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La aventura

Mesa para cinco ·

Nos hemos comido una globalización única y exclusivamente comercial. Nada más. Han ganado los que tienen interés en que seamos iguales en consumo y deseos

Domingo, 24 de abril 2022, 02:57

Se acabó la aventura. A ver, quiero decir: LA AVENTURA. Tráiganme mayúsculas más grandes. Como concepto. Como idea. Como meta. Ni soñamos con el cielo ... protector de Bowles para escribir un libro, ni nos vamos al Hafa Café de Aute a componer ni a Brasil con Sebastien Tellier. Y bueno, ya de lo de Lawrence de Arabia ni hablamos. No estoy diciendo que dejéis a vuestras familias, abandonéis en gasolineras a vuestros perros y no atendáis nunca más a las llamadas. Pero qué carajo, algo de eso hay. ¿No lo sentís? ¿No os llama nunca? Me ha pillado igual la vida en una vuelta de esquina extraña, no lo niego. Sin ataduras. Sin horizontes más allá del próximo libro, la próxima canción, la siguiente playa. Y me pide el cuerpo aventura. ¿Por qué ya no nos pide el cuerpo aventura nunca? LA AVENTURA. Mayúsculas más grandes por favor. «Ya, Sáez, pero es muy complicado, la gente antes no se iba todo el día por ahí a Tánger, a Río, a Finlandia... a buscarse la vida por el mero hecho de viajar, de asentarse en otro sitio, de ponerse otros pantalones». Puede que no, puede. Pero hay algo en nuestra bendita homogeneidad, algo en nuestra pátina de igualdad 'online', que nos ha quitado la diferencia, la curiosidad, el latido. «¿A qué vas, Sáez, insisto, a grabar un disco a Dublín si todos los estudios son iguales, si todos los programas son los mismos y ahora tiene el mismo material el tío más rico y un chaval de 12 años. Para qué quieres rodar tu corto en Islandia en esos glaciares si ahora las mayores superproducciones de Hollywood se ruedan con un croma y fondos digitales. Para qué quieres irte a escribir a Cuenca si todas las ciudades son como Cuenca, las cafeterías son iguales que las de Cuenca, y las casas, si las quieres, colgadas como en Cuenca, en todas partes?». Pues no lo sé, pero nos hemos pasado una pasta con una paleta de albañil y nos hemos puesto toda a la misma altura, los mismos pantalones, las mismas gracietas y los mismo chascarrillos tuiteros, y me mata. «Ya, Sáez, ¿qué quieres? ¿luchar contra el progreso?» Bueno eso de que igualarse en estilos es progresar lo dirás tu, seas quién seas, eso para empezar, y segundo, quiero tener un sitio distinto al que ir, al que huir, llámame loco. «¡Loco!». Ok, no me importa. La música es la misma en todos lados porque somos los mismos en todos lados. Lavados, higiénicos, educados. Y nos estamos diluyendo. Nos estamos fundiendo. «Vale pero ahora, Sáez, insisto, la gente está mejor económicamente, hay más igualdad, menos diferencia, más felicidad». ¡Que alguien calle a este tío! Solo nos hemos igualado en los estético, en lo artístico, en lo comercial. Nos hemos igualado en lo que no deberíamos habernos igualado nunca. Somos diferentes en sueldos, pero tenemos los mismos móviles. Somos diferentes en religiones, pero tenemos los mismos equipos de fútbol. Somos diferentes en servicios sociales, pero tenemos los mismo filtros de TikTok. Pardiez. Nos hemos comido una globalización única y exclusivamente comercial. Nada más. Han ganado los que tienen interés en que seamos iguales en consumo y deseos. Quien nos vende las cosas. Quien nos quiere en casa tranquilos. Conectados. Compradores. Pues yo quiero irme por ahí. Quiero empezar de cero en algún sitio. Quiero tirar una pared. Quiero coger un barco. «Pero a ver (dios, qué pesadilla de tío), si cualquier sitio lo puedes ver por la tele, en documentales, en 'stories', si puedes hablar con cualquier de cualquier parte del mundo por Facebook y traducir sus comentarios a cualquier idioma». Vale. Ya está, no voy a seguir insistiendo. Me quedo en mi casa, ok. Pero cuando un día te levantes aburrido, y no distingas a tus hijos de los hijos del vecino, cuando cambies de mujer y no te hayas dado cuenta, cuando tu trabajo nuevo sea tu trabajo viejo. Cuando pienses en la aventura. LA AVENTURA. Y veas que es imposible huir, porque solo se puede huir a un sitio distinto, y no existen los sitios distintos, ni la gente distinta, ni las culturas distintas, cuando subas la escalera del Show de Truman y veas que en la pared no hay puerta, cuando comprendas que nos han metido en la fiesta de la espuma y nos han lavado y acicalado como montoncitos de gente con gastos iguales y definidos, solo entonces, tal vez, me llames y me digas, Sáez, ¿a dónde vamos? Y yo, pues no sé, seguramente estaré igual que tú, levantaré los brazos y te diré, no sé tío, cómo molaría irnos por ahí a hacer una aventura. Pero será tarde. La tierra será redonda, pero es lisa, y todos somos iguales. Adiós AVENTURA.

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