Antonio Ballester
Alejado del 'Do-It-Yourself' proclamado por la 'Trash culture', estuvo atento a cualquier comportamiento humano y fue permeable a toda actitud social y en todas direcciones
Ángel Haro
Pintor, escultor y escenógrafo
Lunes, 20 de octubre 2025, 23:05
Cuando muere un artista se suele hacer hincapié en que «era buena persona», justificando su valor artístico por su comportamiento social. Como decía Fellini: los ... artistas tenemos, como todo el mundo, vida pública, vida privada y vida secreta. No es por tanto un dato objetivo «ser buena persona», pues depende de con quién, cuándo y dónde, y se usa muchas veces para compensar la falta de talento. Así que no suelo medir la calidad de un creador o creadora en términos de comportamiento ni de ideología. Admiro profundamente a artistas detestables y no tengo ningún interés por otros que son pura bondad. Y sí se da el milagro de las dos a la vez lo celebro, aunque procuro no empeñarme en conocer artistas a los que admiro. Para mí Antonio Ballester era buena persona porque conmigo era cercano, divertido y cómplice. Pero eso es simplemente una percepción personal.
Lo que sí es irrevocable es que Antonio Ballester ha sido un gran artista. En provincias se suele convertir a cualquier figura en un genio que está por descubrir, hasta que te encuentras el equivalente repetido en cada pueblo. Sin embargo, el caso de Antonio es paradigmático pues estamos ante un artista único. Un creador atento a cualquier comportamiento humano, permeable a toda actitud social y en todas direcciones. Con una agilidad insólita para dar una respuesta plástica eficaz.
ÚLTIMA SEMANA PARA VER 'QUERIDO ANTONIO'
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Exposición 'Querido Antonio', homenaje a Antonio Ballester de artistas amigos. Hasta el domingo 26 de octubre en el Palacio Almudí. Murcia.
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Última visita guiada Sábado 25 de octubre, a las 11.30 horas, con intervenciones de Vicente Martínez Gadea, Juan Bautista Sanz, Antonio Martínez Mengual, Juan García Sandoval y Martín Páez, entre otros.
A Antonio no lo podríamos considerar «un artista mediterráneo», pues su actitud creativa estaba más cerca de la rebeldía Punk que de la diletancia Pop. Un iconoclasta que bebe de la cultura popular y sus derivas underground. Su ironía era una suerte de ética frente a las cuestiones del mundo, las más preocupantes y las más banales. Todas asumidas con el mismo rango de importancia y tratadas con la misma irreverencia y ternura. Sin caer nunca en un banal panfleto, su mirada era ácida y provocadora, y sus imágenes tienen la agresiva franqueza de quien es consciente de su poder de penetración.
Su ironía era una suerte de ética frente a las cuestiones del mundo, las más preocupantes y las más banales
Sin embargo, Antonio está muy lejos del 'Do-It-Yourself' proclamado por los artistas de la 'Trash culture', ya que es un artista muy formado y con un gran conocimiento del lenguaje plástico. Si su imaginario está en los mass media y la cultura popular, su formación se ancla en la gran tradición barroca y expresionista europea. Su capacidad de dibujo, el uso del claroscuro, el silueteado del teatro de sombras, la gestualidad y materialidad del Art brut y el uso consciente del brutalismo, le dotan de una cualidad técnica insólita en un artista iconoclasta. En su caso, esa infrecuente simbiosis de frescura y conocimiento, sin contar sus cualidades fotográficas y escultóricas, le sitúan en un lugar al que pocos artistas pueden aspirar. Cuando Antonio falleció [en 2024], escribí en su obituario que si un artista al morir deja una sola pieza imprescindible, de las que forman parte del imaginario colectivo, ya puede irse tranquilo al Parnaso. Pues Antonio deja unas cuantas: 'La virgen y el punk', 'El gran gorila', 'Otto y su moto', 'El cartel pirata de Fiestas de Primavera', Messala, los robots, etc.
Cada vez que exhibía una obra, Antonio lanzaba un doble recado. Por un lado una lectura simple y directa del argumento al que cualquiera podía sumarse, y entre líneas un desarrollo plástico de una hondura y riqueza que solo se podía degustar desde un conocimiento sofisticado. Era, en resumen, un artista de una inteligencia plástica brillante en cualquiera de las facetas que tocaba.
Lo que le hacía común a los grandes artistas era su generosidad; circunspecto patológico, era refractario a la solemnidad y la pedantería
Lo que sí le hacía común a los grandes artistas era su generosidad. Circunspecto patológico, era refractario a la solemnidad y la pedantería pues era consciente que el arte que permanece no necesita teorías previas. Que cualquier idea por pequeña que sea puede dar lugar a una gran pieza, y que los trasteros están llenos de ideas sublimes producidas con pequeñez. Antonio sabía rescatar temas desde lugares insospechados, pero su factura era deudora de los grandes de la historia del arte. Personalmente pienso que Antonio Ballester es uno de ellos, y es por eso que le tengo y tendré siempre una profunda admiración.
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