Este Circo de los Horrores es una bendición
Suso Silva se despide de los murcianos con un desquiciado y divertido 'Réquiem'
La fiesta padre empieza antes de que comience el espectáculo, mientras el público va acomodándose en sus asientos y se ve asaltado por los monos ... fornicadores, entre otros personajes alucinados y, en un momento dado, la interpretación colectiva de 'La cucaracha' excita todavía más los ánimos, la predisposición al 'despiporre'. La función del miércoles en Murcia del último espectáculo del Circo de los Horrores que dirigirá Suso Silva, también su impagable maestro de ceremonias, resultó memorable. El público se entregó en cuerpo y alma a este 'Réquiem, sinfonía final', que es un homenaje por todo lo alto a la trayectoria de una compañía a la que le debemos una gran felicidad y gratitud por la esmerada calidad de todas sus propuestas.
He aquí, bajo la mano de santo de Suso Silva, el último, trepidante, disparatado y divertidísimo espectáculo 'Réquiem'. Una locura con fuego, un delirio de sueño onírico y de traviesa desvergüenza –en el lenguaje, en las formas, en la intención...–, un sinvivir constante y placentero, una estrepitosa charanga, un cachondeo madre de altísimo voltaje no recomendable para espíritus que –¡oh, Rimbaud!– se la cogen con papel de fumar.
Es una acelerada mezcla de elevadísimo riesgo físico para los artistas y alucinante circo de una profesionalidad que sobrecoge, puro teatro en carne –sin sobrepeso– y hueso, y una endiablada mezcla de cabaret, music-hall, burlesque y gamberrada que se hace adictiva para un público con ganas de alucine, '¡posesión, posesión, posesión!'. Espectáculo vibrante de principio a fin, 'show' cargado de ironía, guasa, provocación, chistes –algunos previsibles, ay–, y números circenses de infarto: acróbatas del aire y sobre impactantes norias que logran estremecerte; contorsionistas, gimnastas voladores y percusionistas que parecen proceder de otro planeta y que logran hacer auténticos milagros... No faltan tampoco personajes que se ganan al público hasta el delirio con una facilidad pasmosa, como es el caso de Lucifer y Las Perras del Infierno... Todo, una vez más, muy bien ideado y dirigido por Suso Silva, que lo controla todo con su poder de seducción escénico. ¿Cómo se iba a imaginar en 2007, cuando ideó y creó El Circo de los Horrores, el éxito que tendría este cóctel explosivo que apuesta por la fructífera convivencia de muy diversas artes escénicas?
ASÍ FUE
-
Espectáculo. 'Réquiem, sinfonía final', de El Circo de los Horrores. Dirección: Suso Silva. En La Fica, Murcia, hasta el domingo 26 de mayo.
-
Calificación Excelente.
Importantísimo: yo no me sentaría en primera fila, ni bajo la promesa de inmortalidad y gozo eterno, para ver este 'Réquiem'; ni loco perdido, ni siquiera por prescripción facultativa. Hacen de todo con el público, y el público –¡qué locos estamos!– tan feliz. Este 'Réquiem', con el que sobre todo los jóvenes se lo pasan de miedo –¡menuda fiesta se monta en la carpa desde el minuto cero!, transformada en un escenario indescriptible y cuidado al detalle–, necesita para su éxito de la implicación generosa de los espectadores, que según lo visto se dejarían arrastrar por Nosferatu o El Rey del Manicomio hasta el mismísimo infierno.
Tiene un punto este 'show' plagado de riesgos, saltos al vacío, números de 'clown', baile y mucho loco suelto, de tren de la bruja sin escoba, de mundo fantasmagórico de Tim Burton, de museo de cera para adultos desinhibidos, de Salón Erótico de Barcelona y de cuadro de El Bosco empapado de ron. A quienes no verán por allí, por este 'Réquiem' es a Isabel Preysler, avisados quedan. Menudo derroche de humor nada sutil, pero eficaz; de adrenalina a gogó, de impacto visual, de histerismo premeditado.
Y, como siempre en los montajes de El Circo de los Horrores, no faltan los momentos para el silencio boquiabierto. En esta ocasión, los provocan la belleza de los cuerpos entregados a una danza que desafía la cordura y la Física y se adentra en el deslumbrante territorio de lo imposible, y, ¡guuaauu!, el paseo bocabajo, desde las alturas, que se da la mujer sonámbula con su hipnótica cabellera. La ovación final del público, para toda la compañía y, en especial para Suso Silva, a quien tanto le gusta llamarnos «nimios, patéticos y desagradables mortales», fue atronadora. Y recuerden su frase mantra: «El puto calvo mola mogollón».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión