Aquellos idus de marzo

Como pasa con el 23-F, posiblemente nunca sepamos toda la verdad de lo ocurrido entre el 10 y el 18 de marzo, los días que pasaron entre el anuncio sorpresivo de la moción de censura y su rechazo en la Asamblea. Ya he escuchado varias versiones de quién, cuándo, cómo, dónde y por qué se ideó la operación.

La que más me cuadra es que surgió de alguna mente pensante de Ciudadanos, partido que se desangraba y necesitaba dar un golpe de efecto. Encontró la tormenta perfecta en Murcia, aprovechándose de un escándalo como el de las vacunas y de una líder autonómica con ganas de armarla. No se calibró que quizás no era el momento adecuado para dar un volantazo de este tipo (el mismo día que se cerró la moción fallecieron siete personas por Covid) ni muchos menos el lugar idóneo, pues no había que rascar mucho para conocer las pésimas relaciones humanas entre los parlamentarios de Cs. Definitivamente, Inés Arrimadas no tenía ni idea de lo que se cocía en su casa, ni tampoco mostró interés por enterarse.

Sí sabían del percal naranjito en el PSOE, lo cual explica menos que dejaran tantos cabos sueltos. Que lo intentaran es más razonable, pues eran el primer partido de la oposición. Pecaron de pardillos, pero al menos lograron el premio del Ayuntamiento de Murcia, aunque sea a costa de tener a Mario Gómez en las costillas.

El PP salió airoso del jaque, pero pagó un alto precio de imagen y se llevó de propina a una consejera antivacunas. Usó un arma prohibida que se le puede volver en contra pues, quien a tránsfuga mata, a tránsfuga muere.

Lo mejor de estos idus de marzo fue que estuvimos entretenidos unos días y descansamos de la fatiga pandémica.