma manera de ser».

Muchos huertanos tienen su segunda residencia a 30 o 40 kilómetros, en Los Alcázares, San Javier o Los Urrutias, «y donde te encuentras, por ejemplo, que ponen los azulejos que les han sobrado de otra casa, es alucinante, esa estética es muy del sureste». ¿Qué llama la atención a los que no están familiarizados con esta estética? «Di a conocer este trabajo a un fotógrafo valenciano, Eduardo Nave, interesante, que cuando lo vio se sintió muy identificado. Es algo nuestro, nos resulta familiar, enseguida la gente muestra una media sonrisa. También lo hacía Cristóbal Hara en la Galicia profunda». Ojalá que tenga mucha suerte en su propósito, como le ocurrió con '10.000 incendios y algunas esperanzas', donde retrató recuerdos en lugares devorados por las llamas, y 'La huerta mágica' llegue bien lejos.