Isabel Lavella: «El arte tiene que servir para manifestarse y posicionarse»
La creadora murciana aborda en su último trabajo, 'Bruma', fruto de su residencia en el Centro Párraga, los naufragios en el mar
NATALIA BENITO
MURCIA
Jueves, 14 de marzo 2019, 02:12
«¡Ahora disfruto más dirigiendo que bailando!». La bailarina y coreógrafa Isabel Lavella (Algezares, 1953) lleva décadas explorando las diferentes formas de expresión artística. Siempre con el objetivo de no pasar de puntillas por el mundo, de indagar, descubrir y hacer llegar su mensaje, su compromiso. Su última creación, 'Bruma', estrenada el 16 de febrero, es el resultado de una residencia realizada en el Centro Párraga. Un montaje que navega entre la danza contemporánea y el teatro que pone su mirada en la migración, mostrando lo efímero, la sustancia frágil y transparente con la que viven las personas que necesitan partir. Tras varios proyectos en solitario, entre ellos 'Youkali', en 2017, o 'Pasos callados', que trata sobre la memoria histórica, la artista y profesora del Conservatorio Profesional de Danza de Murcia está tratando de mostrar 'Bruma' en diferentes escenarios, nacionales e internacionales, aunque ello supone lidiar con las limitaciones económicas y la falta de apoyos a la cultura.
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-¿Cómo es vivir de la danza en la Región de Murcia?
-Es muy difícil. Debería de haber más ayudas y facilitar el acceso a las programaciones en la red de teatro, además de fomentar más el lenguaje de la danza entre el público. Desde 1999 trabajo como asociación de danza, a través de la cual realizo mis espectáculos en ciertos teatros y ciudades. La imposibilidad de hacer más cosas es por el tema económico, porque tienes que pagar a tus bailarines. Para ello necesitas una subvención, que consigues al mostrar el espectáculo en ciertos teatros, a los que solo accedes si estás dado de alta como empresa. Es la pescadilla que se muerde la cola.
-¿Por ello ha desarrollado su carrera principalmente en solitario?
-Sí. Ahora me lo replanteo porque hay muchos jóvenes con ganas y yo tengo muchas ganas de dirigir, ahora más que de bailar.
-¿En qué consiste la residencia que ha disfrutado en el Centro Párraga?
-Han sido tres semanas repartidas a lo largo de varios meses. El Centro Párraga ha sido la entidad que más me ha apoyado, desde 2003 hasta ahora. Ellos me dejan el espacio y el material técnico. Además, hay una pequeña subvención para pagar vestuario, técnicos y bailarines. A la residencia se accede a través de un concurso y solicitudes. Lo bueno es que no existe la presión de mostrar el resultado de tu trabajo.
-¿Cómo define sus creaciones?
-Hasta ahora casi todo ha sido bastante biográfico. Cada espectáculo tiene una fuente, está reflejado lo que me preocupa y la historia que me rodea. Por ejemplo, 'Pasos callados' es un solo sobre la memoria histórica, hablo de las fosas comunes. Es un proyecto documentalista y traspaso cuatro personajes, hago una transmutación de mi propia representación.
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-¿Cómo ha sido el proceso creativo de 'Bruma', su último trabajo?
-Yo tengo una idea y unos bailarines que de pronto vienen a mí. Hay un chico negro, una ecuatoriana, otra con raíces iraníes y otra mediterránea. Los cuatro son muy diferentes. Para mí la danza es el final de algo. Toco muchas capas: trabajo desde la improvisación, establezco pautas para crear una atmósfera, hago pensar a los bailarines-actores en algo en concreto, cómo sería estar en medio del mar, por ejemplo. Vivo en una frontera con la dramaturgia. Siempre hay primero una emoción que vivir, después la hablas o la bailas. Lo que no se dice siempre es más inquietante: tiene más lecturas.
-¿Cómo se puede acercar el público a la danza contemporánea y las nuevas formas de creación?
-Para animar al público, puedo asegurar que mis espectáculos no dejan a nadie impasible. Cuando más ignorante es una persona en el ámbito de la danza, más le impacta. En realidad no se habla de danza, se habla de las personas, y así se conecta con todo el público abierto a recibir un mensaje. En primer plano no está lo artístico, sino lo humano. Mis espectáculos no son danza al uso.
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Nieta de Paco el Tuta
-¿Se puede cambiar el mundo con espectáculos como el suyo?
-Por supuesto. El arte tiene que servir para manifestarse, dar una opinión, tener una perspectiva crítica, empática y un posicionamiento político. El arte no se puede separar de la sociedad como una pieza solamente admirable, tiene que ser algo que repercuta. Para mí, como artista, hay una obligación de marcar un camino.
-Completó su formación en Holanda, ¿qué le aportó la estancia?
-Fue el nacimiento de mi manera de entender la danza. Hasta ese momento, yo era un instrumento al servicio de otros. Nunca he sido una bailarina sobresaliente. Era muy expresiva y tenía un mundo interior que no sabía dónde colocarlo. Aquí no existía el contemporáneo y yo me limitaba a imitar. Con 24 años tuve la oportunidad de acceder a una escuela de élite. Entramos 6 personas entre miles, yo la única española. Ahí se vivía la vanguardia de la nueva danza ¡Aquí ni se ha olido eso! Estuve durante cuatro años. Después viajé a Berlín.
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-¿Por qué después decide quedarse en Murcia?
-Por cuestiones personales, pero también por el interés de indagar en mi propia manera de crear. Lo podría hacer en cualquier parte del mundo pero lo tenía que hacer cerca de mi lugar de origen, así sería más fidedigno. Fue muy duro porque aquí no había nada. Faltaba, y sigue faltando, el ambiente y el tejido cultural de las grandes ciudades. Fue caer en un pozo oscuro, un precio que sigo pagando. Pero la labor que hago en Murcia, como profesora del Conservatorio de Danza, también sé que es buena. Fue una decisión menos egoísta porque aquí es donde hago falta.
-¿Qué otros proyectos tiene en mente en este momento?
-Uno muy personal es la Sala Tuta. El nombre viene de mi abuelo, Paco el Tuta, un artista. Se trata de un espacio bucólico de exploración de diferentes disciplinas del arte en medio de la huerta. Ahora mismo no es nada comercial pero me gustaría impartir cursos y talleres, que la gente pudiera instalar allí sus tiendas de campaña y se pudiera convivir durante unos días.
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